KAUNAS, Lituania, 23 de septiembre (AFP/DPA/EFE).- El papa Francisco evocó el domingo ante 100,000 fieles católicos el exterminio de los judíos de Lituania perpetrado por los nazis, setenta y cinco años después de la liquidación del gueto de Vilna, y llamó a las nuevas generaciones a no ceder a “cantos de sirena” similares.
“Hace 75 años, esta nación presenciaba la destrucción definitiva del gueto de Vilna. Así culminaba el aniquilamiento de miles de hebreos, que ya había comenzado dos años antes”, recordó con tono grave el papa antes de la oración del Ángelus, en un parque de Kaunas, la segunda ciudad del país.
“Hagamos memoria de aquellos tiempos”, dijo el pontífice en el segundo día de su viaje a los países bálticos, y pidió el “discernimiento para detectar a tiempo cualquier rebrote de esa perniciosa actitud, cualquier aire que enrarezca el corazón de las generaciones que no han vivido aquello y que a veces pueden correr tras esos cantos de sirena”.
El 23 de septiembre de 1943, las fuerzas ocupantes alemanas desalojaron el último de los dos guetos judíos de la Ciudad Vieja de Vilna, la capital lituana. Quienes no habían sido trasladados ya a campos de exterminio nazis fueron deportados o asesinados.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, el 40 por ciento de los habitantes de Vilna eran judíos. Durante la ocupación alemana, entre 1941 y 1944, los nazis y sus colaboradores locales mataron a más del 90 por ciento de los 200,000 judíos que vivían entonces en Lituania.
Después de la oración del Ángelus, Francisco señaló que iría a rezar por la tarde ante el monumento a las víctimas del gueto de Vilna, la capital del país. “Pienso en modo particular durante estos días en la comunidad judía”, añadió.
Poco antes, en otra misa multitudinaria, el papa también evocó los sufrimientos del conjunto de la población, bajo el yugo de los nazis primero y bajo el régimen soviético después.
“Las generaciones pasadas habrán dejado grabado a fuego el tiempo de la ocupación, la angustia de los que eran llevados, la incertidumbre de los que no volvían, la vergüenza de la delación, de la traición”, dijo. Kaunas sabe de esto; Lituania entera lo puede testimoniar con un escalofrío ante la sola mención de Siberia, o los guetos de Vilna y de Kaunas”.
En el mismo momento, una veintena de judíos reunidos en la sinagoga de Vilna, a cientos de kilómetros, enumeraba con tristeza el nombre de algunos supervivientes del gueto, donde murieron 70,000 personas.
La visita del papa a este país de menos de 2.9 millones de habitantes, en su mayoría católicos, despertó emoción en Kaunas. “Nos trae esperanza. ¿Qué esperanza? La de un mañana mejor”, dijo Edyta, una mujer de 30 años.
“Jerusalén del Norte”
Llamados “litvaks”, los judíos lituanos formaban, hasta los años 1940, una comunidad de más de 200,000 miembros que hicieron florecer la literatura yiddish y la vida religiosa. Muchos políticos, como el ex primer ministro israelí Ehud Barak, personajes de la cultura como el escritor Amos Oz, artistas y empresarios tienen raíces lituanas.
El exterminio que los nazis llevaron a cabo -con algunos colaboradores lituanos- afectó a prácticamente todos aquellos que habían convertido a Vilna en la “Jerusalén del Norte”.
Los pocos supervivientes fueron en muchos casos ayudados por amigos lituanos, más de 800 de los cuales fueron merecedores del título de Justos entre las naciones del mundo, entregado por el Instituto Yad Vashem de Jerusalén.
En la actualidad, no quedan más que 3,000 judíos en Lituania.
Cuando hablan de la Segunda Guerra Mundial, los lituanos utilizan el plural para hablar de dos ocupaciones: la alemana y la soviética.
La policía política de Moscú, el KGB, tomó posesión de la prisión de la Gestapo y la empleó hasta los años 1980 para detener e interrogar a curas que se negaban a aceptar el acoso contra el clero y los creyentes.
Fue el caso de Sigitas Tamkevicius, en la actualidad arzobispo octogenario. Detenido en 1983, fue duramente interrogado por los investigadores del KGB, que querían interrumpir a toda costa la redacción y difusión de un boletín clandestino sobre las persecuciones de los católicos, “Crónica”, que circulaba de contrabando a Occidente y era leída por las emisoras de radio que emitían desde el extranjero.
Antídoto propuesto por el Papa contra los impíos que oprimen al pueblo
A partir de la lectura del día del Libro de la Sabiduría, donde se habla “del justo perseguido, de aquel cuya ‘sola presencia’ molesta a los impíos”, el Pontífice contrapuso la actitud de aquel que recuerda los sufrimientos del pueblo con la de quien pretende eclipsar esa memoria con el “afán de primacía”.
En la lectura del Libro de la Sabiduría, “el impío es descrito como el que oprime al pobre, no tiene compasión de la viuda ni respeta al anciano. El impío tiene la pretensión de creer que su ‘fuerza es la norma de la justicia’”.
“Someter a los más frágiles, usar la fuerza en cualquiera de sus formas: imponer un modo de pensar, una ideología, un discurso dominante, usar la violencia o represión para doblegar a quienes simplemente, con su hacer cotidiano honesto, sencillo, trabajador y solidario, expresan que es posible otro mundo, otra sociedad”.
El Papa aseguró que “al impío no le alcanza con hacer lo que quiere, dejarse llevar por sus caprichos; no quiere que los otros, haciendo el bien, dejen en evidencia su modo de actuar. En el impío, el mal siempre intenta aniquilar el bien”.
En su reflexión, Francisco retrocedió 75 años en la historia para recordar uno de los episodios más trágicos de la historia de Lituania: la destrucción del Gueto de Vilnia durante la II Guerra Mundial: “Así culminaba el aniquilamiento de miles de hebreos que ya había comenzado dos años antes”.
“Al igual que se lee en el libro de la Sabiduría, el pueblo judío pasó por ultrajes y tormentos. Hagamos memoria de aquellos tiempos, y pidamos al Señor que nos dé el don del discernimiento para detectar a tiempo cualquier rebrote de esa perniciosa actitud, cualquier aire que enrarezca el corazón de las generaciones que no han vivido aquello y que a veces pueden correr tras esos cantos de sirena”, pidió el Papa.
Por ello, exhortó a mantenerse vigilantes frente a la tentación del “afán de primacía, de sobresalir por encima de los demás, que puede anidar en todo corazón humano”.
“Cuántas veces ha sucedido que un pueblo se crea superior, con más derechos adquiridos, con más privilegios por preservar o conquistar”.
El Pontífice se preguntó: “¿Cuál es el antídoto que propone Jesús cuando aparece esa pulsión en nuestro corazón o en el latir de una sociedad o un país?: Hacerse el último de todos y el servidor de todos; estar allí donde nadie quiere ir, donde nada llega, en lo más distante de las periferias; y sirviendo, generando encuentro con los últimos, con los descartados”.
Francisco finalizó su reflexión previa al rezo del Ángelus pidiendo a la Virgen “que nos ayude a plantar la cruz de nuestro servicio, de nuestra entrega allí donde nos necesitan, en la colina donde habitan los últimos, donde es preciso la atención delicada a los excluidos, a las minorías, para que alejemos de nuestros ambientes y de nuestras culturas la posibilidad de aniquilar al otro, de marginar, de seguir descartando a quien nos molesta y amenaza nuestras comodidades”.