Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
El empresariado mexicano tiene una deuda social muy grande con el país, a partir de que el modelo neoliberal se organizó para facilitarles mayores utilidades y privilegios, hecho determinante para que el crecimiento real de la economía se estancara durante más de tres décadas. De ahí viene la crisis que llevó a la descomposición social de amplias regiones, cuyo común denominador ha sido la violencia creciente, el ascenso del crimen organizado y la migración ante la falta de salidas a realidad tan dramática.
Sus dirigentes deben comprender que tenían que encontrarse soluciones viables, pacíficas, que pusieran un freno a situaciones aún peores, como habría sucedido de continuar en el poder un régimen sin compromiso social con los mexicanos. El electorado dio su fallo y marcó el camino a seguir para que el país no cayera en la desesperación total con todas las consecuencias previsibles. Se cayó en un círculo vicioso que debía romperse del único modo posible: sacando al régimen corrupto de Los Pinos.
Ahora le toca a la elite empresarial actuar con pleno sentido de responsabilidad, como conviene para evitar que las presiones externas nos rebasen, como pretenden los organismos internacionales para seguir imponiendo sus condiciones usurarias, para lo cual utilizan todo su arsenal ideológico y pragmático, con las mal llamadas “calificadoras” por delante, arma que usan indiscriminadamente contra las naciones endeudadas por los organismos financieros globales.
Si realmente desean los empresarios coadyuvar a que México deje atrás el subdesarrollo y crezca a tasas más altas que la inflación, su deber como mexicanos que han recibido muy grandes beneficios es sumarse al proyecto de la Cuarta Transformación, sin mezquindades y con visión de futuro. Esta es una oportunidad única que difícilmente se volvería a presentar, pues están dadas todas las condiciones objetivas para desandar el camino que nos llevó a la crisis que cada sexenio se fue agravando a partir de 1980, cuando José López Portillo entregó el poder en los hechos a la tecnocracia neoliberal.
Lo dijo muy claro el presidente Andrés Manuel López Obrador frente al Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN): “La función social del sector empresarial, más que crear organizaciones filantrópicas, es generar inversión y empleos, así como contribuir con sus impuestos al crecimiento nacional”. Es preciso que se fortalezca en el país una mentalidad progresista entre la clase empresarial, pues a estas alturas de la civilización es impensable sostener una economía con actos filantrópicos, con limosnas a los pobres y cerrando vías de mejoramiento a los jóvenes.
Esto deben comprenderlo bajo la premisa de que estamos viviendo tiempos de cambio estructural en serio, lo que implica abrir las puertas de la democracia participativa y aprovechar lo más posible, en beneficio de toda la sociedad, los bienes y riquezas de la nación. Los principales beneficiarios, a final de cuentas, serán ellos, los empresarios, en la medida que se afianzarían condiciones de confianza en el futuro del país.
No sería sano que pretendieran aprovechar en su beneficio particular las presiones externas, porque a final de cuentas todos saldríamos perdiendo. Es válido recordar que los llamados “tigres asiáticos”, con China a la cabeza, salieron de su atraso milenario con la unidad de todos los componentes de la sociedad. Así pararon a los voraces imperialistas y sus “calificadoras”.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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