José Iván Borges Castillo *
Fragmentos de la Historia
Al apreciado doctor Jesús Lizama Quijano
En la historia del culto mariano en torno a la Nuestra Señora de Izamal, se encuentra una inflorescencia especial que trata de un navío español que surcó los mares hispánicos con el nombre de “El Santísimo Cristo de San Román y Nuestra Señora de Izamal”. Dos expedientes se resguardan en el Archivo General de las Indias, en Sevilla, España, bajo los título de: “Autos en la casa de contratación para la aprobación de Gaspar de Pimienta Palacio como acompañante de piloto del navío El Santísimo Cristo de San Román y Nuestra Señora de Izamal” y “Autos en la Casa de la Contratación para la aprobación de Pedro Méndez como acompañado de piloto del navío El Santo Cristo de San Román y Nuestra Señora de Izamal, de la flota de Tierra Firme”.
Dos patrocinios divinos enteramente yucatecos, revelan la devoción al crucifijo campechano y a la célebre Aurora de Yucatán, como lo que es la Virgen Santísima de Izamal. Ambos nombres sacros hablan del sentimiento criollo en torno a las devociones en el nuevo mundo, en las tempranas fechas de mediados del siglo XVII.
La devoción y culto a la Virgen María Señora de Izamal, rebasó pronto las fronteras imaginarias de la Provincia de Yucatán y se extendió hasta la Madre Patria. Fray Diego López Cogolludo escribió: “Creció tanta la devoción de los fieles con esta Imagen a vista de estas maravillas y pasó de estos reinos a los de España; y en todas partes, así como de la tierra como del mar, ha obrado Nuestro Señor por medio de su invocación, y encomendándose á ella los fieles, innumerables milagros, de que se pudiera escribir un gran volumen, si se hubiera tenido el cuidado que era justo”.
El nombre, milagros y devoción por Nuestra Señora de Izamal habían llegado hasta España, especialmente a Madrid y Sevilla, según consta las crónicas de Fray Bernardo de Lizana en su Devocionario y de Fray Diego López de Cogolludo su historia de Yucatán. Por lo que el nombre del navío Santo Cristo de San Román y Nuestra Señora de Izamal, no debe parecernos extraño.
Este navío español, del que solamente tenemos escasos documentos por evidencia de su existencia, compadeció sus autos de permiso en la Casa de Contrataciones en la ciudad de Sevilla, España. Los permisos o licencia de su piloto para zarpar, en un primer momento, fueron dados a Gaspar de Pimienta Palacios el 8 de julio de 1678, que se encontraba en el puerto de Cádiz, y aparece como marino del navío un tal Thomas de Pedregal. En el segundo expediente extendido en enero de 1681, tres años después, aparece Juan de Mendoza como maestre del navío y Pedro Méndez solicitando ser capitán; en la dicha solicitud aparece el nombre de don Juan Tello de Guzmán como presidente de la junta oficial de la Real Audiencia de la Casa de Contrataciones, tan sólo dos años antes de que viniera a las Indias a tomar posesión como gobernador de Yucatán.
Probablemente dicho navío salió a alta mar en Cádiz y demás puertos españoles, y quizá hubo de venir hasta tierras novohispanas.
Se volvió costumbre el de nombrar los barcos, navíos, carabelas y demás transportes marítimos con el nombre de santos canonizados o con advocaciones de la Santísima Virgen María para rogar su protección. La más clásica y conocida fue la nave capitana de Cristóbal Colón llamada San María, a ella le siguieron otras más. La solicitud del amparo divino se retrataba. En la parte superior del espejo de la popa se colocaba la imagen sacra, cuyo nombre ostentaba el navío, y podemos decir que la imagen de la Virgen de Izamal surcó las aguas españolas en nave al garete. Pregonando e invocando a su vez, viento en popa, su sacrosanto nombre.
El historiador Fausto Zerón Medina escribe: “Muchos barcos llevaban pinturas en las que se reproducía la imagen venerada… María cruzó el Atlántico hacia América vestida con distintas ropas e invocada con diversos nombres”. Hasta Alejo Fernández pintó en la Casa de Contratación a Nuestra Señora de los Mareantes, con Cristóbal Colón a sus pies y demás famosos marineros. Pero no sólo fue un viaje de venida al Nuevo Mundo, sino también un inverso tránsito mariano a España con las devociones que ya brillaban en este suelo, así lo atestigua la existencia de este navío de bajos el nombre de Nuestra Señora de Izamal que se encontraba en el puerto de Cádiz.
El pueblo español era profundamente mariano. Los marineros españoles se ponían bajo la protección de la Virgen en sus múltiples advocaciones, invocada como la estrella de mar, la de Atocha, la Candelaria, la de Monserrat, la del Pilar de Zaragoza, la de las Mercedes, y pronto comienzan a aparecer con los nombres de las criollas Vírgenes de Izamal, de Guadalupe y algunas otras más.
Ya en sus sonetos para el siglo XVI, el gran Hernán González de Eslava lo cantaba:
“-¿Quién en la nao capitana
que lleva tal compañía?
-Es la bendita María,
hija de Joaquín y Ana.
-Oh Princesa Soberana
de vos diré este loor:
¡Esta Nave se lleva la Flor,
que las otras no!
Ninguno de los cronistas de siglo XVII hacen referencia a este navío, pero consta ciertamente en ellos la devoción profunda para con la Virgen de Izamal, que no se limitaba a esta tierra, sino que, sobre los mismo mares también se le invocaba con especial acento de protección, a su nombre se rogaba socorro en el peligro y se bendecía en la prosperidad del buen viaje, así lo dejara escrito Fray Bernardo de Lizana: “…y aun paso los mares, hasta tierras y reinos remotos, donde levantando los fieles los ojos a esta Reina celestial veían, han visto, y ven las muchas maravillas que ha obrado, y obra en sus devotos…”.
* Historiador
Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán