
Hace cinco años perdió ambas piernas en un accidente, y con ellas también su trabajo, su casa y cualquier estabilidad. Hoy sobrevive gracias a la caridad de las personas y duerme en un rincón de la terminal de Autobuses del Oriente (ADO), cuando se lo permiten. A sus 52 años, ya no sonríe. No tiene familia ni motivos para celebrar. Tampoco razones para creer en un futuro mejor.
Pasó dos años y cuatro meses internado en el hospital general, luego de que un autobús lo arrollara. En ese entonces, enceraba autos frente al Palacio de Gobierno. Una tarde se dirigía a la terminal ADO para comer unos tacos, cuando al cruzar la peligrosa avenida Uxmal, una unidad del transporte público lo embistió. El impacto le provocó lesiones en la cabeza, en uno de los ojos y le arrebató ambas extremidades inferiores. Cinco años después, pernocta en la misma zona donde su vida cambió para siempre.

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“Tenía un cuarto por la Ruta 4, en la avenida Francisco I. Madero, y hasta eso lo perdí. Duermo en la terminal desde hace un año y medio. Tengo que meterme porque hay muchos asaltantes y debo dormir sentado. Si alguien me ayuda a acostarme en el piso, me roban la silla, y esa me la regaló el DIF. Es lo único que me permite moverme”, relató esta persona que pidió permanecer en el anonimato, pero compartió amablemente su historia.
Explicó que para ir al baño debe ingresar al de los empleados, quienes tienen que cargarlo, ya que su silla de ruedas no cabe en el sanitario, pues no está adaptado para personas con discapacidad. Como duerme ahí, pasa casi todo el día en la calle, buscando ganar unas monedas para poder comer.

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“De uno o dos pesitos, pero te dan. No es obligación, o te nace o no. Porque a ellos no les pasó, y lo entiendo. Pero siempre lo agradezco. Lo que sea es bueno, y con que salga para comer, pues ya la hice”, dijo, mientras se acomodaba el sombrero.
Contó que no tiene ningún familiar. Llegó a Cancún desde Irapuato, Guanajuato, hace una década. Allá vendía frutas. Vino con la esperanza de una vida mejor, pero el destino le tenía otro camino, mucho más duro, sobre todo en una ciudad donde la inclusión para personas con discapacidad es casi nula. Tal vez haya un poco de accesibilidad en el primer cuadro de la ciudad, pero en el resto de Cancún, particularmente en las regiones y colonias irregulares, no hay ni calles ni banquetas con rampas.