
Una explosión de color, mitología y poder visual cubre una barda en Mérida: son los 12 caballeros dorados del zodiaco, personajes icónicos del anime Saint Seiya, que ahora forman parte de un mural con un propósito mucho más profundo que rendir homenaje a una serie japonesa, es un manifiesto visual de transformación social impulsado por el colectivo Vieja Escuela Yucatán, artistas urbanos que han cambiado el grafiti de confrontación por el arte del mensaje.
Detrás de esta obra se encuentra un equipo de 13 artistas, 12 hombres y una mujer, coordinados por Manuel Pérez, quien lidera la logística del proyecto. El mural no sólo embellece un espacio público; cada uno de los 12 caballeros resguarda una casa, que representa un centro de rehabilitación y, al mismo tiempo, un paso del programa de Alcohólicos Anónimos (AA), integrando arte y conciencia en un mensaje de superación.
“Los 12 caballeros representan para nosotros mucho más que personajes de anime. Simbolizan los 12 pasos del proceso de rehabilitación, cada uno con una virtud, reto y propósito, como lo viven quienes luchan contra las adicciones”, explicó Manuel Pérez.
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Aunque el colectivo colabora frecuentemente con instancias como el Ayuntamiento de Mérida o el Centro Estatal de Prevención Social del Delito y Participación Ciudadana del Estado de Yucatán (Cepredey), este proyecto es una iniciativa completamente independiente de Vieja Escuela, una organización que nace de la experiencia y de la reconciliación.
Historia inspiradora
La historia del colectivo es tan profunda como inspiradora. Jorge Carlos Sánchez, vicepresidente del grupo, narra cómo antiguos rivales, pandilleros de diferentes bandos, dejaron atrás sus diferencias para unirse a favor de una causa común: rescatar jóvenes y regenerar el tejido social a través del arte.
“Antes andábamos haciendo travesuras en los parques, éramos enemigos, traíamos colores distintos. Hoy somos aliados, hermanos, y buscamos que los chavos de hoy no pasen por lo que nosotros vivimos”, relata Jorge con sinceridad.
El punto de inflexión llegó en un programa de radio, cuando varios líderes de pandillas se reencontraron. “Nos abrazamos como sobrevivientes”, recuerda. De ese encuentro surgió la semilla que germinaría en lo que hoy es Vieja Escuela Yucatán. Sus raíces se remontan al Concilio Maya, fundado en 2006 dentro del Cereso de Mérida, donde cuatro líderes pactaron una tregua. Años después, en 2022, el colectivo tomó su forma actual y se consolidó como una plataforma de acción comunitaria y artística.
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Vieja Escuela no sólo pinta murales; imparten talleres, ofrecen acompañamiento en centros de rehabilitación y llevan su mensaje incluso al Centro de Readaptación Social. Allí han trabajado con personas privadas de la libertad, promoviendo el arte como herramienta de expresión y redención.
“Hemos pintado en colonias como la Dolores Otero, en la 86, incluso en zonas donde antes las pandillas dominaban el entorno. Ahora se unieron para hacer cosas buenas”, dice Manuel.
El mural de las 12 casas no es una obra aislada, los jóvenes que participan no son ajenos al contexto que retratan: varios han vivido en carne propia procesos de rehabilitación, otros han sido testigos del sufrimiento de sus amigos y familias por culpa de las adicciones y la violencia.
Vieja Escuela Yucatán no se detiene. Aunque su nacimiento fue impulsado por la necesidad de reconciliar y sanar heridas del pasado, su mirada está puesta en el futuro: un futuro donde los parques no sean zonas de conflicto, sino de encuentro; donde las bardas sean lienzos para mensajes de paz y no territorios de disputa.
“Queremos llegar hasta donde Dios nos permita, pero siempre con la intención de llevar un mensaje de no violencia, de conciliación y de esperanza para las nuevas generaciones”, concluye Jorge.
La historia de este colectivo demuestra que el arte no sólo transforma muros, sino también vidas. Y que, con voluntad, hasta los caminos más difíciles pueden ser repintados con nuevos colores.