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Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos

Manuel Navarro Luna

II

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Soñar es andar

Soñar es andar. Soñar

puede cualquier peregrino.

Pero hay que tener camino

para poder caminar.

Más que los pies para andar

y los ojos para ver,

lo que hace falta tener

es camino, duro o blando,

para poder ir cantando

hacia el nuevo amanecer.

Tal vez no puedas llegar

a la estación preferida;

pero si toda tu vida

es un noble caminar,

nada te podrá quitar,

aún lejos de la estación

soñada, la posesión

del camino recorrido,

y ya extendido, extendido

en tu propio corazón.

Quien el camino ha ganado

lo lleva adentro. Después

no necesita los pies

para caminar. Sentado

sobre su propio costado

puede andar, con paso fuerte,

y aunque el camino despierte

a la mañana florida,

por dentro viene la vida

sin la muerte.

Soñar es andar. Si afinas

tu sentir verás que cuando

caminas estás soñando

y cuando sueñas caminas.

Y si al andar iluminas

algún oscuro barbecho,

también puedes algún trecho

de la vida iluminar

si tú pones a soñar

los latidos de tu pecho.

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Si es buena la sementera

Si es buena la sementera

un solo grano te basta,

teniendo siempre en el asta

tu bandera.

Y como la primavera

no es del surco abandonado,

sé tú un surco trabajado;

sé cuna de tu simiente,

ya convertida tu frente

en la fuerza del arado.

No es el arado quien ara,

sino el brazo que lo guía.

Como tampoco es el día,

sino la luz que él depara

la que ilumina la cara

del surco, donde el amor,

siendo amor, es el sudor

en espigas convertido.

¡No hay surco que no sea nido

de la flor!

Los muchos años tal vez,

nos dejen una honda herida.

Pero en una frente ardida

por el amor no hay vejez.

Así, en el surco tú ves,

aunque no haya luz ni trino,

que nada importa al destino

de una cosecha bastante,

que se canse el caminante

si no se cansa el camino.

El que sabe caminar,

caminando siempre llega.

Hasta la paloma ciega

sabe a su nido volar.

Mas no puedes descansar

por muchos que sean tus años;

por hondos que sean los daños

del camino que te dejo,

y del que nunca me alejo,

aunque todos me abandonen,

pues para el camino joven

ningún caminante es viejo.

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