
En Yucatán, los hogares gastan cada vez más, pero no necesariamente ganan más. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh) 2024, publicada por el Inegi, el estado se posicionó en el lugar número 11 a nivel nacional en cuanto al gasto corriente monetario trimestral por hogar.
Esta cifra, sin embargo, es solo la superficie de una realidad más compleja: mientras crecen los gastos, también crece el comercio informal como alternativa económica para miles de familias. El informe revela que, en promedio, cada hogar en Yucatán gastó 82 mil 880 pesos por trimestre durante 2024. De ese monto, 51 mil 255 pesos corresponden al gasto corriente monetario, es decir, dinero que efectivamente se desembolsa para la compra de bienes y servicios.
En contraste, 14 mil 637 pesos fueron considerados gastos no monetarios (como autoconsumo o pagos en especie) y 16 mil 988 pesos correspondieron a erogaciones financieras y de capital. El crecimiento del gasto es evidente si se compara con años anteriores: en 2022, el gasto corriente monetario fue de 42 mil 079 pesos; en 2023, subió a 51 mil 255. Este incremento puede sugerir una mayor actividad económica, pero también refleja el aumento sostenido de precios y una mayor presión financiera sobre los hogares.
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¿En qué gastan los yucatecos?
Los rubros que más consumen el presupuesto familiar son los esperados: alimentos y bebidas, con 18 mil 874 pesos trimestrales, y transporte y comunicaciones, con 11 mil 156 pesos. Le siguen educación y esparcimiento (5 mil 134), cuidado personal (3 mil 658), artículos domésticos (3 mil 361), vivienda y servicios (3 mil 477), salud (2 mil 087), y vestido y calzado (1 mil 459).
Los alimentos consumidos dentro del hogar acaparan 14 mil 966 pesos, divididos principalmente en carnes (2 mil 846), cereales (2 mil 266), alimentos diversos (4 mil 261), verduras y legumbres (992), y productos lácteos (685). Además, cada hogar destina en promedio 2 mil 621 pesos a comer fuera, en fondas o restaurantes.
Este patrón de consumo muestra que los hogares en Yucatán invierten lo necesario en necesidades básicas, pero también asignan recursos importantes al bienestar, el esparcimiento y la movilidad. No obstante, estos gastos no se reflejan necesariamente en una economía formal más sólida.
Verano y comercio informal
El aumento en el gasto de los hogares durante el verano coincide con otro fenómeno: el crecimiento del comercio informal. Temporadas vacacionales como la actual representan una oportunidad para quienes necesitan ingresos inmediatos y no tienen acceso al mercado laboral formal.
Calles, esquinas, parques, mercados y redes sociales se llenan de emprendedores improvisados que venden desde alimentos preparados hasta ropa, accesorios o juguetes. Muchos operan desde sus propias casas, otros colocan mesas y carpas improvisadas en espacios públicos, aprovechando el flujo turístico y el aumento en el consumo.
“Es algo que vemos todos los años. El comercio informal le pega muchísimo al formal, porque los primeros no pagan impuestos, ni prestaciones, ni permisos”, señaló José Enrique Molina Casares, presidente de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Mérida (CANACO Servytur). “Se colocan frente a quienes sí cumplen con sus obligaciones, como el pago de renta, nómina y contribuciones fiscales”.
Para el sector formal, esta competencia desleal es un obstáculo constante. Sin embargo, para cientos de familias la informalidad representa una válvula de escape ante los bajos ingresos y el encarecimiento de la vida.
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El dilema: más consumo, menos formalidad
La Enigh permite asomarse a una paradoja local: los hogares yucatecos gastan más que antes, pero buena parte de ese dinero fluye hacia circuitos económicos informales que escapan del control fiscal y regulatorio del Estado.
Esto plantea un dilema para las autoridades y los empresarios: cómo impulsar el crecimiento del consumo sin que eso erosione el tejido empresarial formal. Mientras tanto, cada peso que gasta una familia yucateca no solo refleja su poder adquisitivo, sino también su forma de adaptarse a una economía que, aunque crece, aún no alcanza a todos por igual.