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Cultura

No matarás porque de Dios son tus hijos

Por Ivi May Dzib

Ficciones de un escribidor

IV

EL: Hoy te ves diferente.

ELLA: Ustedes se preocupan demasiado por la apariencia. Si son gordas, si son flacas, si tiene pelos, si no los tiene, si tiene cuerpo de haber tenido hijos, si bebe y fuma, si dice groserías en la cama, siempre se fijan de todo eso.

EL: Solo digo que te ves diferente, no tienes que reaccionar así.

ELLA: ¿Así cómo?

EL: Como si yo fuera el problema.

ELLA: Usted no es el problema y tampoco la solución, aunque igual y es posible que gente como usted sea el problema. Lo que digo es que la apariencia engaña.

EL: Yo no te escuché decir eso.

ELLA: Usted escucha lo que quiere y lo transforma en algo a favor de ellos, o de ustedes, mejor dicho.

EL: Si sigues viniendo porque te lo pidió tu madre entonces esto no va a funcionar.

ELLA: No estamos aquí para que esto funcione, he venido porque me urge decirle lo que pasó ayer.

EL: ¿Por qué?

ELLA: ¿Por qué qué?

EL: ¿Por qué te urge?

ELLA: Porque sé que usted tiene necesidad de escuchar y porque sé que también es su deber guiar por el buen camino a las jóvenes recién casadas, para que acepten la voluntad de Dios.

EL: Yo solo quiero ser un pastor que guíe tu camino hacia una buena vida, te ofrezco oportunidades, de ti depende tomarlas.

ELLA: Ayer fue a mi habitación, me preguntó que si me veía con alguien. Le dije que no, pero él insistió en decirme que me veía con un hombre, yo le dije que eras tú quien me estabas guiando.

EL: ¿Cómo lo tomó?

ELLA: Se río y comenzó a golpearme, yo le pregunté por qué, no supo responderme y me volvió a abofetear. Saltó sobre mí y me dio un golpe en el estómago, me la metió por detrás y me cagué, luego volvió contra mí y me puso las manos en el cuello, ahí fue cuando empecé a luchar.

EL: Eso es imprudente, cómo es que lo hiciste.

ELLA: No podía hacer otra cosa, ahí pensé que era él o yo y lo arañé para poder escaparme y apuñalarlo. Le di en los ojos con las uñas, llegué a rastras a la cocina, tomé un cuchillo, él se recuperó y me dio alcance, quise apuñalarlo y en mi cabeza pensaba que bastaban dos movimientos de la mano para terminar todo.

EL: Dios no permitiría semejante cosa.

ELLA: No, Dios no lo permitió. Porque mi marido me quitó el cuchillo y me apuñaló hasta cansarse, ahora me tiene aquí, muerta.

EL: Tú no estás muerta.

ELLA: Veme a los ojos y compruébalo.

Continuará.

ivimayd@hotmail.com

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