
En lo profundo de la selva campechana, un árbol de copa amplia y savia ancestral sigue latiendo con fuerza: Castilla elástica, conocido también como árbol de hule, caucho, ulli (del náhuatl olli) o k’iik che’ en lengua maya. Este árbol no solo es un vestigio botánico de la Mesoamérica prehispánica, sino también el corazón de una tradición que rebota con energía en la cultura viva: la fabricación de la pelota maya.
Un gigante de la selva tropical
Castilla elástica pertenece a la familia Moraceae y puede alcanzar entre 20 y 30 metros de altura, aunque en condiciones óptimas se han registrado ejemplares de hasta 60 metros. Su tronco recto, de hasta 90 cm de diámetro, exuda un látex blanco y espeso que fue, durante siglos, el material predilecto para crear objetos impermeables, medicinales y, sobre todo, pelotas para el juego mesoamericano.

Este árbol prospera en climas cálido-húmedos como los de la Península de Yucatán, en altitudes de hasta 600 msnm. Sus hojas grandes y brillantes, y su copa piramidal, lo hacen inconfundible entre la vegetación selvática.
Del látex al ritual: cómo se fabrica la pelota maya
La elaboración de la pelota maya combina sabiduría botánica, destreza artesanal y simbolismo ritual. El proceso tradicional incluye:

- Sangrado del árbol: Se hace una incisión en el tronco para recolectar el látex, que fluye lentamente y se recoge en recipientes.
- Cocción y moldeado: El látex se calienta y, en algunos casos, se mezcla con otras sustancias naturales para aumentar su elasticidad. Luego se moldea en forma de esfera.
- Secado y curado: La pelota se deja secar al sol durante días hasta adquirir la consistencia ideal para el juego ritual.
Este conocimiento, heredado por generaciones, no solo produce un objeto utilitario: reconstruye un legado ceremonial. En el juego de pelota, la esfera de hule simbolizaba el movimiento solar, los ciclos vitales y el vínculo entre el mundo de los vivos y el inframundo.
JGH