
Junto al estadio Cruz Azul Nelson Barrera Romellón, sobre la transitada avenida Gustavo Díaz Ordaz, se levanta una estructura abandonada que por más de cuatro décadas ha sido testigo silencioso de rumores, abandono y leyendas urbanas. Lo que alguna vez prometía ser uno de los hoteles más grandes de Campeche, hoy permanece como un esqueleto de concreto, invadido por el tiempo, el misterio y la oscuridad.

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La construcción, que quedó en obra negra desde los años ochenta, ha sido explorada por curiosos, documentalistas y vecinos. Algunos aseguran que al ingresar se percibe una fuerte vibra, difícil de explicar. Otros afirman que por las noches personas desconocidas realizan actos de brujería, dejando rastros como animales muertos, bolsas con amarres y símbolos propios de ritos de santería. También se ha convertido en refugio de personas en situación de calle, quienes lo utilizan para dormir.

Con el paso del tiempo, el lugar ha sido invadido por vegetación, que trepa por los muros y se extiende entre los pasillos vacíos, dándole un aspecto aún más fantasmagórico. Desde sus niveles superiores, se pueden apreciar vistas impresionantes de la ciudad, incluyendo la zona de los cocteleros en el malecón, donde el contraste entre el abandono y la vida costera genera una imagen tan bella como inquietante.
En 2022, el inmueble fue adaptado como campo de gotcha, pero el proyecto fue abandonado tras rumores de que “espantaban” a los visitantes, dejando atrás llantas, obstáculos y equipo sin recoger. Desde entonces, el lugar permanece cerrado, pero no vacío.

¿De quién fue?
El origen del inmueble está rodeado de versiones contradictorias. Algunos aseguran que perteneció a Joaquín Hernández Galicia, el famoso “La Quina”, líder del sindicato de PEMEX en los años 70 y 80, quien fue detenido en 1989 por presunto homicidio y portación de armas exclusivas del Ejército. Otros afirman que fue propiedad de un exnarcotraficante, y hay quienes lo vinculan con una expansión fallida del Hotel Debliz, ubicado en la misma avenida. Una versión más trágica señala que la obra se paralizó tras la muerte de un albañil, lo que habría marcado el destino del proyecto.
Ecos del abandono

Hoy, la estructura permanece como un monumento al olvido, envuelta en rumores, miedo y curiosidad, habitada por murciélagos y el eco de lo que pudo ser. Sin intervención oficial ni destino claro, el inmueble sigue siendo parte del paisaje urbano y de la memoria colectiva de Campeche.
Vecinos piden que se esclarezca su situación legal y se defina su futuro, antes de que el abandono se convierta en riesgo para quienes lo habitan o lo visitan. Mientras tanto, la construcción sigue siendo una ruina con historia, y quizás, con secretos que aún no han sido contados.