
En Hunucmá una historia de terror se vuelve a escuchar entre los conductores de mototaxis y triciclos, que aseguran que, en vísperas del Día de Muertos, un alma en pena reaparece para visitar su propia tumba en el cementerio general.
El relato ha pasado a través de generaciones entre los tricitaxistas más veteranos, y aunque nunca fue documentado, forma parte del imaginario colectivo de esta comunidad.
Pedro Peraza, de 58 años de edad y con más de dos décadas en el oficio, relató que muchos de sus colegas prefieren no trabajar de noche durante las fechas cercanas al Hanal Pixán, ante el temor de encontrarse con el llamado pasajero del más allá.
Según la leyenda, el evento ocurrió en la década de los años 70, cuando Hunucmá aún tenía calles sin pavimentar y sólo el Centro contaba con alumbrado público. En esa época, un tricitaxista acostumbraba dormir en su triciclo en la 29, frente al parque principal.
Una noche del 31 de octubre, un hombre salió del edificio donde hoy están las camionetas de transporte a Mérida. El sujeto, vestido de manera formal, portaba un ramo de flores y velas. Se acercó al triciclero para pedir un viaje al cementerio.
El conductor dudó al principio, pues el camino era pedregoso y oscuro. Sin embargo, accedió cuando el extraño le ofreció pagar el viaje por adelantado.
Al llegar a la entrada del camposanto, el pasajero descendió en silencio y se adentró lentamente. El triciclero regresó a su casa, pero al revisar el pago recibió un espeluznante hallazgo: dentro de su cartera había pequeños huesos en lugar de dinero.
Preso del pánico, cayó enfermo, fue trasladado al Seguro Social y luego a un hospital en Mérida, donde falleció misteriosamente antes de recibir atención médica adecuada.
El caso conmovió a sus compañeros de trabajo. Uno de ellos, su compadre, decidió esperar al año siguiente en el mismo lugar y a la misma hora, decidido a resolver el misterio.
Según su relato, exactamente a la medianoche del 31 de octubre, una figura similar apareció nuevamente con flores y velas, solicitando un viaje al cementerio. Esta vez, el conductor aceptó con la condición de que el pasajero dijera su nombre completo y pagara por adelantado.
Tras el servicio, el triciclero arrojó el supuesto pago por temor y al día siguiente, visitó el cementerio para comprobar lo impensable: el nombre del pasajero coincidía con el de una tumba olvidada en un rincón del camposanto.
La lápida correspondía a un hombre que murió en un accidente y cuyo cuerpo nunca fue reclamado. Al no tener familiares ni quien lo recordara, fue sepultado sin ceremonia, y desde entonces, según se dice, regresa cada año a colocarse flores él mismo en su tumba.
El caso se convirtió en leyenda urbana, y es motivo de conversación entre los transportistas de Hunucmá cada octubre. Muchos, sobre todo los de mayor edad, suspenden sus actividades nocturnas por temor a recoger, sin saberlo, al pasajero fantasma.
Aunque nunca fue registrado de forma oficial ni existe documentación alguna, este relato forma parte de la rica tradición oral de la comunidad, y se transmite como advertencia, historia de respeto hacia los difuntos y también como un reflejo de las creencias que aún persisten en muchos rincones de Yucatán.