José Iván Borges Castillo*
La patria del criollo
El gran intelectual novohispano don Carlos de Sigüenza y Góngora también habló de nuestra Virgen de Izamal en sus escritos. La pluma de este conspicuo jesuita gloria de la Nueva España, lo mismo que poeta, matemático, astrónomo y geógrafo, que erudito consultor y amigo de Sor Juana Inés, la décima musa, que el mejor entre los portadores de exaltar la tierra donde meció su cuna, y con sus estudios aportó nuevos sentimientos de identidad con esta ya entonces llamada patria del criollo.
Nació en la cuarta década del siglo XVII y murió en los albores del siguiente. Fue la más alta expresión del erudito barroco de su tiempo; aunque su obra no pudo ser justamente apreciada en su época.
A Sigüenza se le ha descrito como de espíritu cartesiano, fue la expresión máxima del florecimiento de su patria, la Nueva España, y también la primera conciencia en apuntar el sentimiento histórico de lo mexicano.
Y entre ese primitivo sentimiento de cantar las glorias de la Nueva España, recae en la figura de la Virgen María con sus múltiples santuarios ya erigidos por la toda la geografía del vasto territorio de los reinos de la América hispana. Los milagros, las leyendas, la gran cantidad de devotos y de fiesta mariana que se armaban alrededor de estos santuario, que mostraban las riquezas de las diferentes regiones, lo mismo en el comercio, en la arquitectura, en la expresión máxima del boato de esas ceremonias religiosas, producto indiscutible de su preparación en las artes que tenían cabida lo mismo en sus colegios, conventos y universidades. Forjar la identidad desde la imagen de la Virgen de la región entonces ya distinguía a la piedad popular novohispana.
El historiador Antonio de Rubial García señala que a la necesidad indígena, se unión la de mestizos y criollos, que sin memoria histórica y lejos de sus antepasados indígenas o españoles, buscaban una identidad. Así los cultos autóctonos vinieron a aglutinar esa conciencia colectiva fomentando la formación de identidades. Con las nuevas advocaciones se entendían bendiciones celestiales, cuando la invocación nacía al llamarla: Nuestra Señora de Zapopán, Ocotlán, Salud de Pátzcuaro e Izamal, entre otras tantas.
Es por esa razón que tiene que entenderse la cita referencial al Santuario de Nuestra Señora de Izamal en Carlos de Sigüenza y Góngora cuando en su texto: Los Infortunios de don Alonso Ramírez, publicado en la ciudad de México en 1690, trata del naufragio de un hombre español oriundo de Costa Rica que recorre diferentes puntos de la América septentrional, hasta llegar a las costas de Yucatán, por lado oriente, por donde pasó a Valladolid y Tihosuco, con mil trabajos y penalidades, pudo tender lazos entre encomenderos y funcionarios, uno de ellos fue Melchor Pacheco, encomendero de Tihosuco, quien lo remitió a Mérida a toda prisa, de lo que se queja “Llevándome con la misma velocidad con que yo huía con mi fragata cuando avisaba ingleses, y sin permitirme visitar el milagroso santuario de Nuestra Señora de Itzamal, a ocho de diciembre de 1689, dieron conmigo mis conductores en la ciudad de Mérida”.
De lamentar que don Alonso Ramírez no haya pasado ese día en Izamal, sino seguramente nos daría algún detalle de la gran fiesta que ya tenía lugar desde un siglo atrás. Saltan a la vista dos cosas importantes, la primera la fama de “milagroso santuario”, como él describe a Izamal, evidentemente siendo un náufrago en tierra ajena, se percató del todo del movimiento social que concurría a la fiesta de la famosa Virgen, y de sus milagros tan propagados. El poblado de Tihosuco había experimentado los milagros de la Virgen de Izamal, según expone en su Devocionario fray Bernardo de Lizana, en la primera mitad de ese mismo siglo. Es probable que aquella memoria del suceso milagroso estuviera aún fuertemente fincada entre los moradores del lugar, que no pasó desapercibida para el visitante.
El segundo punto es la advocación de la Virgen como Nuestra Señora de Izamal, importante nombre, para entonces ya popular, muestra de, escribe Fausto Zerón Medina: “una espontánea yuxtaposición del castellano a las lenguas indígenas”, cuando expresa: Nuestra Señora de Ytzmal o Izamal, la escritura depende de la época.
La segunda mención, que tiene cabida en la obra Los infortunio, es en los párrafos postreros, cuando don Alonso acusa: “A persuasión, y con fomento de D. Cristóbal de Muros volví a la ciudad de Mérida, y habiendo pasado la Semana Santa en el Santuario de Ytzamal llegué a aquella ciudad el miércoles después de Pascua”.
Por estas líneas sabemos que don Alonso sí visitó el santuario de Izamal en la Semana Santa siguiente, cumpliendo su deseo de visitar aquel milagroso santuario.
Hasta finales del siglo pasado se pensaba que la obra Infortunios de Alonso Ramírez era una ficción inventada por Sigüenza. Sin embargo, las investigaciones de José F. Buscaglia Salgado y Fabio López Lázaro han ofrecido pruebas documentales tomadas de varios archivos, como el acta matrimonial del Alonso con Francisca Xaviera y el informe del gobernador de Manila dando parte al rey de la captura de la fragata Nuestra Señora de Aránzazu, capitaneada por Ramírez y capturada por piratas ingleses, entre estos el célebre William Dampier, el martes 4 de marzo de 1687, prueban que Infortunios es un relato biográfico denso y complejo basado en la vida de un personaje real, aunque muy escurridizo.
La mención de “Nuestra Señora de Ytzamal” en la obra de Carlos Sigüenza y Góngora es una muestra clara del antiguo sentimiento criollo que se identificó en los milagros y santuario de la Virgen en estas tierras, como la gloria y exaltación de su patria.
*Historiador. Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán.