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José Inés Novelo: orfebre de la frase canora, sabio y profeta

 

Carlos Alberto Pérez y Pérez*

II y última

En 1896 M. Yenro y Compañía, sociedad librera establecida en Mérida, Yucatán, le imprime a José Inés Novelo la primera edición de su segunda obra titulada De mi musa.

Su producción literaria incluyó publicaciones en el extranjero, y su participación en la política local y nacional le permiten acumular un sinnúmero de experiencias que serían material de inspiración para bordar en encajes finos figuras poéticas que adornaban sus bien acabados versos, mientras sus quehaceres políticos lo impulsaban a ocupar diversos cargos legislativos y de dirigencia partidista, como cuando ocupó la presidencia nacional del Partido Liberal Constitucionalista .

Durante el último lustro del siglo xix, Inés Novelo inicia su pináculo, y para la primera década del xx, ratifica esa maestría poética con dos de sus más destacadas obras: Gérmenes y Pétalos, publicados en 1905 y 1909, respectivamente. En 1903, su poema A su majestad la reina, obtuvo el Premio del Centro Español de Mérida, en los Primeros Juegos Florales de la ciudad.

En 1907, publica su monumental obra Yucatán 1902-1906, en la que nos presenta un análisis minucioso de las transformaciones de la entidad durante esos años que la administró el gobierno molinista, y para librar la crítica malintencionada ante su elogio a dicha administración, escribe entre otras cosas lo siguiente:

Hay espíritus sombríos a quienes subleva el elogio que se tributa al verdadero mérito. Lean sin embargo, el libro, los que con peores ojos lo miren en razón de ser objetivo: supriman las alabanzas, desechen los comentarios, recórtenlo y pódenlo a su sabor, redúzcanlo a desabrida narración cronológica de los hecho, a algo así como inventario mondo y lirondo de las obras (sin adjetivos) llevadas a cabo directa o indirectamente por D. Olegario Molina durante su gobierno en Yucatán, y después de agotada la lectura, estamos seguros de que el lector más adverso no podrá menos de exclamar a solas con su conciencia: “ en verdad que ha sido admirable sin precedente la obra de D. Olegario Molina”.1

José I. Novelo poseía algo que muchas veces está ausente en las mentes revolucionarias, salvo excepciones de la talla de José Vasconcelos, también ilustre escritor, filósofo y político oaxaqueño: la objetividad, aunque no por ello en momentos pecaba Novelo de subjetivo.

La obra Yucatán 1902-1906 requeriría más líneas que las que ahora podemos ofrecer. En ella nos encontramos con una visión completa del sistema administrativo molinista y una revisión de las obras más representativas de la modernidad alcanzada en los años mencionados en el título de la obra. La moralidad pública y administrativa, la protección de las clases populares, la Hacienda Pública, la salubridad y seguridad, El “Paseo de Montejo”, El hospital O´Horán y el Asilo Ayala son presentados como parte del progreso molinista, siendo objeto de un concienzudo análisis de parte de quien aún tenía el título de director del Instituto Literario.2 Ya hacia 1945 publicó la segunda edición del libro De mi musa.

A José Inés Novelo debemos el rescate de una semblanza donde Abelardo Barrera Osorio nos habla del cura José María Velázquez, el ilustre liberal sanjuanista, poniendo de manifiesto su sinigual reconocimiento al trabajo que otros escritores han realizado. Así también, con esa humildad reconoce en la dedicatoria de la obra Alma patria y otros poemas, la tarea que en favor de la cultura y la educación había realizado el gobernador Ernesto Novelo Torres, también vallisoletano, dedicándole el libro mencionado, pero aclarando que alejado de la “próvida costumbre añeja” de colgarse con dedicatorias a los funcionarios, él lo hacía cuando Novelo Torres no ostentaba ya el cargo de gobernador de Yucatán y le escribe la dedicatoria siguiente:

A

Don Ernesto Novelo Torres

Gobernador del Estado de Yucatán

Como un homenaje a su actuación

educativa y cultural, patente en

obras de sólida perennidad.

J.I.N.

