
En un paso histórico hacia la sostenibilidad de los recursos marinos y el bienestar económico de cientos de familias, la zona costera del puerto de El Cuyo ha sido oficialmente declarada como Zona de Refugio Pesquero Parcial Temporal, una medida sin precedentes en la región impulsada por los propios pescadores locales para proteger la langosta espinosa (Panulirus argus), especie clave en la economía del Oriente yucateco.
La decisión fue formalizada por la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) en febrero pasado, estableciendo una superficie protegida de 15.04 kilómetros cuadrados, paralela a la costa de El Cuyo, con una vigencia inicial de cinco años.
De esta manera, la zona se convierte en un modelo de gestión pesquera participativa que busca regular y fomentar un aprovechamiento sustentable en uno de los corredores marinos más productivos de la entidad.
La solicitud para establecer esta zona de refugio surgió en el 2020 por iniciativa de 204 pescadores organizados en la Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera El Cuyo S.C. de R.L. La labor se llevó a cabo en colaboración con el Comité Náutico, la comisaría ejidal y permisionarios pesqueros.

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Juntos, comenzaron a trabajar en un plan que no solo respondiera a la necesidad de conservar el recurso, sino que también asegurara la viabilidad económica de sus comunidades a largo plazo. “Lo que estamos haciendo es garantizar que haya langosta para nuestros hijos y nietos”, manifestó uno de los pescadores impulsores del proyecto.
“Hemos visto cómo en otras zonas ha disminuido su producción, y no queremos llegar a eso aquí”, añadió el hombre de mar.
El área protegida se caracteriza por su rica biodiversidad: praderas submarinas, cordilleras coralinas, blanquizales y zonas de algas que proporcionan refugio y alimento a numerosas especies marinas.
Estas condiciones la hacen especialmente valiosa para la reproducción de la langosta espinosa, así como de otras especies de sumo interés pesquero.

Durante los meses previos a la temporada de captura, pescadores de El Cuyo, San Felipe y Río Lagartos detectaron una alta concentración de ejemplares juveniles, lo que motivó incluso cierres voluntarios de la pesca para proteger los reclutamientos naturales.
En esta zona, la pesca comercial de langosta ha sido estrictamente prohibida. Solo se permite la captura con fines didácticos o de capacitación, siempre que se empleen artes selectivas y se cuente con los permisos correspondientes.
Esta restricción no solo protege al recurso en su etapa más vulnerable, sino que también abre nuevas posibilidades para la educación ambiental y la formación de futuras generaciones de pescadores.
Expertos y autoridades esperan que, tras cinco años de operación, se evidencie un aumento en la biomasa de langosta y una recuperación general del ecosistema, lo que podría traducirse en mejores capturas y mayores ingresos para las familias del puerto.
La creación de esta zona de refugio refleja una evolución en la conciencia colectiva de las comunidades pesqueras yucatecas.
En un contexto de creciente presión sobre los océanos y el cambio climático, El Cuyo da un paso adelante con una estrategia de conservación desde la base social, que integra conocimiento tradicional, ciencia y políticas públicas.
Para muchos, esta acción representa una nueva forma de entender la pesca: no como una carrera por agotar los recursos del mar, sino como una relación de equilibrio, respeto y responsabilidad hacia una pesquería vital.
Con esta iniciativa, los hombres de mar del Oriente yucateco envían un mensaje claro: la pesca sustentable no solo es viable, sino esencial para garantizar el porvenir de sus familias y del ecosistema marino que por generaciones ha sido su hogar y sustento.