
Los cementerios de la capital de Campeche cobraron vida y se pintaron de colores con la visita de las y los campechanos que, en este Día de las Madres, llevaron flores y veladoras a las mamás que ya fallecieron y que descansan en estos camposantos, recordándoles que, aunque ya no se encuentran físicamente, siempre viven en los corazones.
Este 10 de mayo, en una tradición que conmueve cada año, decenas de familias cruzaron las verjas de los panteones de San Román, Samulá, Santa Lucía y Jardines del Ángel para visitar a las madres que ya partieron, pero que siguen ocupando un lugar profundo e imborrable en sus corazones.
Desde muy temprano, el aire se impregnó con el aroma de las flores frescas y el incienso de las veladoras. Las tumbas, muchas de ellas cuidadosamente adornadas, fueron el centro de reuniones llenas de amor y nostalgia. No faltaron las oraciones, los rezos en voz baja, ni las charlas íntimas como si aún pudieran ser escuchadas por quienes ya descansan.

Algunos llevaron serenatas con el celular; otros, simplemente, se sentaron a compartir el silencio. En algunos casos, se vieron ofrendas singulares: refrescos, comida, cigarros y hasta cervezas colocadas al pie de la lápida como un gesto de cariño y complicidad con esas madres que, aunque ausentes, siguen siendo parte de la vida cotidiana de sus familias.
"Mi mamá siempre tomaba su cervecita los fines de semana. Hoy le traje una. Sé que donde esté, se va a reír", dijo Ernesto, con una sonrisa entre melancólica y tierna, luego de colocar un ramo de flores en la tumba de su madre.

Las calles interiores del cementerio parecían avenidas de recuerdos. Los niños jugaban inocentemente entre las tumbas, desconociendo tal vez a la madre o abuela fallecida, o preguntando quién era la abuelita que todos visitaban; los adultos limpiaban mármoles y recordaban anécdotas entre lágrimas contenidas.
Y es que, en Campeche, el Día de las Madres no se limita a regalar flores en vida, también es un acto de memoria, de ternura perpetua, y los cementerios no son lugares de olvido, sino espacios donde el amor sigue latiendo, aunque sea en silencio.
JGH