“Ni en mis peores pesadillas imaginé ver esto”. La frase de Adnan Abu Hasna, asesor del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), refleja la magnitud de una tragedia que se prolonga desde hace dos años en la Franja de Gaza.
Lo que alguna vez fue un territorio densamente habitado, hoy es —en palabras del funcionario— “un lugar inhabitable”, donde el 90% de la infraestructura ha quedado reducida a ruinas: hogares, escuelas, universidades y hospitales son apenas escombros que cubren una herida abierta.
Revela: Solo veíamos algo así en películas. Después de dos años de esta guerra, La gente sufre, no solo por la destrucción física, sino también mental y psicológicamente. El sufrimiento en toda la Franja de Gaza es inmenso.
Hambruna a las puertas
La situación humanitaria en Gaza alcanza niveles insoportables. La situación es grave y empeora dramáticamente. Hay hambruna, afectando de 500 a 600 mil palestinos.
Naciones Unidas declaró formalmente la hambruna en Gaza y los testimonios de Abu Hasna confirman que la catástrofe es evitable: “Tenemos casi 600 mil camiones llenos de ayuda, alimentos, medicinas y tiendas esperando en las puertas de Gaza. Si Israel permite la entrada, sería suficiente para tres meses. Hoy solo dejan pasar 50 camiones, mientras 2,3 millones de palestinos padecen hambre”.
Mientras, en foros internacionales se asegura que la ayuda llega, en el terreno se impone la asfixia. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu aseguró en la ONU (UNGA89) la semana pasada que Israel ha enviado más de 2 millones de ayuda y que si los gazaties pasan hambre es porque Hamás roba los suministros.
Israel mantiene cerrados los 400 puntos de distribución de alimentos de la UNRWA en Gaza, una medida que, según Abu Hasna, responde a una “agenda política y militar” que ignora los principios humanitarios más elementales.
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Entre acusaciones y sobrevivencia
La UNRWA también enfrenta presiones desde otros frentes. Acusada reiteradamente de falta de neutralidad por Israel y algunos gobiernos occidentales, la agencia ha visto suspendidas o condicionadas aportaciones que resultan vitales para su operación.
Sobre este particular, Abu Hasna responde con claridad: “No es la primera vez. Ya en 2019, el presidente de Estados Unidos nos acusó de corrupción, pero su propio asesor Green Blanck elogió nuestras escuelas como excelentes y transparentes”.
Lejos de ceder, la agencia insiste en su mandato: seguir operando en Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, Líbano, Siria y Jordania, donde millones de palestinos dependen y necesitan servicios de salud y educación.
Una generación perdida
La educación, piedra angular de la UNRWA, ha sido devastada por la guerra. Son 650 mil niños palestinos sin acceso a clases por tercer año consecutivo, atrapados en un territorio reducido a 35 kilómetros en el sur y centro de Gaza.
“Estamos perdiendo a toda una generación. Hablamos de un verdadero analfabetismo”, advierte en entrevista con POR ESTO!, Abu Hasna, consciente de que el futuro del pueblo palestino se tambalea no solo por la destrucción material, sino por el vacío educativo y emocional de miles de infancias.
El llamado al mundo
El funcionario no duda en señalar la urgencia: “Apoyar a la UNRWA significa apoyar a millones de palestinos. Para fin de año necesitamos 200 millones de dólares para sostener los servicios básicos en Gaza”, alega y al repetir la frase que un refugiado alguna vez dijo y que sintetiza el valor de esta institución: “La UNRWA es la capital de los refugiados, Debemos preservarla, apoyarla. Debe seguir cumpliendo hasta que haya una solución duradera para los palestinos y los refugiados”.
En un mundo acostumbrado a las cifras que borran rostros y a titulares que se acumulan sin memoria, las palabras de Abu Hasna son un recordatorio de que Gaza no es solo un punto en el mapa. Es un grito de supervivencia, un reclamo de dignidad, y la prueba de que la indiferencia internacional también mata.