
En el corazón de Yucatán, entre calles empedradas y pueblos donde la noche parece tener voz propia, sobreviven las leyendas de los uays —o ways, como también se les conoce—, brujos capaces de transformarse en animales para realizar actos sobrenaturales.
Estas historias, transmitidas de generación en generación, aún son contadas con respeto y cierto temor, especialmente en comunidades donde las tradiciones mayas continúan vivas.
De acuerdo con la cosmovisión maya, el uay es una persona que posee un vínculo espiritual con un animal; sin embargo, con el paso del tiempo, la figura del uay se fue asociando con prácticas oscuras y brujería.
En los pueblos del interior del estado, se dice que algunos de estos brujos pueden transformarse en perros negros, cerdos, pavos o incluso bolas de fuego que surcan el cielo durante las madrugadas.
Aunque muchos aseguran que los uays son simples mitos del pasado, otros sostienen que todavía existen y operan en secreto.
Hay quienes afirman que se les puede reconocer por sus ojos brillantes o por sus pasos pesados que dejan huellas distintas a las de cualquier animal conocido.

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Hoy, en tiempos modernos, las historias sobre los uays siguen formando parte del folclore popular. Algunos las escuchan como cuentos para asustar a los niños; otros, como advertencias que mantienen viva la identidad y la magia del pueblo maya.
Sea mito o realidad, lo cierto es que cuando la noche cae sobre Yucatán y el viento sopla entre los árboles, todavía hay quienes cierran las puertas… por si acaso un uay anda suelto.