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Campeche

Entre tumbas y silencios: Víctor, el último sepulturero de Campeche que no teme a la muerte

En los cementerios de Campeche, donde el silencio se mezcla con la fe, Víctor Díaz conserva un oficio que pocos se atreven a ejercer. Entre tumbas, leyendas y el guardián “Peluches”, la muerte se convierte en una lección de vida.

En los cementerios de San Francisco de Campeche, el oficio de sepulturero sigue vivo pese al paso del tiempo.
En los cementerios de San Francisco de Campeche, el oficio de sepulturero sigue vivo pese al paso del tiempo. / Por Esto!

Entre el silencio de los pasillos de los cementerios de San Francisco de Campeche, donde el tiempo parece detenerse y la nostalgia predomina, el oficio de sepulturero se niega a morir; aunque se requiere cabeza fría, mucho valor y carácter para soportar imágenes que les quitarían el sueño a muchos campechanos.

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Un ejemplo de vida es Víctor Díaz, sepulturero de la ciudad capital desde hace más de 25 años, uno de los pocos que ejercen el oficio de forma independiente, pues las nuevas generaciones afirman que suelen trabajar como “albañiles” al servicio del Gobierno Municipal de Campeche.

“En 25 años tengo una experiencia muy bonita recorriendo los cementerios, me encanta este trabajo, me apasiona; todos los días lo tomo como algo cotidiano, no me da miedo, no me da nada”, precisó Don Víctor.

Antes de continuar con la entrevista, disfrutaba del clima fresco provocado por un frente frío, tradicional en la temporada, que según la creencia popular anuncia la llegada de los fieles difuntos para el Día de Muertos.

Víctor Díaz, con más de 25 años de experiencia, representa una tradición que combina respeto, valor y fe.
Víctor Díaz, con más de 25 años de experiencia, representa una tradición que combina respeto, valor y fe. / Por Esto!

En una breve caminata por el interior del cementerio de Santa Lucía, nos mostró algunos de sus trabajos, mientras explicaba que la mayoría de las criptas que ha atendido tienen acabados en granito, lo que las embellece; pero que sus faenas con cemento tampoco desmerecen frente a las sepulturas más adornadas.

Al continuar con la entrevista, se sentó en un espacio donde descansan los fieles difuntos, antes pidió permiso para no incomodar a quienes han dejado este plano; mientras que los curiosos que pasaban por el lugar lo saludaban al reconocerlo por su trabajo.

En lo que tomaba un respiro antes de responder cada pregunta, destacó que se siente feliz por los años de labor y las experiencias acumuladas; pues su oficio le ha permitido salir adelante, mantener a su familia e impulsar el desarrollo de sus hijos.

Su trabajo, muchas veces invisible, exige fuerza física, resistencia emocional y una sangre fría inquebrantable frente al contacto constante con la muerte. Es testigo silencioso del dolor, la despedida y la memoria de cientos de familias campechanas.

Asegura que ser sepulturero no solo implica abrir tumbas, sino también acompañar en silencio el dolor de las familias.
Asegura que ser sepulturero no solo implica abrir tumbas, sino también acompañar en silencio el dolor de las familias. / Por Esto!

Se requiere valor

A la espera de clientes, señaló que para ejercer este oficio se necesita valor, fe y respeto por los muertos, pues ha visto de todo: desde cuerpos recién sepultados hasta niños, adultos y ancianos en su descanso eterno.

En su experiencia, resaltó la importancia de un oficio que combina responsabilidad y humanidad, ya que ser sepulturero no solo implica abrir y cerrar tumbas; también significa acompañar, desde el silencio, los últimos pasos de quienes parten y ofrecer consuelo a quienes se quedan sufriendo por el adiós.

Asegura que ser sepulturero no solo implica abrir tumbas, sino también acompañar en silencio el dolor de las familias.
Asegura que ser sepulturero no solo implica abrir tumbas, sino también acompañar en silencio el dolor de las familias. / Por Esto!

“Si tú me dices ‘abre ahí’, yo lo abro, siempre y cuando tengas los papeles. Al abrir una tumba hay que estar preparado, perder el miedo, tener sangre fría y los pantalones bien puestos. Aquí vemos de todo, papá, aquí no hay edad”, afirmó.

Al reflexionar sobre sus 25 años de trabajo, expresó que le debe mucho a los muertos, pues gracias a ellos ha podido mantener a su familia. Recordó también que muchos de sus compañeros, hoy conocidos como albañiles, mantienen un profundo respeto por la muerte antes de iniciar cada labor que realizan.

Con nostalgia, mencionó que varios ya han fallecido, incluso después de resistir la pandemia de COVID-19. Pese a ello, se considera uno de los últimos “mohicanos” de su oficio, alguien que sigue trabajando en una tarea que pocos están dispuestos a realizar.

Cada vez hay menos interés en este trabajo

Comentó que en la ciudad solo quedan dos sepultureros y que el oficio seguirá vivo mientras él lo esté. Parte de su labor incluye la reparación de criptas.

Dice que en Campeche solo quedan dos sepultureros activos, y teme que el oficio desaparezca.
Dice que en Campeche solo quedan dos sepultureros activos, y teme que el oficio desaparezca. / Por Esto!

Uno de los servicios más solicitados, explicó, es el sellado de tumbas que se abren por las condiciones climáticas, así como la remodelación de espacios, utilizando cemento o granito según el presupuesto y las preferencias de los clientes.

Vibras diferentes

Al adentrarse en las experiencias paranormales, aseguró que ni en los cementerios de Santa Lucía, Samulá, Siglo XXI ni en los de Chiná y Lerma ha sentido miedo o energías extrañas.

Relata que el cementerio de San Román tiene una “vibra especial” y provoca sensaciones extrañas al anochecer.
Relata que el cementerio de San Román tiene una “vibra especial” y provoca sensaciones extrañas al anochecer. / Por Esto!

Sin embargo, confesó que el cementerio de San Román, el más antiguo de la ciudad, tiene una “vibra especial”. Levantando las manos, recordó que alrededor de las seis de la tarde, cuando se cierra el camposanto, “se siente cómo se eriza la piel”.

“En San Román es otra cosa. Ahí, donde se derrumbó una parte del cementerio, se siente una energía diferente cuando dicen que ya van a cerrar. Da una sensación extraña”, explicó.

Un vigilante peculiar

En el cementerio de Santa Lucía, el trabajo no se limita a los humanos. “Peluches”, un perro mestizo de pelaje dorado y mirada noble, se ha convertido en sepulturero y guardián del lugar y de las almas que ahí reposan.

“Peluche” es el nuevo “sepulturero” en el cementerio de Santa Lucía.
“Peluche” es el nuevo “sepulturero” en el cementerio de Santa Lucía. / Por Esto!

Desde hace cinco meses acompaña a los trabajadores durante sus jornadas, camina entre las tumbas, descansa a la sombra de las criptas o se echa junto a las herramientas, para resguardarse del sol y la lluvia.

Víctor Díaz recordó que “Peluches” llegó un día por casualidad y se quedó. Él afirmó que incluso otros empleados municipales cuentan que el perro solo ladra cuando ve llegar un entierro, como si anunciara respeto o despedida, por eso lo alimentan y cuidan.

En un sitio donde la muerte es parte de la rutina, su presencia recuerda algo profundamente humano: la lealtad silenciosa de los animales, capaces de brindar compañía incluso entre las tumbas.

JGH

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