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México

La otra herida de Tlatelolco: el encubrimiento mediático de los periódicos en México

La prensa nacional ocultó la responsabilidad del Estado; traicionó a la verdad y al pueblo sobre los hechos en la Plaza de las Tres Culturas.
La prensa nacional y el silencio que ensució la sangre de Tlatelolco
La prensa nacional y el silencio que ensució la sangre de Tlatelolco / Especial

El 2 de octubre de 1968 la Plaza de las Tres Culturas se tiñó de pólvora y sangre. Estudiantes, amas de casa, niños y trabajadores quedaron atrapados entre los disparos del Ejército y la acción encubierta del Batallón Olimpia. Fue un crimen de Estado: una masacre planificada para callar al movimiento estudiantil que incomodaba al régimen de Gustavo Díaz Ordaz. Pero al día siguiente, lo que se leyó en los principales periódicos mexicanos no fue verdad, sino mentira impresa, cómplice del poder.

“Campo de batalla”, tituló El Universal. “La tropa fue recibida a balazos por francotiradores”, publicó El Día. En Excélsior, el despliegue fue tibio, prudente, temeroso, mientras Novedades, el periódico de la familia O’Farrill, se plegaba sin titubear a la versión oficial: estudiantes violentos, francotiradores anónimos, Ejército agredido.

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La sangre derramada en Tlatelolco fue sepultada en titulares que hablaban más de “orden” que de muertos, más de “subversión” que de jóvenes asesinados.

Ese silencio no fue casualidad. En 1968 la prensa mexicana era rehén del poder priista. Gobernación dictaba líneas editoriales, Televisa obedecía como vocero televisivo, y los periódicos impresos sabían que desafiar al régimen costaba caro: perder concesiones, publicidad oficial o la propia vida. El fantasma del comunismo servía de coartada ideológica. El movimiento estudiantil fue pintado como amenaza “roja”, como infiltración extranjera, y los diarios repitieron la mentira al pie de la letra.

Titulares oficiales de 1968 sobre los hechos en Tlatelolco
Titulares oficiales de 1968 sobre los hechos en Tlatelolco / Por Esto!

La tergiversación fue la regla. Se habló de estudiantes armados cuando lo que hubo fue un operativo militar contra civiles. Se redujeron las cifras de muertos a unas cuantas decenas, cuando testigos, periodistas extranjeros y documentos desclasificados hablan de cientos. Se ocultó la responsabilidad del Estado, se silenciaron las voces de madres que buscaban a sus hijos, se ignoró el miedo de los sobrevivientes. Los titulares de Novedades, Excélsior, El Día y El Universal fueron los ladrillos con los que se construyó el muro de la impunidad.

Pocas voces libres

Hubo excepciones mínimas: reportajes extranjeros que circularon en diarios de Estados Unidos y EuEl silencio que ensució la sangre de Tlatelolco La prensa nacional ocultó la responsabilidad del Estado; traicionó a la verdad y al pueblo ropa, testimonios recogidos por corresponsales que lograron colarse a la plaza. Pero en México, la mayoría de los periódicos prefirió callar. Y cuando se atrevieron a escribir, lo hicieron para encubrir. Sólo la revista Por qué?, dirigida por el periodista yucateco Mario Renato Menéndez Rodríguez, se atrevió a publicar la cruda realidad, con valentía y sin censura, como reseñamos en páginas anteriores.

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Ese silencio de los medios oficiales de entonces tuvo efectos duraderos. Generaciones crecieron con medias verdades. Los archivos se cerraron, los responsables nunca fueron juzgados y la impunidad se prolongó por décadas. La prensa, convertida en correa de transmisión del poder, perdió credibilidad. Y el pueblo entendió que lo que salía en los diarios no era noticia: era propaganda.

Los hechos en Tlatelolco se publicaron en medios de comunicación
Los hechos en Tlatelolco se publicaron en medios de comunicación / Por Esto!

Preguntas sin respuestas

Hoy, más de medio siglo después, las preguntas siguen abiertas: ¿cuántos muertos fueron realmente? ¿Quién dio la orden de disparar? ¿Qué papel jugaron los periódicos que mintieron al pueblo? La omisión también es un crimen, porque protege al verdugo y niega la memoria de las víctimas.

Porque el silencio mata dos veces: primero en la plaza, con las balas; después en los periódicos, con la tinta que ocultó a los muertos. El 2 de octubre no se olvida, pero tampoco se perdona la cobardía de Novedades, de Excélsior, de El Día y de El Universal, que prefirieron servir al poder antes que a la verdad.

No hubo periodismo: hubo propaganda. Y ante esa traición, lo único que queda es la memoria insumisa, la palabra que no se domestica. Recordar Tlatelolco es exigir justicia, pero también señalar con nombre y apellido a los medios que se arrodillaron frente al poder y abandonaron a sus lectores, al pueblo de México.

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