Desde hace dos décadas, doña Rosa Chan habita en un predio ubicado justo frente al panteón Jardín de la Paz en Tizimín, lugar donde, asegura, ha sido testigo de diversos fenómenos paranormales que no han tenido explicación.
El más impactante, relató, es el de una mujer hermosa, de largo cabello, que aparece en las noches lluviosas saliendo del camposanto. La misteriosa figura camina sobre la escarpa y, sin previo aviso, desaparece entre el tronco de un frondoso árbol de laurel situado en la entrada principal del cementerio.
“Esa noche estaba cayendo la lluvia, yo estaba cortándome las uñas junto a mi hija cuando, al levantar la vista, la vimos salir del panteón. Le dije: ‘¡mira esa mujer!’. Caminaba sobre la escarpa, pero cuando nos acercamos a verla mejor, la sombra se perdió en el tronco del laurel”, narró la vecina, todavía con cierta inquietud.
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Su historia coincidió con la de un taxista que, según dijo, vivió algo similar. El conductor relató que una noche abordó su unidad una joven muy hermosa que pidió ser llevada hasta las puertas del panteón. Al llegar, le pagó con un billete de 50 pesos. Sin embargo, al momento de hacer su liquidación, el taxista se llevó tremenda sorpresa, pues en lugar del dinero, encontró una simple hoja de papel. Entonces recordó que su último servicio había sido precisamente para aquella muchacha que descendió en el cementerio.
Otra noche, una persona que escuchó esta historia relató que también pidió un taxi hasta el panteón. El chofer, sorprendido, le preguntó: “¿Está viva o está muerta?”, pues ya había tenido esa extraña experiencia. Durante el trayecto, ambos compartieron sus vivencias y coincidieron en que no todos los conductores se atreven a ofrecer servicio en ese punto durante la noche.
Rosa Chan afirmó que los fenómenos no sólo ocurren en fechas de finados. “A veces los perros comienzan a ladrar en las primeras horas de la madrugada. Salgo a ver qué pasa, pero mi hijo me regaña, dice que puedo cargar el mal viento. He visto cómo algo viene del panteón y los perros lo persiguen. Una vez mi mascota chilló de miedo y quedó como congelado. Desde entonces se volvió muy agresivo”, relató.
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“Mi esposo compró cámaras para tener evidencia, pero se quemaron. Una vez fui a buscar al perro y sentí que alguien me dio un golpe en la espalda. Me volví a la cocina y le dije a mi familia que me habían asustado, pero no me creen. Sin embargo, algo hay: no sé si sea mal viento, duendes o almas en pena”, agregó.
Según cuenta, incluso su esposo ha sido víctima de estas manifestaciones. “Una noche lo arrastraron del sofá donde dormía; por eso puso las cámaras, pero poco tiempo después dejaron de funcionar”, concluyó la mujer, quien, pese a todo, aseguró haberse acostumbrado a convivir con lo inexplicable.