Quintana Roo / Cancún

Familias reprochan tibia respuesta de autoridades de Quintaa Roo ante el acoso escolar

Se han detectado alarmantes cifras por casos de acoso en escuelas de Quintana Roo.

Afectadas compartieron sus experiencias, quienes siguen esperando castigo para los infractores.
Afectadas compartieron sus experiencias, quienes siguen esperando castigo para los infractores. / Liza Vera

La problemática del acoso escolar en Quintana Roo se intensifica día con día, con estadísticas que las propias autoridades califican como “alarmantes”; sin embargo, la reacción institucional continúa siendo limitada.

Lo anterior fue dado a conocer por Sergio Acosta Manzanero, vicepresidente nacional de la Asociación de Padres de Familia, quien aseguró que la mayor parte de los hogares se sienten desprotegidos: presentan denuncias y no existen sanciones efectivas para los responsables.

Madres de familia consultadas compartieron vivencias semejantes al asegurar que una menor de 12 años ha recibido comentarios ofensivos por más de un año; pero personal del plantel argumentó que forma parte de la convivencia y no actuó.

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Otra madre agregó: “Me comuniqué con la dirección, completé formularios, pero la intimidación persistió; ahora mi hijo siente temor de asistir a la escuela”.

Una alumna de bachillerato que padeció hostigamiento físico y digital dijo: “Cuando lo reporté, me pidieron que esperara a que se resolviera solo; nunca recibí apoyo psicológico ni se castigó al que me atacó”.

Alberto May, docente de educación básica y media superior, reconoció que la violencia escolar se presenta en todos los centros educativos del estado, con diferencias en frecuencia y severidad, recordó que existe el Marco de Convivencia Escolar, el cual regula a los 11 municipios y fija protocolos para atender faltas disciplinarias.

Aceptó que dicho lineamiento no se implementa de manera uniforme, lo que provoca una distancia considerable entre lo establecido en la ley y su aplicación cotidiana.

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El Marco de Convivencia Escolar (MCE) estatal es un documento que delimita normas, derechos y obligaciones de alumnos, maestros y personal administrativo, además de definir procedimientos específicos para enfrentar el acoso escolar en sus modalidades física, verbal y digital (ciberacoso).

Entre los aspectos más relevantes para atender estos casos destacan: Clasificación del acoso: Se considera una “falta grave” que abarca conductas reiteradas como agresiones, amenazas, aislamiento o difamación, con la finalidad de generar daño emocional, físico o social.

Proceso de denuncia: Permite que cualquier integrante de la comunidad escolar (estudiante, madre, padre o docente) presente la queja de forma oral o escrita ante la dirección, la cual debe registrarla en un plazo no mayor a 24 horas e iniciar la indagatoria de inmediato.

Medidas de resguardo: Obliga a los planteles a aplicar acciones preventivas para separar a la víctima del agresor, impedir el contacto y salvaguardar la integridad de la persona afectada durante la investigación.

Investigación y sanciones: La autoridad escolar debe realizar una revisión objetiva en un máximo de 15 días y aplicar castigos proporcionales a la gravedad, que van desde amonestaciones y trabajo comunitario hasta suspensión o expulsión en situaciones extremas.

Atención a la víctima: Establece la obligación de brindar acompañamiento psicológico y emocional al alumno afectado y a su familia, así como de canalizar a instancias externas cuando sea necesario.

Prevención: Ordena la puesta en marcha de programas de formación para la convivencia, talleres de respeto y empatía y capacitación del personal educativo para detectar y atender el acoso de forma oportuna.

Al ser cuestionadas, las autoridades educativas admitieron el incremento de incidentes, pero evitaron precisar cifras o detallar estrategias concretas para respaldar a las víctimas y a sus familias.

Una fuente de la Secretaría de Educación de Quintana Roo señaló que se está capacitando al personal docente y existen acciones preventivas, aunque no proporcionó información sobre su alcance ni resultados.

En cuanto a la atención directa, las autoridades aseguraron que hay acompañamiento psicológico; sin embargo, padres y estudiantes coinciden en que este apoyo resulta insuficiente, tardío o inexistente en numerosos planteles.

María Cristina Oyarvide, psicóloga y terapeuta infantil, advirtió que el escenario evidencia un desequilibrio grave: mientras el fenómeno se agrava, la normativa destinada a frenarlo permanece sólo en el papel, dejando a las víctimas sin la protección ni el respaldo necesarios para sentirse seguras dentro del aula.