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Yucatán

La otra cara del empleo en Yucatán: registra alto índice de informalidad, bajos ingresos y largas jornadas

Yucatán suma 1.2 millones de empleos, pero 735 mil personas están en la informalidad, en el tercer trimestre del año.

La desocupación cae a 1.5%, pero uno de cada tres trabajadores está en condiciones laborales críticas
La desocupación cae a 1.5%, pero uno de cada tres trabajadores está en condiciones laborales críticas

En Yucatán, casi todas las manos están ocupadas, pero no todas están protegidas. El mercado laboral del Estado se expande en número de trabajadores, reduce la desocupación y mantiene una tasa de participación económica que crece ligero, pero la calidad del trabajo sigue siendo el gran pendiente.

Las cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del tercer trimestre de 2025 dibujan un panorama donde las personas trabajan más, pero no necesariamente viven mejor.

La población de 15 años y más asciende ya a casi dos millones de habitantes, y la participación laboral alcanza el 66 por ciento. Es un indicador saludable que muestra dinamismo, interés por integrarse a la actividad productiva y menor dependencia económica. La población ocupada llegó a más de un millón 249 mil personas, un incremento relevante frente al año anterior. La tasa de desocupación se reduce a apenas 1.5 por ciento, una de las más bajas del país. En el papel, Yucatán luce como un estado donde el empleo abunda.

Persiste alta informalidad

Sin embargo, basta mirar debajo de esa superficie para encontrar la otra mitad de la historia. Del total de personas ocupadas, el 58 por ciento labora en la informalidad, una proporción que implica ausencia de seguridad social, falta de prestaciones y vulnerabilidad en ingresos.

La estructura laboral del estado sigue descansando mayoritariamente en micronegocios familiares, pequeños talleres, comercios improvisados y servicios que, aunque generan trabajo, no ofrecen protección. En plena recuperación económica, el estado mantiene más de 735 mil trabajadores sin cobertura ni estabilidad.

El Inegi destacó que los sectores con mayor crecimiento fueron comercio, seguido por restaurantes y servicios de alojamiento

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Aún quienes se encuentran empleados enfrentan condiciones que frenan la posibilidad de una vida más digna. La jornada laboral promedio supera las 40 horas semanales; una cuarta parte de los trabajadores rebasa las 48 horas, mientras que otro grupo significativo labora menos de 15 horas.

Esta distribución refleja dos realidades paralelas: personas que necesitan extender su jornada para compensar ingresos bajos y otras que no encuentran suficiente oferta laboral para cubrir un turno completo. La subocupación, aunque menor que el año pasado, sigue afectando a decenas de miles.

Casi la mitad con salario mínimo

La principal señal de alerta está en los ingresos. Más del 43 por ciento de los trabajadores gana hasta un salario mínimo, y otro tercio recibe entre uno y dos salarios mínimos. El segmento que percibe más de cinco salarios mínimos no llega al uno por ciento. La estructura salarial está marcada por la precariedad: mucho empleo, poco ingreso. La tasa de condiciones críticas de ocupación –aquella que revela empleos con jornadas insuficientes o excesivas y remuneraciones bajas– afecta a un tercio de la fuerza laboral. En otras palabras, uno de cada tres trabajadores está atrapado en un empleo que no le alcanza para sostener a su familia.

Sector terciario, el acaparador

La configuración sectorial también explica esta paradoja. El sector terciario concentra casi dos tercios del empleo estatal. Comercio, servicios personales, transporte y actividades diversas absorben a la mayor parte de la población ocupada. Son sectores que captan mano de obra rápidamente, pero en los que predominan salarios bajos y poca estabilidad.

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Mientras tanto, la industria manufacturera crece apenas de manera marginal y la construcción, que históricamente ha sido motor del empleo formal, perdió más de 14 mil plazas respecto al año anterior. También los servicios de alojamiento y preparación de alimentos, ligados al turismo, se contrajeron significativamente. La caída en estos sectores reduce empleos mejor pagados y eleva la dependencia del comercio informal y de servicios de bajo ingreso.

Empleo pero sin estabilidad

El resultado es un mercado laboral en expansión, pero sin redistribución del bienestar. Muchas familias tienen empleo, pero no estabilidad; trabajan más horas, pero no ven crecer su ingreso; están ocupadas, pero no protegidas. La recuperación económica se siente desigual: las cifras mejoran, pero la vida cotidiana no cambia al mismo ritmo.

Este es el primer corte de una radiografía laboral que muestra un Yucatán que trabaja, sí, pero que no logra dar el salto hacia empleos de mayor calidad. La segunda entrega, enfocada en las raíces estructurales de este fenómeno, explorará por qué la precariedad se mantiene incluso con indicadores de ocupación favorables y cuáles rutas podrían transformar esta realidad.