
Al borde de la extinción, un grupo de jóvenes mantiene viva una de las expresiones más icónicas del folclore urbano mexicano: el organillo. Por ello, en el marco de la Feria Carmen 2025, arribaron a la isla provenientes del municipio de Ecatepec, Estado de México, con el propósito de visibilizar y fortalecer esta tradición con más de dos siglos de historia en México.

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A sus 21 años, César Cortés Ríos ya cuenta con casi seis años de experiencia como organillero. Comenzó durante la pandemia por necesidad, pero con el tiempo le tomó cariño al oficio. Hoy recorre el país llevando música tradicional y alegría a las ferias. “Empecé a los 15 por necesidad, pero me fui quedando por gusto. Ahora lo disfruto”, compartió.
César forma parte de un grupo de jóvenes organilleros originarios de Ecatepec, quienes recorren el sur del país operando estos instrumentos tradicionales. Aunque los organillos no les pertenecen, los rentan a particulares y responden por su cuidado. “El aparato es delicado, una caída lo puede dañar. Ya me tienen confianza para manejarlo, pero es una gran responsabilidad”, explicó.

Acompañado por Arturo López, ambos destacaron que la Feria de Ciudad del Carmen es uno de los eventos donde mejor los han recibido en los últimos años. No solo llegan al Centro Histórico y a los alrededores del Santuario Diocesano Mariano de Nuestra Señora del Carmen, sino también al recinto ferial en Playa Norte, donde, además de ser aplaudidos, reciben monedas, alimentos y bebidas.
“La gente aquí nos aprecia, nos saluda, se toma fotos y disfruta la música. Eso no pasa en todos lados, y por eso hemos venido en los últimos años a la Feria en honor a la Virgen del Carmen. Muchos se maravillan por los organillos, por su sonido, pero también por el tradicional mono”, dijo Arturo.

Los jóvenes señalaron que, gracias al respaldo de sus supervisores y al buen recibimiento del público, han podido regresar año con año. “Venimos desde hace unos tres o cuatro años. Si no nos trataran bien, no estaríamos aquí. El apoyo del municipio y de la gente hace la diferencia”, mencionó César.
Respecto al tradicional “changuito” que los acompaña, explicaron que se trata de una representación simbólica de los antiguos monos amaestrados que solían acompañar a los organilleros. “Ahora es solo decorativo, por respeto a los animales. Es parte del personaje, pero todo es educativo”, puntualizó.

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La historia de César y Arturo representa a decenas de familias que viven de esta tradición, heredada y adaptada con orgullo por una nueva generación que mantiene viva una de las expresiones más icónicas del folclore urbano mexicano.
JGH