La biodiversidad de Yucatán se encuentra en una cuenta regresiva. En los últimos meses, una nueva especie se ha sumado a la lista de animales en riesgo: la Kinosternon creaseri, conocida como tortuga de pantano de Yucatán o Xtuk’is en lengua maya.
Este pequeño reptil endémico, que habita los jaltunes –esas lagunas temporales que se forman en temporada de lluvias entre Oxkutzcab y Tekax–, fue recientemente reclasificado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como “Casi Amenazado”. El cambio parece leve, pero representa una alerta: la especie podría pasar pronto al nivel de “Peligro Crítico” si continúan la deforestación, la sequía y la contaminación que destruyen su hábitat.
“Si desaparece en Yucatán, desaparece del planeta”, advierte el biólogo Luis Fernando Díaz Gamboa, director de la Red para la Conservación de los Anfibios y Reptiles de Yucatán (Rcary), organismo que elaboró el informe que sustentó la nueva clasificación. La Xtuk’is depende del agua de lluvia, y su población se ha fragmentado debido a la expansión agrícola y urbana que transforma las selvas en potreros o fraccionamientos. Los jaltunes se secan antes de que las crías alcancen la madurez, y muchas son atropelladas al desplazarse en busca de refugio.
292 especies en riesgo
La historia de esta tortuga refleja una crisis más amplia. Según datos de la Secretaría de Desarrollo Sustentable (SDS) de Yucatán, al menos 292 especies del estado se encuentran hoy en alguna categoría de riesgo. La península, considerada uno de los mayores refugios de biodiversidad de México, enfrenta una pérdida acelerada de hábitats debido a la deforestación, los incendios, la contaminación del acuífero y el cambio climático.
Entre los animales más amenazados se encuentran el mono aullador negro (Alouatta pigra), cuyo rugido se escucha cada vez menos en las selvas del sur del estado; la iguana de cola espinosa yucateca (Ctenosaura defensor), cazada y desplazada por los desarrollos turísticos; el loro yucateco (Amazona xantholora), víctima del tráfico ilegal de aves; la anguila ciega (Ophisternon infernale), que habita cenotes contaminados; y la rana ladrona (Craugastor yucatanensis), dependiente de los bosques húmedos del oriente peninsular. A ellos se suma el cocodrilo de pantano (Crocodylus moreletii), afectado por la pérdida de manglares y cuerpos de agua.
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En el ecosistema acuático, la tortuga blanca o Suc aak (Dermatemys mawii) está clasificada en “Peligro Crítico” por la caza y el colapso de los humedales. Y en el mar, las tortugas carey y caguama libran su propia batalla contra el saqueo de nidos y la contaminación plástica.
Animales desaparecidos
La pérdida de fauna no es nueva: Yucatán ya ha visto extinguirse especies que alguna vez poblaron su costa y selva. La foca monje del Caribe (Neomonachus tropicalis) fue declarada extinta en 1952 tras siglos de caza. El dugongo yucateco, un mamífero marino emparentado con el manatí, desapareció antes de ser estudiado formalmente. Y los vestigios fósiles del Pleistoceno –caballos, tapires y perezosos gigantes– son testimonio de una biodiversidad perdida hace milenios.
Hoy, las amenazas son visibles y persistentes. El crecimiento urbano desordenado y los megaproyectos de infraestructura fragmentan la selva y reducen los corredores biológicos. La deforestación avanza al ritmo de los desarrollos inmobiliarios y de la expansión turística. Los incendios forestales y las sequías prolongadas, producto del cambio climático, dejan a los animales sin alimento ni refugio.
En paralelo, la contaminación del acuífero –provocada por descargas residuales y agroquímicos–afecta a especies que dependen del subsuelo, como la anguila ciega y el bagre cavernícola. “Los animales no desaparecen por azar –señala un informe de la Conabio–. Desaparecen cuando los ecosistemas que los sostienen se rompen.”
Luchan por la preservación
A pesar del panorama, hay esfuerzos en marcha. La Red para la Conservación de los Anfibios y Reptiles de Yucatán (Rcary) trabaja con universidades y comunidades locales para monitorear poblaciones de tortugas y anfibios. En la Reserva Biocultural del Puuc, investigadores y ejidatarios impulsan proyectos de restauración de hábitats del mono aullador y de especies polinizadoras.
En la costa, los programas de protección de tortugas marinas en Celestún, Telchac y Progreso han permitido liberar miles de crías cada temporada. Además, el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY) y la Conanp promueven la reforestación y la educación ambiental como herramientas de largo plazo.
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Sin embargo, los especialistas advierten que la conservación no puede limitarse a salvar especies aisladas. “Proteger una tortuga sin salvar su jaltún no sirve de nada”, resume Díaz Gamboa. La solución, explican, está en proteger los ecosistemas completos: las selvas, los cenotes, los humedales y los manglares que sostienen la vida peninsular.
Duro golpe a la ecología
La riqueza natural de Yucatán es también su memoria. Cada especie tiene un nombre en maya, un papel ecológico y una historia compartida con las comunidades que la rodean. La pérdida de una especie no sólo altera el equilibrio del ecosistema; también borra una palabra, una costumbre, un símbolo cultural.
Si la Xtuk’is desaparece, no sólo se extinguirá una tortuga. Se apagará una parte de la península.
Porque la extinción no ocurre de golpe: sucede en silencio, especie por especie, hasta que la selva queda muda.