 
        El Consejo Comunitario de Kinchil denunció un nuevo caso de ecocidio con tintes de etnocidio en el poniente de Yucatán. De acuerdo con sus integrantes, la empresa Grupo Crío, dedicada a la producción industrial de huevo, ha devastado alrededor de seis hectáreas de selva maya para ampliar sus instalaciones, sin respetar el equilibrio ambiental ni el valor histórico del territorio.
El área afectada se ubica a menos de un kilómetro de los vestigios arqueológicos de Tzemé, una antigua ciudad maya reconocida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) por su relevancia comercial en la época prehispánica.
Tzemé fue un punto clave en el intercambio de bienes con Tabasco y Campeche a través de la Ría Celestún, por lo que su preservación es fundamental tanto para la memoria histórica como para la identidad de las comunidades mayas actuales.
Denuncia sin respuesta
El representante del Consejo Comunitario, Federico May, informó que el pasado 16 de octubre acudió con su equipo al INAH para presentar una denuncia formal, acompañada de fotografías, documentos y pruebas topográficas que acreditan la destrucción del ecosistema.
 
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Sin embargo, a más de dos semanas del reporte, no se ha emitido resolución alguna, mientras las máquinas continúan trabajando y el daño ambiental se extiende.
“Nos dijeron que la obra estaba clausurada y que habría un proceso legal contra la empresa, pero en el sitio no hay sellos, vigilancia ni presencia de autoridad alguna”, declaró May, quien aseguró que los campesinos de la zona son testigos del avance constante de las obras.
Por su parte, Félix Antonio Canul, integrante del mismo consejo, denunció que la empresa ha invadido terrenos comunales al derribar delimitaciones con alambre colocadas por los campesinos.
Esta expansión ha puesto en riesgo actividades tradicionales como la milpa maya, la apicultura, la ganadería y la meliponicultura, pilares de la economía local y del sustento cultural de decenas de familias.
Un corredor biológico
La zona devastada pertenece a una selva baja inundable, ecosistema vital que funciona como corredor biológico entre Kinchil y Celestún. Según los pobladores, el daño no sólo afecta al paisaje natural, sino también a especies protegidas como el jaguar (Panthera onca), el felino más grande de América Latina, cuya presencia ha sido documentada en esa región.
 
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“Al destruir su hábitat, los jaguares pierden a sus presas naturales –venados, pavos ocelados y cerdos de monte– y terminan muriendo de hambre o desplazándose a zonas urbanas, donde corren aún más peligro”, explicó May.
A pesar de que el INAH reconoció la importancia histórica de Tzemé, los denunciantes aseguran que las obras del Grupo Crío siguen su curso “con total normalidad”, lo que consideran una muestra de la impunidad con que operan algunas empresas en territorios mayas.
“Nos preocupa que la devastación no sólo borre la selva, sino también nuestra historia y nuestra forma de vida”, advirtió Federico May. “Si permitimos que destruyan estos vestigios, estaremos perdiendo parte de lo que somos como pueblo”.
 
			 
                             
                            