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Internacional

Quien nada debe, nada teme

Pedro Díaz Arcia

Los demócratas aseguran que Estados Unidos está sumido en una “crisis institucional” debido a los enredos sobre la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016, que dan por cierta, para beneficiar al actual gobernante. Las pugnas entre el Congreso y la Casa Blanca no son excepcionales, más bien surgen cuando el presidente no cuenta con la mayoría en una o en ambas cámaras del Legislativo, lo que se conoce como cohabitación política.

En este caso, el cambio en la correlación de fuerzas en la Cámara de Representantes en favor del bando azul ha tensado de forma agresiva las relaciones con el gobernante. El quid del problema radica en que una y otra vez la disputa vuelve al punto de partida: ¿hubo colusión con Rusia para interferir en la contienda; cometió el mandatario el delito de obstruir la justicia para intentar bloquear la investigación de Robert Mueller?

El Comité Judicial de la Cámara Baja votó a favor de declarar en desacato al fiscal general, William Barr, designado por el magnate; aunque la propuesta está pendiente de una votación en el pleno del órgano legislativo. Ante el golpe, Donald Trump invocó de inmediato el “privilegio ejecutivo”.

¿Por qué el presidente se resiste a que se conozca en todas sus interioridades el documento? En definitiva, quien nada debe, nada teme. ¿O es que se teme porque se debe?

El Partido Demócrata, que se basa en el deber que le otorga la Constitución sobre la supervisión del Ejecutivo, insiste en conocer el texto original del polémico informe sin alteraciones de ningún tipo y que le fuera denegado por Barr. Se conoció una versión del en abril, alterada como solían hacer quienes copiaban escrituras en la antigüedad, algo a lo que no renuncian modernos copistas.

Mientras el Comité de Inteligencia del Senado citó a Donald Trump Jr., uno de los hijos del presidente, para que comparezca a testificar sobre su conexión con la denominada “trama rusa”.

En su intervención del pasado jueves, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi quien hasta ese momento se había opuesto al inicio de un impeachment contra Trump dejo la vía expedita para transitar hacia el juicio político.

Por mi parte, considero que la oposición al presidente, quien aspira a ser reelecto en 2020, no obstante las más de 10.000 mentiras esgrimidas a lo largo de su mandato, el caos imperante en su entorno y su inconsistente política exterior; debe tomar en cuenta el giro ante estimulantes índices en el comportamiento de la economía, la baja tasa de desempleo, y el sustento de un estilo de bravuconería que mantiene a una buena tajada del electorado cautiva, cuando no se percibe aún una decisiva inclinación de la ciudadanía para cambiar de jinete.

Es necesario derrotar a Trump en las urnas a través de una masiva participación del activismo político y social, aprovechando las vulnerabilidades del controvertido personaje más cerca del ridículo que de la sobriedad.

La tentativa de sacarlo del Despacho Oval mediante un complejo y difícil proceso de enjuiciamiento que bien lo obligaría a renunciar (nunca lo hará) o a responder ante el Congreso, en ambos casos ante cargos de carácter irrefutable en la comisión de delitos incompatibles con el cargo, no creo que sea el camino a seguir.

Estos esfuerzos más bien podrían restar visión y tiempo a la campaña demócrata; incluso, alimentar un trapiche acostumbrado a moler carne podrida.

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