
En 1826, Joseph Nicéphore Niépce logró capturar la primera fotografía de la historia mediante un proceso conocido como heliografía. La técnica requería una exposición prolongada a la luz solar de aproximadamente ocho horas, para fijar la imagen en una placa de peltre recubierta de un material conocido como betún de Judea.
Aunque el resultado, titulado "Vista desde Le Gras", fue una imagen borrosa, el hecho representó un hito para la historia de la fotografía. 13 años más tarde, Louis Daguerre aparecía en el mapa con la invención del daguerrotipo, que un par de años después arribaría al estado de Yucatán de la mano de Emmanuel Friedrichsthal.
En territorio yucateco, probablemente en la ciudad de Mérida, Friedrichsthal ofrecía tomar fotos al público por ocho pesos cuerpo completo y seis pesos las de busto. Un segundo daguerrotipo, traído por el dibujante inglés Frederick Catherwood, arribó la tierra del venado y el faisán en 1842 y esta ocasión marcaría un precedente al fotografiar unos de los sitios más emblemáticos del estado.
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Las fotos antiguas de Chichén Itzá
El dibujante Catherwood, fue el encargado de ilustrar el libro "Viaje por Yucatán", del arqueólogo John Loyd Stephens. Se sabe que los únicos daguerrotipos de los orígenes de la fotografía en Yucatán, en donde se plasmaron vistas de Chichén Itzá y Uxmal, se encuentran resguardados en el museo George Eastman House de Nueva York.
Posteriormente, otros arqueólogos continuarían con la labor de documentar los vestigios de los antiguos templos mayas. Entre ellos destaca Desiré Charnay, quien obtuvo fotografías de Mérida y de los sitios arqueológicos anteriormente mencionados. En la capital yucateca, por ejemplo, Charnay, fotografió la procesión de Corpus Christi de 1959, material que en la actualidad es propiedad de la Biblioteca Nacional de París.