
Han pasado 5 años y, al parecer, se ha olvidado el grave problema que sufrimos los yucatecos con las inundaciones que causaron, primero, la tormenta tropical Cristóbal en junio, y luego los huracanes Gamma, Delta y Zeta en el mes de octubre del 2020; estos últimos provocaron lo que parecía impensable: el rebose de nuestro acuífero en zonas del noroeste, norte y noreste del estado. Todas las energías y baterías disponibles se enfocaron hacia el noroeste y poniente de la ciudad de Mérida, en especial a los fraccionamientos de Las Américas y Ciudad Caucel, comisarias meridanas del norte y estacionamientos subterráneos como los de las plazas Harbor y la Isla, el Hospital Faro del Mayab y el famoso “paso deprimido” de Paseo de Montejo.
A la parte noreste del estado no se le dedicó tanta atención; de hecho, ya se olvidó que varias zonas se inundaron entre Tizimín y Río Lagartos, donde muchos ranchos tuvieron que ser reubicados o encomendar el ganado con vecinos; todo esto fue provocado por la gran cantidad de lluvia que cayó: la estación nororiente de Mérida registró la exorbitante cantidad de 1,873.2 litros/m2 de altura de lámina precipitada, ese año 2020, algo jamás ocurrido en la historia de Yucatán, y causó que llegara a 5.20 m el nivel de altura del agua subterránea.
En la actualidad, en esas zonas subterráneas que se inundaron ya está todo casi normal, tramos de las carreteras Tizimín-Río Lagartos y Tizimín-San Felipe fueron elevadas y puestas alcantarillas, Pero ¿sabe usted cómo se encuentra el nivel del agua subterránea actualmente? Pues es de 2.373 m sobre el nivel medio mar (dato de Odiser Empresarial), muy cercano a la cota histórica registrada cuando nos impactaron los huracanes Gilberto en 1988 e Isidore en 2002.
Lo más importante es que nadie nota que, 5 años después, el acuífero del norte de Mérida tiene una recarga que lo mantiene en condiciones favorables, como serían los procesos de dilución de los contaminantes en la parte superior del acuífero, que son lavados por el incremento del gradiente hidráulico, que tiene que ver con la velocidad de los flujos preferenciales en los primeros metros por debajo de la superficie del nivel freático, que circula a tres profundidades diferentes en la capa de agua dulce usada para abastecimiento y riego, y descargan por debajo de la costa de la Península de Yucatán (Villasuso P.).
Tenemos un envidiable espesor de agua, y tomando en cuenta la sequía histórica que vivimos el año pasado, es como si estuviera acabando una buena temporada de lluvias, y eso que la de este 2025 ha sido por debajo del promedio, con un acumulado hasta el momento de 659.9 mm, que para estas fechas debería ser de 875 mm (dato Fiuady). Según los modelos, se esperaba una temporada intensa, con un 30% por encima del promedio, no ha ocurrido, pero lo caído ha sido suficiente para mantener elevado el manto acuífero.
Se esperaba una gran temporada de lluvias, como se pronosticó, pero los ciclones tropicales no han llegado, y ni siquiera las posibles bajas presiones que propician su formación, por lo que no han habido abundantes precipitaciones, máxime que cada ciclón puede dejar un incremento del acuífero de hasta 2 m sobre el nivel medio del mar, lo que haría que rebose de nuevo, es decir, con sólo lluvias no sucedería, pero si nos afectan ciclones, aunque sea indirectamente, cabría esa posibilidad, si es que traen mucha agua. Aunque queda lo que falta de octubre y quizás algunos días de noviembre para la posible afectación de algún ciclón, y todo es posible, pues no hay nada escrito en piedra.
Lo que sí hay es una muy buena cantidad de agua subterránea para paliar con éxito una dura temporada de sequía el próximo año –si se diera el caso–, pues está a 1.50 m sobre el nivel medio del mar, más lo que dejen los frentes fríos, que se espera lleguen con lluvias por el evento de La Niña, que ya está presente.
Las medidas de mitigación y protección para las zonas que se inundaron siguen esperando ser reglamentadas por las autoridades. Recién pasado el evento, a fines del 2020 se hicieron muchas juntas y luego todo se enfrió, confiando en que fue un acontecimiento aislado y no volverá a ocurrir. Sobre todo, los planes de sensibilización entre los habitantes de las áreas anegadas no han sido aplicados. La naturaleza no espera, ya el cambio climático alcanzó a Yucatán, nos guste o no, y una muestra de lo que puede provocar ya nos la dio, al evidenciar que nuestro acuífero tiene límites de tolerancia.