Síguenos

Cultura

Un cuerpo es más que un cuerpo

Por Fernando Muñoz Castillo

In Memoriam

José Antonio Castellanos Campos Cámara (Mérida la de Yucatán, Noviembre 1952–Noviembre 2018)

El lunes por la noche, vino la Gran Maga a visitarme. Hablamos de muchas cosas, no de todas las que queríamos. Me pidió un vaso para servirse agua, se levantó y fue por él,

Oí un estallido, fui a ver qué había sucedido. Ella me mostró los pedazos del vaso roto.

Le estalló en las manos.

Se acaba de romper una mala vibración. Eso es bueno, siempre se rompe algo de vidrio o de cristal.

Sé que estuviste con Carlos sus últimas semanas de vida. Y que el día de su muerte él no pasó por tu oficina. Sé que esto no te lo perdonaste.

La muerte de Carlos Lores no dejó un vacío en nuestras vidas, sino algo mucho más profundo y que en ti fue algo que nunca pudiste explicarte.

Sé que habían conversado que tú y yo teníamos que comprar un terreno en Chuburná, al lado del suyo.

“Que se quede vacío un año el estante y ya verán cómo sale para comprar el terreno y hacer un pozo”. El siguiente año comenzaron a construir.

Esto significaba no sólo ser vecinos sino hacer realidad muchas cosas que inventamos y medio armamos como performances cuando éramos unos adolescentes.

Pero Carlos, Carlos decidió dejar el escenario. Y ahí quedamos tú y yo.

Y no hicimos nada. Conversar algunas veces. Poco tiempo después se te dio la oportunidad de regresar a la Ciudad de México. Te negaste. No diste el paso hacia adelante y comenzar tu vida de escritor, responsabilizarte de ella y continuar tu profesión como funcionario cultural.

La culpa te atrapó y te amarró los pies y amordazó la boca.

¿En qué momento se quebraron los caminos y sus senderos luminosos?

Puedo decirte que después de la operación tengo una angustia muy grande. La estoy desarmando, al menos en mis sueños ya puedo salir de los espacios donde antes me perdía.

Quedó una obra pendiente de escribirse por Carlos, tú y yo.

En el recuerdo nos vuelvo a ver en el kindergarten metiendo el desorden, yo regando con la leche de mi botella las flores o tú y algunos vaqueros más amarrando a los indios al árbol y prendiéndoles fuego. Afortunadamente llegó a tiempo la madre Inocencia.

La directora, la madre Imelda, nos dio una buena reprimenda.

Tú, al igual que Carlos, decidiste dejar la escena.

Del trío de tres, solo queda uno.

Maricruz Patiño escribió que:

Un cuerpo es más que un cuerpo

un recipiente, un vaso

un cántaro, una piedra

un sueño aparejado con la puerta

cinco minutos más en esta cama.

Un cuerpo es más incluso que su cuerpo

soledad sostenida en la piel

profundo pozo, ausencia interrumpida

campana que anuncia la llegada a tiempo

voz que rompe un silencio

con su mirada verde

sobre el monte.

Un cuerpo es más que un cuerpo

es su morada, incluso, su pasión.1

———-

1.-Maricruz Patiño. “La misteriosa voz. Poesía reunida”, Colección Once mil Vírgenes, Ed. La cuadrilla de la langosta, noviembre 2015, p. 131.

Siguiente noticia

Cuy Manab