
La alarma corrió como corriente entre los pescadores: una extraña mancha apareció en el mar y, con ella, los primeros peces muertos. Era el presagio de la temida marea roja, ese fenómeno natural que cada cierto tiempo convierte la costa en zona de incertidumbre para quienes viven del mar.
La preocupación comenzó hace unos días, cuando trabajadores del mar de Dzilam de Bravo notaron manchas pardas —conocidas entre ellos como agua mala— y restos de fauna marina inerte en el fondo. Desde entonces, la comunidad encendió la alerta y las autoridades científicas respondieron con celeridad.
El Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) informó que, tras realizar una exhaustiva campaña de muestreo frente a las costas de Telchac y Dzilam Bravo, no se han detectado indicios de marea roja tóxica.
Las muestras se tomaron el pasado 8 de julio en dos transectos perpendiculares a la costa, de 10 y 12 kilómetros, como parte del Programa de Investigación y Monitoreo de Florecimientos Algales Nocivos (FAN).

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Los resultados preliminares arrojaron temperaturas del agua entre 21.4 y 29.8 grados Celsius, y concentraciones de fitoplancton que oscilaron entre 7 mil y un millón de células por litro, con predominio de diatomeas del tipo Chaetoceros y Rhizosolenia, que no representan un riesgo para la salud humana ni para la fauna.
“Por ahora, las especies presentes no son consideradas peligrosas. Sin embargo, el monitoreo continuará de forma permanente”, señaló el equipo de Cinvestav en su comunicado.
A la par del análisis científico, autoridades estatales y federales reforzaron el monitoreo costero, luego de detectar la presencia de la microalga Karenia spp. en ocho puntos del litoral, incluyendo San Crisanto, Santa Clara, Chabihau, San Felipe y Las Coloradas.
Aunque las concentraciones de esta especie —que puede liberar toxinas dañinas— aún son bajas, superan los límites establecidos por organismos internacionales, lo que motivó la activación del Comité Interinstitucional de Seguimiento y Evaluación de Marea Roja.
Para los pescadores la ciencia no siempre llega a tiempo. “Ya vimos peces muertos. Sabemos cuándo algo no anda bien”, expresó un joven de la cooperativa pesquera local.

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Paul Ortega, exdirector de pesca en Dzilam Bravo, fue uno de los primeros en hacer pública su preocupación en redes sociales. Aseguró que los tours que muestran los efectos de la marea roja no son una atracción, sino una forma de visibilizar el impacto que deja: “Esto daña el ecosistema, pero también la vida de los que dependemos del mar”, escribió.
La marea roja es una proliferación descontrolada de microalgas que puede teñir el agua de tonos rojizos, pardos o verdosos. No siempre es tóxica, pero cuando incluye especies como Karenia brevis o Karenia mikimotoi, puede liberar toxinas que afectan la salud humana, provocan la muerte de peces, moluscos y mamíferos marinos, y afectan gravemente la pesca y el turismo.
Mientras las autoridades científicas monitorean las aguas y las concentraciones de clorofila-a, los pescadores siguen de cerca el comportamiento del mar. La pesca, ya de por sí golpeada por otros factores, no resiste bien una pausa prolongada por motivos ambientales.
Por ahora, el mensaje oficial es claro: no hay riesgo inminente, pero el monitoreo se intensifica, y los ojos de científicos, pescadores y familias están fijos en el color del mar.