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Yucatán

Debemos atender y ser sensibles con los pobres

El Arzobispo Monseñor Gustavo Rodríguez Vega presidió ayer la ceremonia religiosa en la que ocho jóvenes seminaristas concluyeron su primer año de preparación y recibieron sus sotanas para servir a Dios en el altar.

Después de escuchar el Evangelio en el que se hace referencia al buen samaritano, el prelado subrayó que no quiere sacerdotes ni diáconos insensibles ante el dolor de un hermano necesitado.

— Y sí que lo hay, si Jesús cuenta esta parábola del sacerdote y el levita que pasan de largo ante un pagano asaltado y herido en el camino, alguien podría decir que ellos eran judíos, pero ahora somos sacerdotes de Cristo. Hoy en día hay sacerdotes, diáconos y religiosas que no parecen de Cristo por pasarse de largo ante el necesitado, algunos traen sotana de una tela muy fina, comprada en Italia, impecable, criticó.

El prelado dijo a los seminaristas que por primera vez se colocarían la sotana que tengan en cuenta que es fruto de un proceso que comenzó hace un año cuando iniciaron su camino en la formación sacerdotal.

—Valoren todo lo que significa, pero sabiendo que es un signo de iglesia, sacerdocio y seminarista que se puede estropear y pisotear cada vez que pasemos de largo frente a Cristo, que se identifica con el buen samaritano que vino a este mundo herido y moribundo, medio muerto por nuestros pecados y viene a rescatarnos.

También se identifica como el herido del camino cuando él mismo dice: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, fui forastero y me alojaste; Dios nos quiere compasivos, abundó.

—Nosotros que sí conocemos el Evangelio debemos atender y ser sensibles con los pobres, con los presos y migrantes. Revístanse del amor de Dios, del amor al prójimo, amando a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas; compartan lo que son, lo que tienen con los que lo necesitan, y no solo hablamos de necesidades materiales, hay mucha gente que requiere de atención, escucha y comprensión, subrayó.

Por último, hizo votos porque todos lleguen al final del camino y que sean ordenados porque, dijo, se necesitan de muchos sacerdotes que sean santos y sensibles a las necesidades.

—Cultiven su amor hacia los pobres, que su propósito sea servir en comunidades de gente necesitada, - concluyó.

Por cierto, antes de iniciar la ceremonia, el Arzobispo dijo que la misa se oficiará por los cuatro sacerdotes que fallecieron en un accidente de tránsito hace 25 años.

Antes de la ceremonia el prelado explicó que la sotana es un signo de compromiso, que no se les da desde el inicio del curso a los seminaristas sino hasta que ya pasan a una primera etapa y así los compromete todavía un poco más delante de Dios.

—Ahora continúen fortaleciéndose y esperemos que otros jóvenes se animen y vean que sí se puede y que vale la pena estar siempre dispuestos a servir a Dios, amar a Dios y a tu prójimo.

Por su parte, José Ángel Herrera Mondragón, uno de los ocho que recibió su sotana, dijo que hace un año entró al seminario mayor en el curso introductorio y que ayer junto con otros siete hermanos celebran la ocasión con enorme alegría y entusiasmo por recibir la sotana y asumen el reto de seguir a Jesús y su vocación sacerdotal.

A sus 19 años reconoció que se encuentran en un proceso de descubrir lo que Dios quiere de ellos, y que durante todo un año de curso introductorio compartieron risas, tristezas, llantos pero en familia, como hermanos.

Recordó que iniciaron 15 y sólo ocho concluimos porque los demás decidieron otra vocación, “pero nosotros ocho estamos felices de seguir a Jesús como discípulos; nos faltan 7 años y desde pequeño como monaguillo sentí el llamado al sacerdocio y mi familia ha estado cerca de la iglesia y cada domingo me llevaban a misa y esa imagen de sacerdote siempre ha estado en mi vida vocacional y pues lo que me movió fue la invitación de los sacerdotes y de los seminaristas de entrar al seminario para preguntarme qué quiere Dios de mí y la respuesta fue: “voy a entrar al seminario a discernir mi vocación.

Agradeció el apoyo de sus padres Verónica Mondragón y Efraín Fernando, que no son de aquí, sino de la capital del país, pero hace 10 años que viven en Yucatán.

(Víctor Lara Martínez)

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