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Sigue el desorden en la Zona Hotelera

Por Yolanda Gutiérrez

Cuando resta menos de una semana para el arranque oficial de las vacaciones de Semana Santa, en la Zona Hotelera siguen sin resolverse problemas que afectan directamente al turismo, entre los que destacan cobros excesivos, acoso de prestadores de servicios y dificultades para obtener información fuera de los centros de hospedaje.

En las playas Blue Flag, hay módulos que teóricamente atiende personal de Zofemat, pero no siempre están abiertos y aunque lo estén, en muchas ocasiones el personal brilla por su ausencia y no hay quien pueda resolver las inquietudes de los visitantes.

Por lo general son los empleados de los hoteles en los que se hospedan, así como algunos elementos de la Policía Turística que tienen conocimiento del idioma inglés, quienes deben fungir como asesores e informadores de nuestros visitantes extranjeros.

Otro problema al que se enfrenta el turista, tanto nacional como extranjero, es el de los cobros excesivos en taxis, transporte urbano e inclusive algunos negocios que tienen por costumbre inflar la cuenta, con la esperanza de que los consumidores no se percaten.

A excepción de los taxis de sitio oficial, que exhiben las tarifas en un lugar visible, el visitante desconoce cuánto le cuesta desplazarse en este medio de transporte y generalmente termina pagando más de la tarifa vigente.

Y si decide abordar un camión urbano y paga en dólares, la mayor parte de los chóferes no dan un peso de cambio, pese a la cotización de la divisa.

Tampoco hacen nada las autoridades por evitar el sistemático acoso del que son objeto los turistas cuando deambulan por la Zona Hotelera, donde prestadores turísticos de todos los giros intentan que nuestros visitantes elijan sus productos y servicios, sin pararse a pensar las molestias que esta actitud ocasiona.

Especialmente en el área de Punta Cancún, literalmente no pueden dar un paso sin ser interceptados por comisionistas de los numerosos módulos de venta de tours instalados en la vía pública y enganchadores de tiendas de artesanías y restaurantes que, parados en la banqueta, abordan a los peatones, situación que llega a los extremos cuando se atraviesa el Callejón de los Milagros, pues es imposible avanzar sin evitar que trabajadores de todos y cada uno de los restaurantes los intercepten enarbolando el menú o invitándoles a pasar a los establecimientos de artesanías.

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