Yucatán vive una encrucijada pesquera. Sus comunidades costeras enfrentan una fuerte presión: las vedas de especies emblemáticas como el mero y el pulpo, la pesca furtiva, el mal clima y la sobreexplotación. Ante este panorama, la acuicultura emerge como una estrategia de resiliencia. En particular, la crianza de tilapia –una especie de escama que puede cultivarse en estanques– ha sido impulsada por la Secretaría de Pesca y Acuacultura Sustentable (Sepasy) para dar un respiro económico a más de 15 mil familias pesqueras durante los periodos críticos.
La pesca en Yucatán depende mayormente de tres especies: pulpo maya, mero y langosta. Según reportes recientes, la sobreexplotación, la pesca ilegal y los embates climáticos han causado una caída en las capturas.
Por ejemplo, la temporada de pulpo, que regularmente va del 1 de agosto al 15 de diciembre, ha registrado altibajos pese a su extensión.
Además, la langosta y el mero están bajo presión: el primero sufre pesca furtiva, mientras que el segundo tiene un periodo de veda severo (del 1 de febrero al 31 de marzo), limitado por regulaciones estatales para proteger su reproducción.
De acuerdo con archivos de POR ESTO!, en 2024 Yucatán capturó 46,824 toneladas de especies marinas, con el pulpo representando alrededor del 39%. Este volumen de producción refleja la importancia económica de la pesca en el estado: su valor superó los 5,500 millones de pesos, de los cuales más de 3,000 millones correspondieron a Yucatán.
Pero la crisis no es solo por cantidad: la contaminación, la desaparición de arrecifes, el uso de plaguicidas y el aumento de embarcaciones pesqueras han puesto en riesgo la sustentabilidad de estas pesquerías tradicionales.
Alternativa estratégica
Ante la incertidumbre económica que traen las vedas, Sepasy propone la acuicultura de tilapia como una solución inteligente. Lila Frías Castillo, secretaria de Pesca y Acuacultura Sustentable, explica que el cultivo de tilapia (hasta un peso comercial de 450–500 gramos en unos seis meses) ofrece una fuente de ingresos constante y menos riesgosa para las familias pesqueras durante las vedas del mar. Este modelo ha sido pensado específicamente para evitar que el cierre temporal de la pesca de especies escamosas, como el mero, desmantele la economía familiar.
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Además, la tilapia no sólo ayuda desde el punto de vista económico, sino también ambiental: al disminuir la presión sobre especies nativas en veda, se promueve un uso más sostenible de los recursos marinos.
Frías Castillo señala que esto contribuye a frenar la pesca furtiva y preservar las poblaciones sensibles. También subraya sus beneficios nutricionales: es rica en omega-3 y vitaminas, lo cual la convierte en un insumo atractivo para los restauranteros costeros cuando el mero no está disponible por la veda.
Productivamente, el sistema acuícola se apoya en procesos técnicos: se hacen biometrías de los peces, desdoble (separar por tamaño), monitoreo del agua (oxígeno disuelto y otros parámetros), estanques con aireación, geomembranas, tanques de almacenamiento y tratamiento. Los alevines se alimentan con piensos formulados, complementados con plantas, frutas, verduras y cereales. Al alcanzar el peso adecuado, se cosechan y comercializan, cerrando un ciclo productivo sustentable.
Veda con un costo social
Las vedas son una herramienta esencial para proteger la reproducción de las especies. En Yucatán, la veda oficial para el mero va del 1 de febrero al 31 de marzo, según el Diario Oficial estatal.
Por su parte, para el pulpo maya (Octopus maya) la veda va del 16 de diciembre al 31 de julio, como lo marca la normativa pesquera.
Este periodo prolongado de restricción busca salvaguardar las poblaciones reproductoras y garantizar que la pesca sea sustentable a largo plazo. Sin embargo, para los pescadores locales, este sacrificio biológico implica un riesgo económico real, si no existe una alternativa viable que sustente a sus familias durante la inactividad.
Impacto comunitario y social
Con el programa de acuicultura de tilapia, la Sepasy estima que serán beneficiadas unas 15,000 familias costeñas. Este tipo de iniciativa no solo fortalece la economía durante las vedas, sino que también contribuye a que las comunidades pesqueras mantengan una relación más armoniosa con el medio ambiente, reduciendo la pesca ilegal y promoviendo la participación activa en la protección de sus recursos.
El Estado, por su parte, está acompañando esta transición con programas de apoyo: según el Diario Oficial del gobierno yucateco, existen reglas de operación para otorgar ayudas durante la veda del mero a fileteros, deshuesadores y pescadores.
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Además, este impulso acuícola se enmarca en un momento de urgencia: la sobreexplotación y la pesca furtiva no sólo amenazan la biodiversidad, sino también la propia viabilidad económica de las comunidades costeras. Si no se actúa con rapidez, el costo podría ser alto tanto para el ecosistema como para los pescadores.
Una apuesta por el futuro
La tilapia se presenta no sólo como una alternativa viable para enfrentar las vedas, sino como una palanca para transformar la pesca en Yucatán: de un modelo tradicional vulnerable a uno más diversificado, técnico y sostenible. En un panorama marcado por la crisis de las pesquerías tradicionales, este programa tiene el potencial de reconstruir la economía pesquera con ojos de largo plazo.
Sin embargo, su éxito dependerá de la capacitación adecuada, del acompañamiento técnico en los criaderos, de la vigilancia del agua, del acceso a semilla y alimentos balanceados, y de una comercialización justa. Si estas piezas encajan, la acuicultura de tilapia podría ser el cimiento de una pesca más resiliente, menos dependiente de la explotación de especies en veda y más integradora con el bienestar de las comunidades costeras y el cuidado del mar.