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Yucatán

Entre velas, panes y juguetes, Yucatán recibe a las “ánimas chicas” en el inicio del Hanal Pixán

El 31 de octubre se coloca el altar de Hanal Pixán dedicado a los niños que han trascendido en Yucatán.

La conmemoración a los difuntos inicia en Yucatán recibiendo espíritus infantiles con gozo y alegría
La conmemoración a los difuntos inicia en Yucatán recibiendo espíritus infantiles con gozo y alegría / Por Esto!

El día 31 de octubre es dedicado en la tradición local a las ánimas chicas, es decir, a los niños difuntos, con lo que se abre la conmemoración anual de los finados en el territorio maya yucateco.

Las creencias mayas antiguas del pixán, aquello que los cristianos llaman alma o ánima, tiene características definidas que ayudan a entender que estas regresan a sus pueblos y casas, y que experimentan sentimientos como alegría, dolor, rechazo, desesperanzas y nostalgia, al igual que cualquier ser humano, con la diferencia de que carecen de un cuerpo mortal.

Los ritos en torno a las ánimas chicas, a diferencia de las grandes, es una cuestión que manifiesta alegría y festividad, a diferencia de la conmemoración para las de adultos, porque en los rezos, plegarias y cantos no hay lamentaciones, sino gozos y felicidad por celebrar a los niños difuntos que están en el cielo en forma de angelitos o de niños que rodean a la Xkichpam Koolebil María, y sus visitas son siempre especiales.

La noche que antecede, algunas familias que padecen la falta de algún niño ponen velas en la puerta de las casas con flores para recibir a las ánimas, los mejen pixán, para que en la mañana del 31 se les coloque la ofrenda de pan y chocolate y se cante el Trisagio que es la oración de bienvenida.

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El mantel es de colores con bordados de animales, juguetes o canastitas. Las comidas no deben ser condimentadas por temor a que les hagan daño. Puede ser puchero de gallina, pollo asado con caldo o frijol colado con calabaza. Se colocan juguetes como cochinitos, trompos y gallitos de barro para que los niños se entretengan. Las velas del altar deben ser de colores variados y su número depende de los niños muertos en la familia.

Los dulces de papaya, ciricote, calabaza, mazapanes y demás forman parte de la ofrenda. Los panes que se colocan son en forma de muñecos, y también se ofrecen tamales con cool de achiote y espelón, una jícara de agua y un poco de sal, que es el aliento de vida que se usaba en el bautismo de rito tridentino.

El altar normalmente es una sola mesa con mantel, con las imágenes sagradas de devoción familiar, especialmente de la Virgen María. Se colocan las ofrendas de comida y bebidas mientras que, en el suelo, en una varilla de madera, se fijan las velas de colores o en candeleros sobre el espacio principal.

La luz de las velas simboliza las ánimas de los niños, y el humo del incienso significa la oración y el aroma que invita a las ánimas al altar.

Los panaderos de las comunidades tienen predilección en elaborar panes con forma de muñecos, destinados a la ofrenda de las ánimas de los niños, así como las galletas en forma de animales o muñecos.

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Según marca la piedad popular, el rezo de las ánimas chicas o niños difuntos corresponden al Trisagio que es alabanza a la Santísima Trinidad, por la creencia de que las almas que recibieron el bautismo, pero que murieron en breve tiempo, al no tener pecado se vuelven angelitos que eternamente alaban a Dios y forman parte del séquito celestial de la Virgen María.

En cambio, los niños que nacieron muertos o que no recibieron el bautismo en vida, se van al limbo, donde forman parte de los preferidos de la Virgen Santísima, pero no tienen alas. Sin embargo, la Iglesia Católica ha definido en época reciente que el limbo no existe, y que los pequeños fallecidos se van al cielo por no tener pecado, y en todo caso, con mayor prudencia, se deja a la misericordia divina.

A los niños vivos se les coloca un pulso de color negro o rojo, como señal evidente de existencia, pues, al ser inocentes, tienen el privilegio de poder ver las ánimas de los pequeños que están de visita y pueden accidentalmente llevárselos. En algunos pueblos dicen que las mujeres embarazadas también deben poner un cordel de color carmín, porque llevan una criatura en gestación que también ya tiene su pixán y que está expuesto también a la visita.

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