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Opinión

Seguimos con la Reforma Educativa

Hugo Carbajal Aguilar

II ¿Hay Reforma Educativa en los Tecnológicos? ¿Han propuesto algo a nivel profesional? ¿Se han hecho presentes en las discusiones sobre el Modelo prevaleciente que trata a la Educación como una mercancía?

Estábamos hablando de la calidad como imposición tomada de los conceptos empresariales. Y es que hay que analizar este asunto, discutirlo al menos para transparentarlo, para comprenderlo y, entonces sí, comprometerse y actuar. De otro modo no se genera nada. Podríamos empezar por medir, valorar la calidad del trabajo de los docentes. Definir qué es eso que llamamos calidad, cómo se aplica, cuáles son sus características. Nada de esto ha pasado, simplemente se dice ya está, es una disposición que tenemos que cumplir porque ya lo dijeron.

No existe una cosa llamada calidad, dice el texto citado. Esta falta de definición ha sido puesta de manifiesto en la literatura sobre gestión empresarial. El concepto abarca desde “la adecuación a los estándares técnicos” hasta “la satisfacción del cliente más allá de sus expectativas”.

Desde finales del S. XIX y principios del XX se reconoció su importancia.

Un poco de historia. En 1930, en la Western Electric, W. Shewart ensayó con la aplicación de los métodos estadísticos al control de la calidad de los procesos y a la inspección de los recursos.

Ishikawa (1994) en Japón desarrolló lo que hoy se conoce como las Siete Herramientas del Control de la Calidad. La idea era que “todo individuo en cada división de la empresa debería estudiar, practicar y participar en todo el control de la calidad para lo cual hemos optado por educar a cada miembro”.

El verbo “educar” no está aquí debidamente aplicado en tanto que se refiere a instruir, a domesticar, a prácticamente manipular al trabajador para que responda automática e inconscientemente a los requerimientos de la empresa.

La mayoría de los estudiosos de los modelos de gestión de la calidad asociados al término Total Quality Management (TQM) con más que suficientes argumentos han considerado que esa gestión de la calidad tiene más efectos negativos que positivos cuando se traslada de su contexto natural, la industria, a las instituciones educativas. Así, cuestionan las bondades de la gestión cuando se aplica al contexto universitario. El argumento principal del rechazo se encuentra en que las políticas de calidad que se están aplicando realmente no están orientadas a ampliar el valor que la educación proporciona al estudiante sino meramente a incrementar el control de los profesionales de la educación.

En principio tenemos que reconocer el papel de los docentes, entenderlos como agentes que reflexionan sobre los objetivos de la educación y sus procesos de enseñanza-aprendizaje y se involucran en su continuo rediseño. Así, la calidad educativa se debería entender como una construcción social, una realidad dinámica. La ANUIES la definió como “la eficiencia de los procesos, la eficacia en los resultados y la congruencia y relevancia de estos procesos con las expectativas y demandas sociales”.

En consecuencia carece de sentido la medición de resultados conforme a indicadores universales, la estandarización de procesos y el mismo control administrativo.

Latapí concibe la calidad como: “la readaptación continua de la institución a su multientorno social, cultural y político…una cultura de superación, de autoexigencia”. Es un “deber ser” como ideal que reimpulsa a la institución a avanzar. La calidad es el esfuerzo permanente para acercarse al cumplimiento de ese “deber ser” entendido como compromiso social. Se trata de alcanzar los ideales que impulsan a las instituciones de educación superior a cumplir su renovado compromiso social.

Y la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior (UNESCO, 1998): “es el requisito indispensable para actuar con eficiencia y eficacia frente a las necesidades de los actores sociales y las demandas de propuestas capaces de incidir en los procesos sociales, económicos, culturales y éticos”.

Es decir, “la adecuación del ser y quehacer de la Educación a su deber ser”. Por tanto, la llamada Educación Superior “debe no sólo proporcionar competencias sólidas para el mundo de hoy y de mañana, sino contribuir además a la formación de ciudadanos dotados de principios éticos, comprometidos con la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia” (UNESCO, 2009: p. 2).

Y sigue: “los criterios de calidad deben reflejar los objetivos globales de la educación superior, en particular la meta de cultivar en los alumnos el pensamiento crítico e independiente y la capacidad de aprender a lo largo de toda la vida… Para garantizar la calidad en la enseñanza superior es preciso reconocer la importancia de atraer y retener a un personal docente y de investigación calificado, talentoso y comprometido con su labor” (UNESCO, 2009: p. 4) y establecer mecanismos que eviten la proliferación de proveedores espurios (‘fábricas de diplomas’)” (UNESCO, 2009: p. 5).

Sin embargo y a pesar de tantos estudios y enfoques serios, los Tecnológicos del país simplemente adoptaron el esquema empresarial e instalaron en sus institutos un Sistema de Gestión de la Calidad (SGC) con un Comité de Innovación y Calidad que define la calidad como “Grado en el que un conjunto de características inherentes cumple con los requisitos”. ¿Cuáles? ¿Quién los define?

Continúa este breve esquema explicativo: Esta definición puede dividirse en dos conceptos: “Si el cliente (sic) provee las especificaciones del producto, entonces los requisitos… pueden ser consistentes con las especificaciones de conformidad”. ¡Qué claridad!

Y: “Si el cliente (otro sic) establece el desempeño del producto, la organización debe establecer las especificaciones… y entonces logrará que la calidad sea apta para el propósito”.

Nuestra organización oferta un producto que cae dentro del segundo concepto.

Agregue a este magistral manejo de conceptos el hecho de que el SGC exige llenar formatos para proceder a su proceso calificativo: Formatos para la Instrumentación Didáctica que en principio podría ser un buen auxiliar de la tarea docente. Formato para iniciar una línea de investigación. Quién la aprueba, cuándo y con qué criterios no son materia de estudio.

¡Ah! Los clientes son los alumnos. Los Mercados son los Institutos. Y los profes se van de shopping…

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