En su factura y en su estilo imprime este ilustre poeta vallisoletano aquellos dones constantes de su pluma: estilo castizo, prolífico, diáfano, de una métrica bien acabada y de un lenguaje correcto y sonoro, pero sin renunciar a los recursos del lenguaje popular y regional, lo que no significó que en su obra la temática global fuera ignorada, sino todo lo contrario, y ante la vorágine del expansionismo y la Primera Guerra Mundial escribe a menos de un año de iniciada esta ¡Una tregua!, cuyos sentidos versos manifiestan una preocupación por la sombría realidad de la humanidad, y nos los expresa así:

Vivamos un momento,

tan sólo uno siquiera,

sin la visión macabra

de la espantosa hoguera.

De esa espantosa pira

en que, cual seca estopa,

los campos y las urbes

consúmense de Europa.

Vivamos en nosotros,

siquiera un breve instante,

de aquel Apocalipsis

sin la obsesión constante.

Yo sé que es magno esfuerzo,

ya que un dolor profundo

embárganos, mirando

que se desangra el mundo.

Mas cuando el fiero Marte

retumba como el trueno,

muy más ansía el alma

un reposar sereno

Una apacible tregua,

un plácido descanso,

un alto en el sendero

en busca de un remanso

Y este mismo poema termina con una estrofa en que manifiesta su preocupación por la patria que le ve nacer, ante una inminente incorporación de varios países en la conflagración y nos dice:

Que no al jardín del mundo,

oh Paz, tu mano deje…

Sé huésped del Anáhuac.

¡A México protege!

El poeta no renunció nunca a su condición atento observador de la naturaleza y la realidad social e histórica, pero no de una manera áspera y descarnada, sino con una voz salida del corazón y con el ropaje que la sensibilidad y el arte brindan.

Al igual que otros escritores como Pellicer o José María Pino Suárez,3 de quien fuera amigo y cercano colaborador y a quien, por cierto, dedica la estrofa XI del hermoso poema Canto a Madero, Novelo es también un enamorado del paisaje mexicano. Como observador acucioso de la naturaleza, Inés Novelo no la interpreta, ni la imagina: la calca. No la recrea, la reproduce fielmente como en los poemas En la selva o En la floresta, que en su diáfano estilo nos llevan de la mano a caminar entre la espesa selva y el aromático olor de las coloridas flores, o igual retrata fielmente el clima del trópico como en El salmo de las fuerzas, Llueve o Auras paganas, poema este donde describe el poder de la naturaleza y la belleza que nos brinda, como queriendo sublimar su amor por la pequeñez humana ante el poder creador de Dios; poemas todos que podemos considerar gradaciones de color, olor, temperatura y sonidos y donde su voz poética nos conduce a un paisaje no idealizado, sino vívido, casi tangible, a partir de versos suaves pero bien acabados, tal como lo establecían los cánones del modernismo creado por el poeta nicaragüense Rubén Darío. En La floresta, nos dice Inés Novelo:

El bochornoso, en la calma de la siesta,

enjuta los hirsutos matorrales;

amortigua el rumor de los maizales

y los retoños vírgenes retuesta.

Sólo en la amenidad de la floresta

no asfixian los rigores estivales…

¡Allí corren los músicos raudales

Y garrulan los pájaros en fiesta!

¡Allí, en el palio de tupidas frondas,

se tamiza la luz en suaves ondas,

Y sólo esparce deleitables lampos!

Allí un aire balsámico... se aspira,

grueso y restaurador…¡Allí se admira

la eglógica belleza de los campos!4

Para fortuna de los lectores, José Inés Novelo no fue solo un paisajista de la naturaleza, también lo fue de la realidad y de la historia. En 1945 publica Alma Patria y otros cantos, donde comienza con un poema titulado “Canto a los héroes”, obra en la que se muestra más dueño de sus recursos y plenamente seguro de que el conocimiento de la historia es la mejor arma para continuar siendo una nación libre.

En este poema demuestra su profundo conocimiento de la realidad mexicana, y nos habla de sus protagonistas, pero no da nombres, canta a los héroes anónimos con versos alejandrinos5 en perfecta armonía. Ejemplo claro de ello es el soneto “De mi huerto”6 que dice:

Traigo para los surcos que cultivas

en los cármenes de tu alma,

estos gajos de verdes siemprevivas,

este mirto, esta rosa i esta palma.

Cuídalos, como a lámparas votivas.

