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Cultura

La Virgen de Ruinas de Aké

José Iván Borges Castillo*

La conocida popularmente como Virgen de Ruinas de Aké, es una de las vírgenes peregrinas cuya devoción y especial afecto se extienden en diferentes comunidades de Yucatán.

Es un caso muy particular porque, a diferencia de las imágenes de la Virgen María en sus múltiples advocaciones que visitan comunidades, como la Virgen de Tetiz o Buctzotz, la de Aké visita hogares de familias donde es venerada con novenario y sus festividades revisten de solemnidad según la posibilidad de sus devotos.

La imagen de la Virgen de Aké es una obra, al parecer, tallada por yucatecos, pequeña en tamaño, y es probable que sea inspirada en un grabado de la Virgen de Izamal publicado en la ciudad de México en 1764, y reproducida en Yucatán en diferentes años durante el siglo XIX, como parte de la novena que habían patrocinado a que saliera a la luz pública por los condes de Miraflores. Los detalles de la escultura revelan la semejanza con el grabado que sirvió de inspiración al imaginero para crearla. Los mencionados condes de Miraflores eran los dueños de varias haciendas ganaderas, entre ellas Aké que, posteriormente, se convertirían en grandes haciendas de henequén. En las haciendas que poseían en el siglo XVIII, varias estaban colocadas bajo el patrocinio de la Virgen María en sus títulos de Asunción o Inmaculada, y en caso de no estarlo, había en ellas especial veneración por Nuestra Señora. Como en el caso de Aké, cuyo patrono era San Lorenzo Mártir, pero tras la aparición de su imagen en la segunda mitad del siglo XIX, el culto se tornó por la Virgen.

El pueblo de Ruinas de Aké se ubica entre pueblos que destacan por su especial culto mariano como Euán, Ekmul y Tixkokob.

Fue en la época prehispánica, cuando un importante pueblo maya contaba con un gran sac bé que lo comunicaba en línea recta con la antigua Itzamatul.

Cuenta la antigua leyenda que al rayar el mediodía en la época de sequía, dos campesinos treparon sus antiguos “mules”, cerros de los mayas como son conocidos popularmente, a limpiarlos de la maleza y quemar su copal pidiendo fertilidad para la tierra, y grande fue la sorpresa cuando vieron salir luz entre el alto monte, con sus coas cortaban la maleza afanosos para encontrar el origen de esas llamas, cuando un estruendo hizo caer las piedras y enredaderas, y apareció como por encanto una pequeña imagen de la Virgen María, suspendida entre las piedras, radiante y hermosa.

Su título es la Inmaculada Concepción, por sus manitas unidas y levantadas sobre su pecho, la mirada al frente, el cabello suelto descansa sobre su espalda, y se encuentra parada sobre una nube con un querubín a sus pies.

El suceso convocó a todos sus humildes moradores del pueblito, quienes alegres y contentos por el hallazgo, la bajaron del lugar y la llevaron a casa de alguno de los principales. Dicen los de Aké que la Virgen comenzó a mostrar cariño a su pueblo sanando a los enfermos, socorriendo a los que la invocaban.

Y como se parecía a la imagen de la Virgen de Izamal, comenzaron a llamarla cariñosamente como la Xkichpan Mamá o la Mamá bonita o linda… ¡Pareciera como si Mamá Linda hubiera recorrido ese antiguo sac bé para llegar a Aké y consolar a sus hijos! Ya no fue Sac Nicté ni la antigua Lol Bé, ahora es María la Xkichpan Koólebil o Maáma.

Para mostrar la aceptación, los humildes vecinos erigieron en la cima del antiguo cerro maya una casita de paja, como oratorio para exponerla a la devoción. Y la fama de milagrosa acompañó la noticia de su misteriosa aparición que se esparció entre los pueblos vecinos, de donde llegaron a visitarla, y comenzaron a pedir sea llevada a las comunidades para rendirle veneración y especial tributo.

El viajero francés Chambon, Ludovic que visito Yucatán entre los años de 1885 y 1890, refiere lo que encontró en el pueblo de Aké en su libro “Viaje a un México pintoresco. Yucatán, Campeche y Chiapas, México”.

