Roldán Peniche Barrera
Elena Mikhailova y el concierto de violín de Khachaturian / La muy bella 4a. Sinfonía de TchaikovskyPremiere en Mérida del Concierto de Violín de Khachaturian
Aram Khachaturian (O Jachaturian como prefieren algunos “innovadores” del lenguaje), nativo de Armenia, nos ha heredado un vasto corpus musical. El gran público lo conoce por su multitocada “Danza del sable”, la que tantas veces le escuchamos a Oscar Levant en los filmes en “technicolor” de la Metro Goldwin Mayer; pero los buenos melómanos y desde luego, los connossieurs, saben de su memorable obra sinfónica y la disfrutan en plenitud.
Anteanoche en un “Peón Contreras” colmado hasta los topes, asistimos a la premiere yucateca del intrincado Concierto para violín. Nosotros conocíamos uno de sus conciertos de piano, pero no este de violín, durante nuestras estancias por años en el extranjero. Dedicado al virtuoso David Oistrakh (junto con Heifetz, Manuhin, Kreisler y Francescatti, entre los más ilustres violinistas del siglo pasado) y dividido en los 3 movimientos clásicos, Khachaturian ha compuesto una obra de gran vitalidad. Y para descifrarla, nada mejor que una armenia: Elena Mikhailova, que ha residido en España desde 1991, que habla fluentemente el castellano y “que toca el violín como los mismos ángeles”, para decir una frase vulgar. Imposible resultaría aquí copiarnos el interminable currículum de la Srita. Mikhailova, que ha sido multipremiada a nivel internacional. Además, lo que reza su historial está más que demostrado en su impecable actuación del viernes por la noche.
Su comienzo con el Allegro con fermeza devino espectacular, especialmente en su labor de la cadenza, no al final sino a la mitad del movimiento, algo inaudito. Su virtuosismo está a la vista (y al oído) y el arco golpea o raspa las cuerdas con una agilidad asombrosa. Y la claridad de su fraseo queda fuera de toda discusión. ¡Qué facilidad digital de la Srita. Elena! Una interpretación cercana a la perfección, y tanto lo fue, que el público irrumpió con una larga ovación a la conclusión del movimiento. El Andante sostenuto es lírico y la ejecutante nos evoca el paisaje armenio y su sonido se hace bello y en veces, tierno y efusivo. El Allegro vivace final es, en cierta forma, un retorno al asunto primordial escuchado en el primer movimiento. El lucimiento personal de la ejecutante es memorable y nos mantiene pegados a nuestros asientos mientras el arco va y viene, y baila sobre las cuerdas del instrumento al tiempo que la orquesta busca y consigue participar del diálogo artístico. Gran finale, ovación de estruendo para la virtuosa y la orquesta. La experiencia ha sido imborrable y es imperativo escuchar de nuevo a Elena Mikhailova en futuros conciertos. Ante el entusiasmo colectivo, la solista nos regaló un encore, cuyo nombre, ante el griterío, no logramos escuchar. Pensamos en Paganini primero, pero luego en Sarasate. No importa: la gran música estaba ahí.
La Cuarta Sinfonía
de Tchaikovski
Acaso la más bella de las 6 que compuso este hombre triste que sabía combinar las notas cordiales con las trágicas. Nosotros siempre habíamos demostrado preferencia por la Quinta, mas ciertos musicólogos confluían en asegurar a la No. 4 como la más importante. ¿Y qué importa? Las últimas 3 son top ranking (como dicen los yanquis) y aún las 3 primeras poseen lo suyo.
Toda la sinfonía es hermosa, de principio a fin, dándosenos la oportunidad de disfrutar de las más bellas melodías del autor, de sus grandes golpes orquestales, de la dulzura de ciertas de sus armonías y algo de grandilocuencia que respiramos desde la misma apertura de esta obra. Infalible la ejecución de la orquesta bajo la batuta de Juan Carlos Lomónaco, todo ello premiado con palmas y “bravos” al concluir este segundo programa de la naciente temporada. Bella noche.