Así tendrán las flores de tu alma

el verdor de esas frescas siemprevivas,

de ese mirto, esa rosa i esa palma.

I verás que hasta en horas pensativas

de soledad o de tediosa calma,

han de tener los surcos que cultivas

En los cármenes íntimos de tu alma,

el verdor de esas frescas siemprevivas,

de ese mirto, esa rosa i esa palma.

Precisamente, en el mismo libro publica el poema “Canto a Madero” en el que le ofrece a Pino Suárez una estrofa, como antes hemos dicho y escribe así:

A Pino Suárez loo cuando de la Hostia digo.

¡Leal entre leales, fué tu mejor amigo!

Ennobleció la noble palabra: ¡Lealtad!7

Con tal penacho insigne entró en la Eternidad.

Tu trágico Destino, consciente, siguió, fiel,

nimbando así su frente de un trágico laurel.

Pero hay algo más suyo que es gala de su historia,

que es mármol de su espíritu, que es lustre de su gloria:

¡fue Bardo…Pero un Bardo soberbio, justador.

¡Un Bardo que hizo bronces al Deber y al Honor!

Su pluma, limpia siempre, fue espada fulgurante…

¡Fue, como tú,8 un Bayardo y un Caballero Andante!

Cástor y Pólux fúlgidos de nuestros Fastos son

tú y él…¡Los dos!...¡Gemelos, por su gran corazón!

José Inés Novelo se ajustó a los cánones de la corriente modernista y al igual que los escritores de la época, no solo se ajustó a la métrica de este movimiento literario, particularmente en los sonetos, sino que a los temas recurrentes, como las princesitas, castillos, cristales, piedras preciosas, fuentes y palacios también fluyeron de su pluma en rimas sonoras. He aquí un claro ejemplo:

Florecen las estrellas

Las sombras se adueñaban del ambiente

emergiendo sutiles del follaje,

y amagando con cólera salvaje

las púrpuras carmíneas del poniente

Un monte enhiesto en la rugada frente,

cual bandera gloriosa del paisaje

tremolabaun fulgor, con celaje:

¡un trémulo fulgor iridescente!

Salvó el fulgor el campo delas nubes;

llamó al palacio azul de los querubes;

tomó un haz tembloroso de centellas;

recorrió las llanuras anchurosas

delzafir…Y en las salas tenebrosas,

¡el fanal encendió de las estrellas!9

José Inés Novelo escribe premonitoriamente su propio Epitafio que retrata la realidad, como él siempre lo hizo. Pero aquí relata su propia realidad y que va muy acorde con el legado heredado a las generaciones ulteriores:

Tallóle de una pieza la Energía

en el épico bronce del cañón.

Y se alistó en la bélica porfía

de la Revolución.

En las pugnas, su Espada

prezganó y gloria suma.

Y en la paz sosegada,

fué una espada su Pluma.

Así, doble corona

su dualidad magnífica pregona.

Y así, le cifran, en compendio fiel,

El Casco de Belona10

Y el dáfnico laurel…

Aunque Novelo destacó en su tiempo entre los iniciadores del modernismo en Yucatán, fuera de esta entidad, sus obras tuvieron en su época muy escasa divulgación. Esta situación no puede atribuirse a su extravagancia o mal gusto, pues ni la obra ni el hombre eran capaces de ofrecer sensibilidad más delicada que la que él poseía en las bien hilvanadas hebras sutiles de oro fino de sus poemas.

Hoy sabemos que nuestro conocimiento de la obra de Novelo es muy precario y que, cuando se lleve a cabo la reedición de su trabajo completa, los volúmenes existentes de quienes estudien su obra se multiplicarán y, paralelamente, quizás encontremos aspectos y relieves hoy ignorados, nuevos caminos y vericuetos que Novelo nos sugiere, pero que por la orfebrería de su figuras poéticas no son asequibles a una lectura superficial o descuidada.

Pero aún dentro de la sección de su obra hasta ahora accesible –su poesía y su prosa–, el estudio de Novelo no ha tenido el lugar que se merece, acaso por el aspecto que hemos comentado. Su producción es prolífica. Escribió entre otras: De mi musa, 1896; Soneto a su majestad la reina, 1903; Gérmenes, 1905; Pétalos, 1909; Abril, 1937; El hombre y otros poemas, 1938; Último abril, 1939; Mieses de otoño, 1940; Rosas de invierno, 1943; Últimas rosas, 1944; Alma patria, 1945; Florecita, 1946; Bajo otros cielos, 1946; Rezagos líricos, 1949; Rimas santas, 1949; Sonetos y poemas de catorce versos, 1949.