“De pronto oí algunos disparos y gritos que parecían acercarse a la casa vivienda. Estando cerca del territorio de los indios bravos, por un momento pensé en una de sus incursiones. Inmediato salí, feliz de tener la ocasión de empuñar mi revólver, y vi a un indio muy alto, llevaba una caja sobre la espalda… alrededor de él, como 15 de sus congéneres bailaban, saltaban, gritaban descargando sus fusiles, mientras que el último de la fila tenía una botella de aguardiente sobre la nariz.

–¿Qué es eso?

–Es mamá linda.

–Pero ¿qué es mamá linda?

–Tuve una explicación. La mamá linda, la gentil mamá linda es la Virgen. Como en este país de separación de la Iglesia y el Estado, no todos los pueblos pueden tener una estatua, entonces la mamá linda viaja un mes por aquí, dos meses por allá… la procesión escaló las anchas escaleras de la vieja pirámide, en la cima de la cual está construida pequeña iglesia de Aké, que tomó el lugar de un antiguo templo de Kukulkán; descansamos ahí durante media hora. La caja se abrió, y la mamá linda recibió la adoración de todos. Nada era tan curioso de cómo ver a los bebés indígenas desnudos, levantados por las mujeres, besar maravillados el vestido de adornos de oro de la pequeña madona. Al poco tiempo, la Virgen viajera volvía a partir con su tumultuosa escolta.”

Es probable que el francés escuchara en lengua maya la palabra Xkichpan Maáma y que tradujo como Mamá Linda. Expresión cariñosa en maya con que es llamada la Virgen María.

Por el viajero francés sabemos que se le daba el nombre de Mamá Linda, sin embargo dado a la tradición española ya entonces sincrética se comenzó a llamar a las imágenes marianas por el nombre del lugar donde se encontraban, así comenzó a llamarse la Virgen de Izamal, de Tetiz, de Buctzotz, de Tabi, y con la nueva aparición comenzó a resonar el nombre de la Virgen de Ruinas de Aké, aunque su título sea, como ya dijimos, la Inmaculada Concepción, por eso su fiesta principal es el 8 de diciembre.

La sintieron tan propia nuestros abuelos mayas, que pronto la vistieron con hipiles, y por mantilla un rebozo. Un manto la cubrió y luego otros atuendos entre vestidos y huipiles y ternos de mestiza, según sea la afinidad de sus devotos.

Su fama aumentó de tal forma, que comenzó a ser llevada a los pueblos vecinos para realizarse su novenario piadoso. La llevaban a Tixkokob, a Tahmek, a Seyé, a Tekal de Venegas, a Izamal, a Tepakán, a Kimbilá, a Cacalchén, a Hocabá, a Tixpéual, a Mérida, y el peregrinar se hizo largo… lo mismo rezaban o cantaban sus glorias en una próspera villa yucateca que en un pueblo, hacienda, finca o ranchería.

Devotos colgaron en sus manitas y en su vestimenta, prendas de oro y plata, cuerpecito o “kexitos”, cintas y flores la arroparon. Pronto portó corona de oro y luna de filigrana, exponiendo cada vez más sus dotes de milagrosa.

En Tekal de Venegas en casa de la señora Vitaliana Vega, se encuentra una fotografía de 1950 de la Virgen de Aké, cuando ella visitaba a este pueblo. Otras fotografías de sus visitas las hemos encontrado en Seyé, adonde aún es llevada todos los años, colección del maestro Francisco Cristino Zapata Reyes, probablemente de esa misma década.

Por eso cuando en las noches de luna menguante y estrellas refulgentes en el firmamento, los abuelos evocan el recuerdo nostálgico de cómo la Virgen Señora de Aké, apareció entre ellos, como diciéndoles que los acompañarían desde entonces, fertilizando sus tierras y protegiendo a sus familias.

¡Bendita sea tu pureza María del pueblo de Aké!

Y termino diciendo que hasta hoy, la Virgen de Aké sigue recorriendo los caminos de Yucatán como lo hizo con nuestros abuelos.

*Escritor comunitario

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