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Cultura

La vuelta al mundo con Michael Anderson

De contar con una agenda para inscribir los acontecimientos más importantes de su vida, es casi seguro que el director de cine británico, Michael Anderson, haya anotado el año 1956. Cuando se cumple el centenario de su nacimiento en Londres el 30 de enero de 1920, lo que la gente recuerda –la de más edad, no tanto los jóvenes–- es la acogida que en muchas partes el público dispensó a la película La vuelta al mundo en 80 días y el interés de la crítica hacia la versión de la novela de George Orwell, 1984, ambas realizadas por Anderson aquel año.

Hasta ese momento acumulaba unas cuantas obras de disminuido relieve, y solo una de éxito rotundo, The Dam Busters (Destructores de represas), tan rotundo que en 1955 recaudó como ninguna otra en Gran Bretaña.

La fama de hábil artesano manifiesta en ese filme, le abrió las puertas de Hollywood para La vuelta al mundo… En realidad la pegada de The Dam Busters se debió más al suceso histórico recreado que a la creatividad del director.

En la memoria viva de los espectadores estaba la hazaña de los pilotos ingleses del Escuadrón 617 de la Royal Air Force (RAF) que en el verano de 1943, atacaron las represas Möhne, Eder y Sorpe en la Alemania nazi, lo cual significó un golpe demoledor a la infraestructura del Tercer Reich.

Protagonizada por Richard Todd y Michael Redgrave, el British Film Institute la votó para el puesto 68 entre las cien mejores película británicas del siglo XX. Cada vez que se conmemora un aniversario del acontecimiento bélico, las televisoras locales programan su proyección y suelen citarse fragmentos en las veladas oficiales de recordación.

Con mucha más ambición Anderson emprendió 1984. En el trasfondo de la puesta en pantalla se respiraban los efectos de la propaganda al uso de la guerra fría, que estigmatizaba a la Unión Soviética y los países socialistas de Este europeo como regímenes totalitarios altamente represivos y anuladores de las libertades individuales. De ahí que al ser estrenada en los Estados Unidos, The New York Times valorara la adaptación como “una película cruda, sobria y reflexiva, si no completamente persuasiva”, mientras Boston Globe destacó que “la película transmitía la misma sensación de horror sombrío y aprensión que Orwell desarrolló” en el texto literario. Al verla ahora, nos damos cuenta de que por mucho que Anderson quiso hacer cine de verdad, hubo pocas ganancias artísticas. Pero permitió que la mente calculadora del productor estadounidense Michael Todd, el tercero de los siete maridos de Elizabeth Taylor, lo tuviera en cuenta.

Anderson llegó a La vuelta al mundo… por un resquicio. John Farrow, coautor del guión, llevaba las riendas de la primera semana de filmación cuando Todd lo sustituyó al parecerle que aquél no explotaba la espectacularidad de las escenas rodadas en la plaza de toros de Chinchón. Ahí entró Anderson y cumplió con las expectativas de Todd, a fin de cuentas, el demiurgo del taquillazo que le valió el Oscar al mejor largometraje.

Entre las cosas que dieron lustre a la película, además de su abultado presupuesto, figuran los llamados cameos, es decir, brevísimas apariciones de celebridades que se interpretan a sí mismos en la pantalla, como las de Marlene Dietrich, Buster Keaton, George Raft, Frank Sinatra, John Gielgud, Trevor Howard, Peter Lorre, Charles Boyer, César Romero, Fernandel y el torero español Luis Miguel Dominguín. Por su fuera poco, el productor puso en práctica un sofisticado e inédito sistema de postproducción al que llamó Todd A-O.

El director británico vivió su momento de gloria y, una y otra vez, evocaba los ardides empleados para sacar el mejor partido posible a la versión de la novela de Julio Verne. Sin embargo, a la hora del reparto de estatuillas –ganó otros cuatro Oscar, aparte del correspondiente a la película de ficción–, Anderson se fue con las manos vacías, pues no obtuvo el codiciado galardón al mejor director.

En América latina, y de manera particular en México, la producción añadió a sus valores la inclusión en el elenco de Mario Moreno, Cantinflas. El propio Todd viajó a Ciudad de México para contratar al comediante. Cantinflas, como contrafigura del flemático Phileas Fogg (David Niven), hizo lo que sabía hacer al encarnar a un personaje de nacionalidad indefinida aunque, obviamente, del Tercer Mundo hispano.

En lo adelante, Anderson se limitó a filmar lo que le pedían, películas de mucho oficio y vuelo rasante, salvo La fuga de Logan (1967), obra que anticipó más de una de las sagas distópicas a que el cine en los últimos tiempos nos ha acostumbrado.

Al morir en 2018, a los 98 años de edad, Anderson había vivido tiempo suficiente como para advertir que una secuencia de The Dam Busters había servido de patrón para el ataque a la Estrella de la Muerte en el clímax de uno de los filmes de La guerra de las galaxias. Alguna vez comentó que, al menos, otros cineastas se inspiraban en él.

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