Aunque Novelo no alcanzó en su momento el reconocimiento pleno de sus contemporáneos por las circunstancias propias de la época y por la dificultad de su tiempo para divulgar la obra literaria, lo cierto es que ha trascendido y hoy su obra es tan fresca como en los primaverales abriles en que la escribió. Vale la pena mencionar que el propio Gutiérrez Nájera fue víctima de la misma situación, no obstante ser junto con Martí los introductores del modernismo en México y uno de los más destacados escritores de nuestra patria.

Finalmente, como un profeta José Inés nos habla en su tiempo del futuro de su obra y nos dice en su poema Post mortem:

Cuando ya no esté aquí, cuando haya muerto,

yo sé que habrán de revivir las rosas

que hoy engarzo en las rimas armoniosas

que en mis fragantes búcaros concierto.

Yo sé que habrá un piadoso desconcierto

?¡piadoso y noble!– al ver mis rumorosas

palmeras columpiarse victoriosas

sobre del arenal de mi desierto

Yo sé que la mortaja del olvido

que la caverna en que moré transido

envolvióme, como a un cadáver yerto,

rasgarán, esplendentes, los fulgores

de un sol de inmarcesibles resplandores…

¡Yo sé que he de vivir… cuando haya muerto!11

El desierto, la mortaja y la caverna son una premonitoria manifestación una una pronta muerte física, pero el deseo de seguir presente con su obra es indudable, en el sol de inmarcesibles resplandores en los que hay una esperanza de traspasar la vida terrenal y que permiten revivir a las rosas y darle al poeta vida eterna.

El poeta nos dice una cosa de la existencia y, sin embargo, con una hermosa metáfora nos dice que su obra es su legado perenne y no manifiesta reclamos ni enconos a lo que le tocó vivir, sino como otro de los grandes poetas modernistas que lo fue Amado Nervo, agradece a la vida y nos dice en el poema Un celaje:

¡YO tuve quince años! ¡Los tuve…los tuve!

¡Mi mar fue el espacio, mi esquife una nube!

Cantando, bogué…

¡Qué tul más hermoso, qué viaje, qué viaje!

¡Qué azules los lagos, qué lindo el celaje

en que puse el pié!

Del lecho de gasas que el alba arrebola,

tú eres un encaje disperso, una ola

de rico tisú.

En cofres de plata la aurora tenía

Sus chales de seda, cortinas del día,

y un chal eres tú.

La luz no llegaba y el heraldo ya eras

Esa luz, aliento de las primaveras,

que enflora el pensil.

La luz vino luego, y dio a tu regazo

violetas y lirios, corolas de raso,

capullos de Abril.

Bajo el arco inmenso del día te meces…

Mas… ¿por qué te esfumas…y desvaneces

en vuelo fugaz?

¡Oh, azul, ya se han ido tus blondos encajes!

¡Oh, azul, como mi alma, ya estás sin celajes!

¡Estamos en paz!12

Inés Novelo dejó inéditos Luciérnagas y En la busca y otros poemas, así como La profecía de Huitzilopochtli, fechado en Nueva York, Estados Unidos, el 18 de octubre de 1927, aunque produjo otros trabajos posteriormente.

En 1954, casi al final de su vida, publica Prólogo de últimos rezagos líricos. En esta obra, escrita en una prosa diáfana y pulcra, puede verse la sutileza con que Inés Novelo nos narra pasajes de la vida cotidiana, y aunque que por esta última razón puedan parecer baladíes o insulsos, son escritos por la pluma de Novelo con una destreza estilística y una armonía impresionante, engarzando cada situación de su vida cual orfebre la delicada filigrana, de modo tal, que la obra atrapa al lector página tras página y lo traslada a Valladolid y a ese mundo de sueños, ilusiones y travesuras infantiles que nos hacen recordar las propias.

