Luego de más de 48 horas de labores ininterrumpidas por parte del Cuerpo de Bomberos, Protección Civil y personal de la empresa Siresol, el incendio registrado en el antiguo basurero de Cancún —ubicado en la zona de Rancho Viejo, Región 241— fue finalmente controlado este lunes al mediodía.
El siniestro, que se extendió por más de una hectárea, generó una densa nube negra visible desde varios kilómetros a la redonda, causando alarma entre los habitantes de esta zona densamente poblada. El director de Bomberos, Aquileo Cervantes Álvarez, informó que el combate al fuego requirió el uso de al menos 260 mil litros de agua, distribuidos en decenas de descargas por pipas institucionales y particulares.
A pesar de que el sitio ya no recibe residuos desde hace años, alberga millones de toneladas de desechos acumulados: desde plásticos y vegetación seca, hasta electrodomésticos y neumáticos. Aunque las llamas no alcanzaron el área con más llantas —lo que podría haber agravado aún más la situación—, este tipo de residuos altamente inflamables y tóxicos representan un enorme riesgo cuando se concentran sin control.
De hecho, el siniestro evidenció los peligros latentes de mantener tiraderos a cielo abierto, aún si están fuera de operación, señaló César Cervantes, vecino de la zona. Dijo que los incendios en estos espacios no solo dificultan las tareas de extinción por la variedad de materiales involucrados, también generan consecuencias severas para la salud pública y el medio ambiente.
“La quema de plásticos y neumáticos libera sustancias altamente contaminantes al aire, como dioxinas y furanos, que afectan directamente al sistema respiratorio y pueden tener efectos acumulativos a largo plazo”, apuntó Roberta Ciau, habitante de la región 241. Por su parte, el biólogo Alejandro Robles apuntó que este tipo de incidentes subraya la necesidad de una política ambiental más efectiva para el manejo de residuos sólidos.
“La acumulación histórica de basura, sin tratamiento ni confinamiento adecuado, representa una bomba de tiempo para ciudades como Cancún, donde el crecimiento urbano ha alcanzado a estas zonas olvidadas, muchas de ellas en situación irregular desde hace años”.
Robles señaló que además de los daños ambientales inmediatos, la persistencia de vertederos inactivos sin medidas de mitigación representa un obstáculo para cualquier estrategia real de sostenibilidad urbana. “Aunque el fuego fue sofocado, el problema de fondo sigue encendido”, concluyó
