
En las comunidades rurales de Yucatán, se cuenta el mito de una enorme serpiente que resguarda las aguas cristalinas de los cenotes. De acuerdo con lo que comentan algunos pobladores, el ser cuenta con una cabeza tan grande como la de un caballo, además de tener crines.
Se cree que existe más de un ejemplar, encargado de garantizar el cuidado de cada uno de estos espacios, que representan sitios únicos en la Tierra. Relatan que en una ocasión, un campesino se sentó en lo que creyó era un tronco, sin embargo se movió por sí solo, delatando la presencia del místico guardián.
Se dice que quien la avista, no debe producirle ningún tipo de daño, ya que al intentar matarla se puede atraer una desgracia. Se cree que Tsukán se alimenta del ave conocida como cheel (Chara yucateca), y que al envejecer le crecen alas, con las que vuela hacia el mar, en donde finalmente muere.
La leyenda de Tsukán y Chaac
De acuerdo con la leyenda, fue durante la primera sequía del imperio maya, cuando se le encomendó a Chaac, recolectar el agua del subsuelo y llevarla al resto del imperio. Montado en una bestia alada, el dios de la lluvia, buscó el vital líquido por todas partes, pero los ríos, lagos y cenotes, estaban vacíos.
Exhausto, decidió detenerse a descansar sobre lo que pensó podía ser un tronco. Tal fue la sorpresa de Chaac al descubrir, que en lo que se encontraba sentado era en realidad una enorme serpiente, que de un solo bocado devoró a la bestia donde se transportaba el dios maya.
El señor de la lluvia, trepó por el dorso del ofidio y lo azotó con su látigo. Durante el forcejeo, al enorme reptil le crecieron un par de alas y crines, de las que Chaac logró sujetarse, obligándola a dirigirse hacia el mar, de donde tomarían el agua necesaria para calmar la sed de pueblo.