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La fortuna perdida de los Batab y el enigma del cenote Sascabah: Conoce la famosa leyenda de Sucopo en Tizimín

El cenote Sascabah en Sucopo, Tizimín, alberga una leyenda sobre un tesoro perdido en su interior.
El cenote Sascabah guarda una antigua fortuna que se entreteje con una historia de amor
El cenote Sascabah guarda una antigua fortuna que se entreteje con una historia de amor / Efraín Valencia

El cenote Sascabah de Sucopo guarda una interesante leyenda sobre un tesoro escondido por los primeros pobladores en sus cavernas, donde también se entreteje una historia de amor y la dura disciplina de los padres de generaciones pasadas. Así lo relató uno de los primeros habitantes de esta localidad, don Lino Alfinio Rosado Gil, de 85 años de edad.

Don Rosado Gil cuenta que lo que hoy conocemos como el cenote Sascabah en realidad era una sascabera, un sitio donde se extraía material blanco para construcción. En aquel tiempo, vivía en la comunidad una familia de apellido Batab, conocidos por ser grandes comerciantes de animales. Se dedicaban a la venta de pavos, gallinas, ganado, chivos, carneros, e incluso burros. Cada vez que tenían una transacción exitosa, juntaban su dinero, que en aquellos tiempos consistía en monedas de plata y oro, muchas de ellas acuñadas con figuras de caballos y ferrocarriles, numeradas con el código 0720.

Con el tiempo, la familia Batab amasó una fortuna incalculable, guardada en varios barriles repletos de monedas. Sin embargo, cuando se anunció la inminente llegada de la Guerra de Castas, en 1847, la familia comenzó a preocuparse sobre dónde esconder su riqueza y cómo escapar.

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Cargaron los barriles con monedas de oro y plata en sus burros y se dirigieron a las cavernas de la sascabera. También llevaron consigo una imagen de la Santa Cruz. Al llegar al interior del lugar, colocaron una mesa y sobre ella la imagen, encendieron velas y le encomendaron a la efigie el cuidado del tesoro. Le dijeron que si no regresaban y morían en la guerra, quien encontrara el tesoro sería su legítimo dueño.

Al salir de la sascabera, la guerra ya se acercaba a Tizimín, y la gente comenzaba a huir. Según la abuela de don Rosado Gil, sólo un miembro de la familia Batab logró regresar, los demás murieron en la contienda. Aquel sobreviviente fue a buscar el dinero, pero al llegar, encontró el sitio cubierto de agua. Se dice que las monedas se transformaron en pequeños peces, y desde entonces nadie ha podido recuperar ese tesoro.

Pasaron los años, y en ese entonces vivía en Sucopo una muchacha llamada Felipa Verde, quien mantenía un amor secreto con su novio sin que sus padres lo supieran. “Se pusieron de acuerdo para verse en el cenote Sascabah cuando el Sol estuviera en el punto más alto del cielo, ya que en esos tiempos no había relojes”, relató don Lino.

Cuando la joven vio que el Sol estaba en lo más alto, dejó su lavado y se dirigió al cenote. Al llegar, su amado aún no estaba, pero notó que no había agua y vio una vela encendida en una de las cuevas. Al acercarse, encontró el tesoro. Emocionada, quiso llevarse varias monedas, pero sólo tenía su hipil. Intentó cargar varias, pero el peso le impedía salir, así que decidió llevarse una sola moneda para mostrársela a su madre y volver más tarde por el resto.

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La muchacha atravesó la sascabera y fue a contarle a su madre lo que había encontrado. Le explicó que había quedado de verse con su novio, pero al ver el tesoro se olvidó de él. Le mostró la moneda como prueba, pero la madre, al verla, le dijo que esa moneda ya se la había dado su novio tiempo atrás. Alarmadas, fueron juntas al cenote, pero al llegar ya estaba nuevamente cubierto de agua.

La madre, furiosa, le dio una severa lección. La joven, asustada y con la culpa de haber tomado parte del tesoro sin el permiso de la Santa Cruz, enfermó gravemente y murió poco después.

Sucopo cuenta con al menos cuatro cenotes y varias cavernas en su interior. Se cree que la familia Batab escondió su tesoro en lo más profundo de ese laberinto subterráneo. Y del novio de la muchacha, hasta el día de hoy, no se sabe nada. Algunos dicen que él es el verdadero custodio de esa preciada fortuna, y que la cuida celosamente hasta la fecha.

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