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Cultura

Luis Miguel, ¿a favor o en contra?

Pedro de la Hoz

¿Qué sucede con Luis Miguel que suscita rencores? Al darse a conocer el jueves que su disco México por siempre conquistaba el Grammy Latino 2018 al Album del Año –en la previa se anunció idéntico galardón para esa producción en la categoría Mejor Album de Música Ranchera / Mariachi–, el público reunido en la MGM Grand Garden Arena, de Las Vegas, protagonizó una sonora rechifla. ¿Sería solo por la ausencia del cantante? ¿Quiénes estaban en el auditorio? ¿No eran en su mayoría gente de la industria musical y los medios de comunicación?

Días antes, en las redes sociales, se desató una tormenta en su contra. En uno de los recientes conciertos en México, mostró afecto hacia un niño que se hallaba entre los espectadores, al subirlo a escena y cargarlo. Los misiles verbales hicieron blanco en su moral como padre, en tanto se dice que no atiende a sus propios hijos. La teleserie biográfica sobre su vida también ha levantado ronchas.

En agosto pasado, cuando la plataforma Spotify divulgó la lista de las canciones más escuchadas en México durante el último año, el entorno de Luis Miguel manifestó frustración al saber que la apuesta por Culpable o no, muy publicitada como favorita, quedó relegada al octavo puesto después de las mediciones pertinentes. Las palmas se las llevó el remix Te boté, de Nio García. Al parecer, el reguetón más pedestre penetra más en el gusto que la canción melódica. Habría que ver qué pasa con el mal gusto entronizado por la industria del entretenimiento que se ceban en el caldo de cultivo de las deformaciones culturales de amplias masas juveniles.

Lo singular de todos estos dimes y diretes, incluyendo las fuertes acusaciones de la periodista Claudia de Icaza que lo descalifica como “un fracasado”, está en que ni en los medios masivos de comunicación ni en las redes sociales se habla de arte. Salvo excepciones, no he leído ni escuchado una sola voz siquiera que pregunte si el cantante cumple con lo que asume y vende o no. En el ambiente de la farándula, el análisis musical no es la norma.

Si acaso las opiniones van por la cuerda de las meras impresiones: en Teléfono Rojo, el periodista Carlos Eduardo Islas escribe que entre colegas y expertos de música la producción ha sido catalogada “como espectacular, pero nada arriesgado en tiempos modernos” y piensan que “a pesar de que Luis Miguel tiene el potencial para interpretar los éxitos de la música mexicana, este era su momento de innovar y crear una música diferente a su estilo”.

El productor Kiko Campos enjuició: “Él es conservador y un clásico. Así es el disco, nada más que muy bien hecho; lo siento más como lo mismo del bolero, pero con el acompañamiento del mariachi”.

México por siempre tendría mucha tela por donde cortar. Desde 2010, Luis Miguel no entraba en un estudio de grabación. El último disparo había sido un álbum titulado únicamente con su nombre, donde alternó temas de su coautoría con otros de Armando Manzanero y uno más de Osvaldo Farrés.

Puede ser que para levantar su carrera haya decidido en 2017 volver a la tradición mariachi –recuérdese el antecedente de México en la piel (2004)– y seleccionar un repertorio de piezas incombustibles, desde La fiesta del mariachi, de José Martínez Baraja, hasta Qué bonita es mi tierra, de Rubén Fuentes, el autor de La bikina, en un tránsito que pasa por la inevitable grandeza de José Alfredo Jiménez y el rescate de un bolero “arrancheado” del cubano Juan Bruno Tarrazas, ¿Por qué te conocí? De ñapa, Las horas felices, de Charles Aznavour.

Luis Miguel vende bien. La firma AMPROFON certificó en enero de 2018 la comercialización física de 150,000 copias. A las transnacionales del disco no les gusta especular; la Warner Music fue al seguro tanto en formato CD como en descargas digitales. Una extensa gira promocional se puso en marcha el 21 de febrero en el Auditorio Nacional, con fecha de culminación en marzo del año próximo en Puerto Rico.

Pero para vender, Luis Miguel y la disquera saben lo que se traen entre manos. La base de autenticidad está en el fichaje del Mariachi Vargas de Tecalitlán, ahora bajo la égida de Rubén Fuentes y Carlos Martínez en su quinta generación a lo largo de nada menos que 120 años. Ya no se puede decir lo mismo del ropaje musical añadido, aterciopelado, como para atrapar a sensibilidades no entrenadas en las pautas folclóricas mexicanas y adictas a la estandarización comercial de los productos de la industria del estilo pop, que es, a fin de cuentas, a la que responde Luis Miguel, ya sea cantando boleros, rancheras o cualquier cosa.

A esto último se refirió el gran compositor cubano César Portillo de la Luz, cuando le preguntaron cuánto le debía a la versión de Contigo en la distancia, registrado en el disco Romance (1991): “La canta con corrección, como todo lo que canta y como todos los que cantan como él. Tal vez la haya puesto en el oído de muchos que nunca la habrían escuchado de otro modo. Pero la canción ha sido ella misma antes y lo será después de Luis Miguel. Él necesitaba esa canción, por algo la escogió; ella nunca dejará de ser mía”.

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