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Yucatán

Conflicto interno en la asociación “Porvenir Mejor” pone en riesgo más de 120 hectáreas de un campamento en Santa Clara

“Nos preocupa que una mañana descubramos que el Porvenir ya no nos pertenece", mencionó Débora Legters, presidenta del Consejo Administrativo.

Un pleito interno enfrenta el Campamento Porvenir de Santa Clara.
Un pleito interno enfrenta el Campamento Porvenir de Santa Clara. / Por Esto!

El viento salado que barre las playas del norte de Yucatán no logra borrar las huellas de medio siglo de historia en el Campamento Porvenir “Palabra de Vida”, un espacio donde generaciones han acampado frente al mar y donde cada año las tortugas marinas regresan a desovar.

Pero hoy, ese terreno de más de 120 hectáreas vive su momento más incierto: una disputa interna entre los propios integrantes de la Asociación Civil Porvenir Mejor A.C. amenaza con fragmentar el sitio y abrir la puerta a intereses inmobiliarios.

Fundado en la década de los setenta, el campamento Porvenir ha sido desde entonces un refugio de aprendizaje, espiritualidad y convivencia familiar. Ubicado en el puerto de Santa Clara –comisaría de Dzidzantún–, el predio cuenta con cinco kilómetros de playa, y además de recibir grupos de retiro y visitantes cada año, mantiene una labor de protección a las tortugas marinas, que anidan en la costa durante el verano.

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“Decenas de generaciones crecieron con este lugar. Aquí se aprende a convivir, a respetar la naturaleza y a cuidar lo que Dios y la comunidad nos dieron”, expresó Marcos Legters, integrante del Consejo Administrativo del Porvenir.

El conflicto: presuntas ventas y ruptura

De acuerdo con Débora Legters, presidenta del Consejo Administrativo, el conflicto surgió alrededor del año 2020, cuando 5 de los 12 integrantes de la asociación comenzaron a actuar fuera de los acuerdos del grupo.

Según la versión de la mayoría del Consejo, esos cinco miembros habrían vendido o intentado vender parte del terreno a empresas constructoras o inmobiliarias, aprovechando el auge de desarrollos turísticos en la costa norte del estado.

“Nos preocupa que una mañana descubramos que el Porvenir ya no nos pertenece. No se trata sólo de tierra, sino también de un espacio que ha sido símbolo de familia y conservación”, señaló Débora Legters.

La dirigente añadió que los documentos de propiedad y uso están en regla, y que el grupo disidente ha evitado cualquier intento de diálogo o mediación. Los siete miembros restantes del Consejo han propuesto reuniones y hasta ofrecieron comprar las tierras en disputa, sin obtener respuesta.

Intento de conciliación resulta fallido

Marcos Legters detalló que, al enterarse de las presuntas ventas –que abarcarían alrededor de un kilómetro cuadrado del terreno total–, el Consejo propuso adquirir esa parte para evitar su salida de la asociación.

La ubicación del predio –entre dunas naturales y frente al litoral yucateco– lo hace especialmente codiciado para los desarrollos turísticos o residenciales.

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La irrupción del 31 de octubre

El conflicto escaló el pasado 31 de octubre, cuando los cinco hombres señalados ingresaron al campamento junto con otras personas, según denuncian los directivos. Ese día sacaron por la fuerza a un grupo de jóvenes que realizaba un retiro espiritual y amedrentaron al velador y a su familia, quienes habitan dentro del predio para vigilarlo.

El Consejo calificó el acto como “una agresión directa” y lo consideró “la gota que derramó el vaso”, por lo que decidieron hacer pública la situación antes de llevar el caso a instancias legales.

Los representantes de la asociación temen que, de continuar sin control, las acciones del grupo disidente terminen despojando al campamento de su totalidad, afectando no sólo a la comunidad religiosa y educativa que lo sostiene, sino también al ecosistema costero donde anidan las tortugas.

“Estamos aquí para levantar la voz del Consejo Administrativo de Porvenir. Tememos que sigan actuando de mala fe, lucrando con un terreno que se les confió para cuidar. Pedimos el reconocimiento legal de los verdaderos asociados y el acceso libre a los fundadores”, declaró Débora Legters, visiblemente conmovida.

En Santa Clara, muchos pobladores recuerdan los campamentos de verano, los talleres y las liberaciones de tortugas al amanecer. “Perder eso sería como perder parte de nuestra historia”, comenta un habitante del puerto.

Mientras la disputa avanza, el mar sigue tocando la orilla del Porvenir como lo ha hecho por medio siglo, testigo mudo de un conflicto que podría decidir el futuro de uno de los últimos espacios comunitarios del litoral.