57 personas de diferentes países que trabajaban en Estados Unidos fueron deportadas desde el estado de Texas hasta la ciudad de Cancún, en México, sin dinero ni documentos, mediante un avión de la línea Mexicana de Aviación. Del total de los deportados, alrededor de 35 son mexicanos.
Después de una travesía que inició desde las 17:00 horas del pasado viernes en Houston, Texas, llegar a Cancún y caminar cerca de 40 kilómetros desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad, convencer al chófer de un autobús para que lo traslade, el señor Jorge Mario Espinosa Álvarez de 65 años, originario de Veracruz, logró llegar a Chetumal, donde, sin embargo, su situación no mejoraría.
Todo inició cuando los deportados se encontraban trabajando en una obra en Estados Unidos, donde construían un complejo de casas, y las autoridades nacionales llegaron al lugar y se los llevaron a todos a la capital de Nebraska.
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Lo que parecía un día de trabajo normal cambió la vida de 57 personas en cuestión de segundos, como resultado de una redada de la migra, realizada por agentes nacionales que persiguieron, rodearon y atraparon a los trabajadores.
Posteriormente, fueron trasladados a Houston, Texas, donde los tuvieron retenidos alrededor de 3 meses, compartiendo celda con todo tipo de delincuentes, hasta que los mandaron a México.
Entre los afectados se encontraban alrededor de 35 ciudadanos mexicanos, 2 de Cuba, otros más de Guatemala, Ecuador y Panamá.
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Una vez que los inmigrantes llegaron al aeropuerto de Cancún, fueron dejados a su suerte por las autoridades mexicanas, no sólo por el hecho de que no los entregaron con ninguna autoridad, sino que las autoridades norteamericanas los dejaron sin documentos personales y sin el dinero que llevaban consigo, ya que cortaron por la mitad sus tarjetas de crédito, dándoles en su lugar un cheque correspondiente a la cantidad de dinero en efectivo que portaban, el cual ni siquiera podían cambiar en la ciudad.
Jorge Mario, a diferencia de sus compañeros que eligieron irse a Playa del Carmen o permanecer en Cancún, decidió moverse a Chetumal.
Después de las horas que pasó caminando bajo el sol de Cancún, logró llegar al centro de la ciudad, sin embargo, al no encontrar ni una muestra de humanidad por parte de las personas que se encontró en su camino, se dirigió a la terminal de Autobuses Del Oriente (ADO), donde logró convencer al chófer de un autobús Mayab que lo trasladara hasta Chetumal, dándole a cambio el cheque de 150 dólares que le dieron las autoridades de Estados Unidos, siendo el único recurso económico con el que contaba.
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Alrededor de las 03:30 horas del domingo, ya se encontraba en la ciudad capital, donde de nueva cuenta emprendió una larga caminata desde la terminal del ADO recorriendo las calles de Chetumal hasta llegar al bulevar en busca de latas para vender, o la posibilidad de que las personas que encontraba en su camino le dieran la oportunidad de ganarse unos pesos para comprar algo de comer y beber. No tuvo éxito.
Fue hasta la noche de ese día que se encontró con una persona que lo invitó a cenar, siendo este el momento donde se sinceró diciendo que llevaba más de 24 horas sin probar bocado, aguantando un agudo dolor de estómago, con los labios resecos por la falta de agua.
Él, una persona diabética e hipertensa, que, además, no contaba con medicamentos a su disposición.
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De igual manera, lamentó el trato recibido de las personas con las que se topó en su camino, quienes le negaron toda oportunidad de ganarse unos pesos honradamente, mirándolo por encima del hombro o, incluso, volteando la cara cuando se acercaba a hablarles.
Una travesía complicada para un hombre sin más que lo que trae puesto, pero con la esperanza de volver a ver a su familia que aguarda por él en Estados Unidos, el país que había sido su hogar durante 14 años.