
Es muy probable que gran parte de las personas (residentes de Mérida) que leerán esta nota, hayan caminado cerca o por debajo de un ciricote (Cordia dodecandra) o k’óopte’, como se le conoce en lengua maya. Se trata de un árbol caducifolio, nativo del sur de México, que florece y fructifica la mayor parte del año.
Su altura oscila entre los 10 y los 30 metros, y posee flores que presentan un color naranja intenso, que además son productoras de néctar, lo que atrae a polinizadores como los colibríes. Por si fuera poco, el árbol, considerado de usos múltiples, también es aprovechado por su madera, la cual presenta una dureza considerable.
Desafortunadamente, sus bondades lo han posicionado en una situación de riesgo, ya que a pesar de que es abundante en zonas urbanas, su presencia en la naturaleza ha comenzando a ser escasa, debido principalmente a su sobreexplotación y a la destrucción de las selvas bajas caducifolias, selvas medianas subperennifolias y subcaducifolias, ecosistemas en donde habita.

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¿Qué esfuerzos se realizan para conservar al ciricote?
Entre los diversos esfuerzos que realizan distintas instituciones para lograr la conservación del ciricote, la Comisión Nacional Forestal (Conafor), ha identificado a este árbol como una especie prioritaria debido a su valor ecológico y económico.
Para resguardar a la especie, el organismo público identifica y preserva su germoplasma, con el objetivo de evitar su extinción y promover su uso sustentable.