
En los rincones más cálidos de la selva campechana crece una joya botánica poco conocida pero profundamente enraizada en la identidad local: Pouteria campechiana, un árbol frutal nativo que, pese a su valor ecológico y cultural, enfrenta un preocupante riesgo de extinción.
Conocida popularmente como zapote amarillo, canistel, mamey de Campeche, zapotillo o caimitillo, esta especie ha sido parte del paisaje y la alimentación tradicional de comunidades mayas y rurales. En lengua maya, también recibe nombres como chi'kéej, ja'as che' o k'aniste', reflejo de su arraigo ancestral.

Aunque su fruto recuerda al mamey por su textura y dulzura, el zapote amarillo posee una identidad propia: su pulpa, de un amarillo intenso, tiene un sabor suave y un aroma característico. Se consume fresco o en preparaciones como licuados, postres y dulces regionales; además, su madera ha sido aprovechada en la construcción tradicional.
Pese a estos usos, factores como la expansión urbana, la deforestación y la pérdida de interés comercial han mermado su presencia en los ecosistemas locales. Aunque en ciertas clasificaciones aparece con una categoría de “atención menor”, investigadores advierten que la invisibilización de esta especie podría conllevar una pérdida biocultural significativa.
Además de Campeche —a cuya geografía debe su nombre científico— Pouteria campechiana crece en otras regiones de México como Yucatán, Quintana Roo, Veracruz, Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Puebla, Michoacán, Jalisco, Guerrero y Morelos. A nivel regional, también está presente en Belice, Guatemala, El Salvador y Panamá, y ha sido introducida con éxito en zonas tropicales de Sudamérica, el Caribe (como Cuba, Puerto Rico y Jamaica), el sur de Florida, Filipinas y Malasia, lo que refuerza su potencial agroforestal y cultural a nivel global.

Ante este panorama, organizaciones ambientales y centros de investigación han comenzado a documentar su distribución y promover su conservación mediante bancos de semillas, reforestación y educación comunitaria. El rescate del zapote amarillo implica más que preservar un árbol: es una apuesta por la identidad, la soberanía alimentaria y la biodiversidad. Su futuro depende de que vuelva a sembrarse no solo en la tierra, sino también en la memoria colectiva.
JGH