José Inés Novelo falleció el 30 de diciembre de 1956 y congruente con los principios que rigieron su vida, uno de sus deseos fue ser inhumado en el panteón de su querida ciudad de Valladolid. En cuanto a esto, se sabe que cuando fallece, el entonces presidente de la República licenciado Adolfo Ruiz Cortines ofreció a la familia de José Inés Novelo depositar los restos mortales del poeta yucateco en la Rotonda de los Hombres Ilustres, dada la deuda que la Patria tenía para con él. No obstante aquel honor, la familia informó que en vida el licenciado Novelo había manifestado su deseo de ser inhumado en su querida ciudad natal,13 por lo que se trasladó su cadáver a Valladolid, donde fue recibido por una gran cantidad de personas que le rindieron grandes honores y acompañaron al cortejo al panteón general de la ciudad. Ahí, en su solar de origen, fue inhumado “al pie del altar de la naturaleza y con la corona de azahares inmarcesible y olorosa” que en renglones de inmensa poesía le había vaticinado otro gran poeta de Yucatán: José Peón Contreras.

Notas

1 Joed Peña Alcocer: “José Inés Novelo: germen de maestro y poeta”.

2 Ídem.

3 Cabe destacar que Novelo fue secretario particular de Pino Suárez cuando este fungía como vicepresidente de la República y ministro de Instrucción Pública, simultáneamente.

4 José Inés Novelo: Gérmenes, pp.41-42.

5 Que no es lo mismo que tetradecasílabos, pues aunque ambos son de arte mayor, los alejandrinos son un caso especial, pues tienen la particularidad de estar divididos en dos hemistiquios de 7 sílabas y tienen acentos principales en 6.a y 13.a sílabas.

6 José Inés Novelo: Sonetos y poemas de catorce versos, p. 233.

7 Las cursivas son de la obra original. José Inés Novelo: Alma patria y otros cantos, p. 157.

8 Se refería a Francisco I. Madero.

9 José Inés Novelo: Gérmenes, pp. 75-76.

10 En la mitología romana, Belona era la diosa de la guerra (en latín, bellum), hija de Júpiter y Juno, compañera o esposa de Marte. Su equivalente griego sería Enio y se vuelve más popular que Marte (el equivalente de Ares) allí. Se creía que era uno de los dioses númenos de los romanos (sin una mitología particular y posiblemente de origen etrusco) y muchos suponen que habría sido la deidad romana original de la guerra, predando la identificación de Marte con Ares. Su nombre está directamente relacionado con la palabra moderna “beligerante” (literalmente, ‘que está en guerra’). En el arte, se le representa con casco, coraza, espada, lanza y antorcha. En: https://es.wikipedia.org/wiki/Belona (Recuperado el 22 de febrero de 2018).

11 José Inés Novelo: Sonetos y poemas de catorce versos, p. 233.

12 José Inés Novelo: Gérmenes, pp. 27-28.

13 Comunicación personal con la señora Patricia Novelo.

Bibliografía

Diccionario histórico y biográfico de la Revolución Mexicana, 1ª ed., VII tomos, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México D. F., 1992, tomo VII-Yucatán

Menéndez de la Peña, Rodolfo: “El Lic. D. Manuel Sales Cepeda”, en Rostros de la Educación en Yucatán, SEGEY-Casa de la Historia de la Educación de Yucatán, 2012.

Novelo, José Inés: Alma Patria y otros cantos, Ediciones del autor, México, D.F., 1945.

——————————: De mi musa, Talleres Gráficos Ediciones Minerva, S. de R. L., México, D. F., 1945.

——————————: Gérmenes, 2.ª Edición, Talleres Gráficos Laguna, marzo de 1945.

——————————: Sonetos y poemas de catorce versos, Ediciones del autor, México, D.F., 1949.

Peña Alcocer, Joed: “José Inés Novelo: Germen de maestro y poeta”, en: Rostros de la Educación en Yucatán, SEGEY-Casa de la Historia de la Educación de Yucatán, 2012.

Trabajos de la Liga de Acción Social para el establecimiento de las Escuelas Rurales en Yucatán (1913). Ed. Empresa Editora Yucateca S. A., Mérida, Yucatán

Comunicación personal con la Sra. Patricia Novelo y Méndez (nieta del poeta José Inés Novelo), 20 de abril de 2018.

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