Pedro Díaz Arcia
La actual situación en Medio Oriente no podía ser más complicada, pero si algo faltaba para agudizarla Donald Trump cumplió la tarea. Hace poco reconoció la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, violando las respectivas resoluciones 242 de 1967 y la 497 de 1981 de la ONU, que consideran “inadmisible la adquisición de territorios por medio de la guerra”, así como que Israel no puede imponer sus leyes, jurisdicción y administración sobre el territorio sirio ocupado, que estipuló como “nula, inválida y sin efecto internacional legal”. El lunes incluyó a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán como fuerzas terroristas.
En este escenario, la convocatoria a elecciones anticipadas en Israel, uno de sus principales aliados de Washington en el mundo, genera dudas de si el primer ministro, Benjamín Netanyahu, se mantendrá en el cargo; de ser así, se avizoran momentos críticos para que pueda gobernar en una zona de confort.
Los electores, unos 6 millones, votan por listas partidarias para conformar el Parlamento de 120 escaños, según las cuotas proporcionales que correspondan a cada partido. La cifra clave es agrupar 61 escaños mediante coaliciones; pero insuficiente para moverse con toda autoridad como Primer Ministro.
Netanyahu ha dirigido el país desde 2015 al aglutinar a seis agrupaciones políticas (67 escaños), enfrentadas a cuatro partidos de oposición. Un experto opina que esa coalición tradicional se ha debilitado por la proliferación de partidos en un nuevo contexto. Un total de 47 listas registradas se disputan a los votantes, desde el Likud (derecha mayormente laica) y Kajol Lavan (centro), hasta Agudat Israel (ultraortodoxo).
Todo indica que la pugna se dará entre Netanyahu del Likud y el ex general retirado Benny Gantz del partido Kajol Laván (Azul y Blanco). Los partidos de derecha y sus derivaciones son leales al Premier. Mientras los bloques de centro, alineados con la izquierda, carecen de oportunidad de llegar al poder al no aceptar asociarse con partidos que agrupan a la población árabe-israelí.
Las divisiones en el Likud dañan a Netanyahu, pero las encuestas lo favorecen. Sin embargo, La ultraderecha, un tercio de la coalición, está por la anexión unilateral de Cisjordania; cuando él apuesta por el estatus quo.
¿Qué papel desempeñan Estados Unidos y el lobby sionista?
El Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC), por sus siglas en inglés), fundado en 1951 apenas creada la ONU, se ha convertido en uno de los lobbies más influyentes del mundo por su enorme poder sobre Washington. Su objetivo es el de presionar al Congreso estadounidense en temas relacionados con Tel Aviv. Y aunque sostiene reuniones periódicas con los congresistas a través de eventos de distinta naturaleza; su convención anual es la “cereza del pastel”, a la que asisten con frecuencia hasta dos tercios de la Cámara de Representantes, incluido el Presidente.
Si bien el lobby no hace donaciones directas a las campañas electorales; sin embargo, realiza aportaciones financieras a través de otros grupos de interés o directamente a candidatos federales. Incluso, son conocidos los viajes anuales a Israel por congresistas y sus familias sufragados por AIPAC a un costo de 10.000 dólares por persona. Por otra parte, el Senado estadounidense convirtió en ley un paquete de ayuda de 38.000 millones de dólares para la defensa israelí en un plazo de 10 años; y otros 500 millones de dólares del último presupuesto de defensa de Estados Unidos son destinados a la cooperación en materia de misiles con Tel Aviv.
El Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel debe influir en la balanza electoral. Es vital para el Sionismo internacional.