Quintana Roo ocupa el tercer lugar en casos de depresión en la Península de Yucatán, con 531 registros en lo que va del año. La mayoría corresponde a mujeres —393— y sólo 138 a hombres, según datos del Sistema de Vigilancia Epidemiológica. Yucatán encabeza la lista con mil 673 casos, seguido de Campeche con 560. En los tres estados, ellas predominan en los registros.
Sin embargo, especialistas en salud mental advierten que las cifras están lejos de reflejar la dimensión real del problema. Lo que no muestran los reportes, señalan, es el silencio masculino: hombres que también sufren, pero no buscan apoyo por temor a ser percibidos como débiles.
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“Cuando crecer duele en silencio": Cada vez más adolescentes en Quintana Roo viven atrapados en la depresión y ansiedad
El psicólogo Darwín Fernández considera que esta diferencia no es sólo estadística, sino también cultural. En regiones donde persisten roles tradicionales, como ocurre en muchas zonas del sureste mexicano, asistir a terapia puede interpretarse como señal de fragilidad para los varones.
“Los hombres crecen con la idea de que deben ser fuertes, que no pueden llorar ni hablar de lo que sienten. Cuando enfrentan ansiedad o depresión, lo ocultan, lo reprimen, y muchas veces sólo lo expresan a través de irritabilidad, alcoholismo o aislamiento”, explicó el especialista.
En ese contexto, acudir a consulta representa para muchos un acto que amenaza su identidad masculina. “El machismo no sólo afecta a las mujeres, también enferma a los hombres; sólo que a ellos se les enseña a sufrir en silencio”, agregó.
Fernández comentó que no es raro que las mujeres lideren las estadísticas, ya que con mayor frecuencia buscan atención psicológica o psiquiátrica. Esto ha derivado en programas diseñados específicamente para acompañarlas, mientras que ellas mismas suelen promover la asistencia a terapia, sin verlo como algo negativo.
Respecto a la región, subrayó que al tratarse de una zona turística, muchas personas trabajan de manera constante, dejando de lado sus intereses personales y metas, lo que genera un sentimiento de vacío o falta de realización. La rutina termina por dominar su realidad.
La depresión masculina, por tanto, permanece invisible. Las cifras oficiales podrían estar subestimando un problema de fondo: no es que los hombres no padezcan trastornos emocionales, sino que no se atreven a hablar de ello.
“El reto no es sólo atender a quienes llegan a consulta, sino generar un entorno cultural en el que los varones puedan reconocer que algo no anda bien, sin sentirse menos por ello. Porque pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino un acto de valentía”, concluyó.