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Internacional

'Un artista debe ser lo más sincero posible”

Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga

LA HABANA, Cuba.— Su reciente proclamación como Premio Nacional de Artes Plásticas 2018 ha sido la motivación para ir a conocer a José Angel Toirac no a los museos, sino a la vieja casa del barrio de Centro Habana a la que atentamente nos invita y donde, como buen cubano guantanamero, lo primero que brinda es una sabrosa tacita de café.

Allí se mudaron sus padres cuando vinieron desde la provincia más oriental del país en los años de 1972 ó 73 y él era un adolescente.

La sigue considerando su vivienda aunque ya no resida en ella. Pero ha dejado en el empinado y fresco apartamento el taller donde se encuentran algunas de sus obras recientes, como “Profile” (Perfil): la serie de dibujos con los que ha intentado sintetizar la personalidad de Fidel, basándose en las declaraciones brindadas por el Comandante en Jefe a Ignacio Ramonet y que conformaron el libro “Cien horas con Fidel”.

Aunque considera que uno siempre declara que la obra que más le gusta es en la cual trabaja —“y es cierto”— “Profile” está entre las que más le satisfacen de ya las terminadas. En ella enfrentó el desafío de realizar el retrato del líder de la Revolución sin su presencia.

“El arte es eso. Una u otra manera de comunicación que logra una comunicación más amplia con las personas: uno elabora un producto con autonomía que va a seguir diciendo cosas aun cuando ya uno no esté físicamente”, considera.

Pero son las ideas en las que está trabajando ahora, enfatiza, las que más le entusiasman. Se trata, cuenta, de “cómo imaginarnos el mundo sin Fidel. Son una serie de obras después que él ya no está. Estoy trabajando en varias ideas en ese sentido….”

Pondera varias veces la formación que recibió en la Escuela de Arte de San Alejandro y en el ISA (Instituto Superior de Arte) —de donde egresó, respectivamente, en los años de 1985 y 1990— y pienso que, en realidad, fue sólida: José Angel Toirac es capaz de hacer entender con breves palabras los resortes que estimulan y matizan sus creaciones, a una intrusa en cuestiones artísticas como esta reportera.

—Tienes distintas formas de expresión y lo haces en variados formatos, incluso has usado el video. ¿Por qué?

—Pienso que los artistas tienen una o dos ideas, no más. Ves una obra de Wifredo Lam y te puedes imaginar su obra aunque, por supuesto cada día iba a más. Pero ya hay una especie de sello personal. La gente piensa que es una fórmula pero se le llama estilo. Es una idea que condensa de esa manera. Y yo tengo una, o dos o tres ideas a lo máximo, que son el hilo conductor de toda mi obra. Alrededor de ellas se organiza absolutamente todo.

“La manera en que esa idea se materializa depende de los tiempos. Y hubo un periodo en mi vida en el año 2005 en el cual yo estaba construyendo, y me era imposible físicamente pintar u otro tipo de cosas. Y casi todo lo que produje ese año, porque uno no deja de crear, fue en soporte de video. En ese año fui muy prolífero y fructífero en un soporte, video, que a esas alturas todavía no era tradicional.

“También la formación que yo tuve, y la tuvo mi generación completa, estaba orientada hacia el conceptualismo. Es decir, que lo importante es esa idea, lo que quieres decir; ese discurso lo determina absolutamente todo. Porque no puede haber incongruencias entre ese discurso y la manera en que se materializa.

“La idea alrededor de la cual gira el sistema solar, que es mi trabajo, es el de la representación. Es decir, cuán importante es ese tema en la contemporaneidad, en la cual la vida y la realidad se filtran por tantos medios. En Cuba menos, pero en muchos lugares del mundo el contacto personal ha disminuido al mínimo, son todos contactos virtuales. Eso se aplica absolutamente a todo y se aplica incluso al estudio propio del arte.

“Recuerdo mi frustración cuando vi el cuadro de la Mona Lisa, tan distinta a como la recordaba de los libros. Eso se aplica a todo: cuán distinta queda la realidad de la experiencia de tus sentidos. Y cómo tú te representas esa realidad. Siempre existen falsas representaciones y la ideología es una de ellas. Entonces mi obra es como decir: “Oye, despierta. Lo que estás viendo puede no ser”.

“Por eso acudo a la mitología, el arte, la religión, la historia, la política. Constituyen mi material de trabajo porque, en definitiva, son maneras diferentes de reflejar la realidad”.

-Eso te convierte en un artista netamente de asuntos contemporáneos.

-Es una temática contemporánea. Llegó a ser un problema para la contemporaneidad. Había mucha ingenuidad. Aborígenes australianos no querían que los retrataran porque decían que les robaban el alma. Ellos no distinguían entre un cuadro y la realidad.

“Pero sólo una percepción ingenua de la historia del arte puede creer que la representación es la realidad”.

-¿Cuáles son los temas puntuales que más te interesan entre esos asuntos contemporáneos? ¿La política, la figura de Fidel?

—Sí, porque vivo en Cuba. Pienso que un artista debe ser lo más sincero posible, y la mejor manera de hacerlo es que tú conozcas lo que plasmas y que te duela. Tampoco está bien hablar por los demás. A mí me toca hablar de Fidel, del Che; de mi historia, mis problemas. Pero la manera en que tú hablas de eso hace que el discurso se agote en lo local, o trascienda a lo universal.

“Yo trabajo con las imágenes de Fidel y del Che, pero son imágenes arquetípicas para mí. No me refiero a un individuo concreto. Me interesa ese punto en el cual el ser humano que fue el Che se convierte en un símbolo; y eso no depende de mí. El Che es un símbolo por sí mismo y por todos los que han hablado mal y bien de él, y han hecho de él un paradigma.

-Esa sinceridad ¿te habrá llevado a ser irreverente?

-Hablemos, hipotéticamente, de una circunstancia en que se profesa, digamos, una religión. Llega un momento en que la gente entra en contradicción con ese sistema. Y son irreverentes casi por casualidad, por ingenuidad.

“Yo lo que no me he propuesto es ser irreverente por naturaleza. Sigo mi camino, mis interrogantes; no me conformo con la primera respuesta a la hora de elaborar mi propio trabajo.

“Sin embargo, hay un entrenamiento que me dio la escuela en Cuba, que me enseñó a pensar: si pensando yo entro en contradicción con el sistema, no es mi problema. Tú tienes que disentir de la opinión de tus padres pero ellos lo siguen siendo y tú continúas siendo su hijo.

“Cada uno tiene su rol, y creo que la labor de un artista es abrir interrogantes, no dar respuestas. Las respuestas las dan los políticos”.

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