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Internacional

Las legislativas y la pugna por el poder

Pedro Díaz Arcia

Concluyeron las apuestas y especulaciones sobre las elecciones de medio término, llamadas así porque se realizan en un momento equidistante entre la asunción a la presidencia y el fin del mandato cuatrienal. Aunque las últimas encuestas apuntaban a una división de poderes en el Congreso, marcando una victoria vdemócrata en la Cámara de Representantes y un triunfo republicano en el Senado, nada se daba por seguro.

En una apresurada carrera de obstáculos, Donald Trump repitió en actos urgentes de campaña que sentía una “electricidad en el ambiente como nunca” desde 2016. No obstante, se vislumbraba la posibilidad que “fuerzas electrizantes”, agotadas de una retórica de división y odio, en una imprevista subida de voltaje quemara sus alas y lo obligara a beber en el pozo del consenso.

¿Qué sucederá si el Partido Demócrata domina la Cámara Baja?

Primero, que el presidente no podrá gobernar a sus anchas. Algo así como una “cohabitación política” en la que sus caprichos de psicópata no podrán servirse a la orden; ni siquiera la elite del partido, que se vio obligada a inclinar la cerviz ante su desprecio, podría sacarlo del hoyo sin perder más de lo que ya ha perdido.

Sus proyectos de leyes tendrían que pasar por el filtro demócrata, que seguramente se cuidará de acciones revanchistas que puedan lacerar intereses esenciales del país; pero debe pasar factura a la desfachatez con que ha manipulado los hilos del poder y atacado sin pudor a sus contrincantes. Por cierto, tampoco el Partido Demócrata puede presentar castidad en sus credenciales ante la comisión de tantas violaciones a principios tan sensibles como el respeto a países con regímenes políticos ajenos a los intereses de Estados Unidos. Los ejemplos sobran en el mundo.

Podría pensarse en la tercera opción, es decir, una agrupación política que dispute el dominio de un sistema de rotación cuya arquitectura actual no admite equilibrios y que por ahora no está a la vista; con independencia de la pujanza con que han aparecido en el escenario nacional fuerzas que apoyan un cambio en el diseño de poder que ha marcado la historia moderna de la nación.

Sólo la postulación de 256 mujeres (197 por los demócratas y 59 por los republicanos), aspirando a escaños en el Congreso, estableció un récord en los registros electorales; y de ganar los 3 afroamericanos que disputan las gubernaturas de Maryland, Georgia y Florida se implantaría un nuevo hito, pues sólo dos lo han logrado hasta hoy. Son estratos entre otros, que, como los “milenians”, exigen un protagonismo que le ha sido vedado.

El mundo, atento a lo que suceda en estos comicios legislativos, tiene conciencia de lo que significa un triunfo republicano; y espera un golpe de timón hacia una gobernanza respetuosa de íconos que, violentados: como el multilateralismo, la política migratoria con el uso brutal de la violencia; la ruptura de convenios logrados luego de difíciles negociaciones; o la imposición de modelos administrativos que no se corresponden con la idiosincrasia, la identidad, y el apego de los pueblos a su soberanía, pueden causar catástrofes irreversibles.

Los republicanos han eliminado los controles al capital financiero y a grandes inversiones corporativas, sin importarles el daño al medio ambiente en aras de favorecer el gasto militar; en la medida en que priorizaron la reforma fiscal y el proteccionismo; y las limitaciones en las proyecciones demócratas están determinadas porque tampoco representan a los sectores más necesitados, aunque son más dúctiles que sus adversarios; ni responden a la mayoría ciudadana, sino a selectos grupos de poder.

¿De males el menor? En esa estábamos cuando el árbitro levantó el brazo al vencedor.

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